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LA CRÓNICA
Columna
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Bajar el ritmo y la tensión

Soledad Gallego-Díaz

E l comunicado de ETA recordando que no acepta que se le marquen los calendarios sirvió, curiosamente, para tranquilizar algo el panorama político tras los excesos de optimismo cometidos la semana pasada. Pero, pase lo que pase en las próximas semanas o meses, parece claro que el Partido Socialista y el Gobierno necesitan despegarse de un discurso político monopolizado por los nacionalismos y por el debate sobre la unidad de España que el PP se empeña en reavivar día a día: la semana acabó con la manifestación convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y comenzará con un nuevo debate en el Parlamento sobre las conclusiones del último congreso de esa misma asociación. ¿Cuánto tiempo se puede mantener esa tensión monotemática?

El protagonismo de José Luis Rodríguez Zapatero es tan intenso que eclipsa otra interlocución dentro del Gobierno o del Partido Socialista

Incluso algunos dirigentes del PP creen que resulta agotador pretender que el conjunto de la ciudadanía mantenga un ritmo semejante (las elecciones municipales serán dentro de un año y las generales en 2008). Nadie parece capaz, sin embargo, dentro del Partido Popular de diseñar otra estrategia o de controlar a quienes viven aún consumidos por una sola idea: reivindicar su propia trayectoria. El entusiasmo de unas bases muy militantes, a las que se galvaniza con programas como la recogida de firmas, las apariciones de un renacido José María Aznar o los actos con la AVT, no se compadece con la creciente inquietud que se aprecia en otros medios tradicionalmente relacionados con el PP, y que confiesan estar desconcertados con una línea de oposición de trayectoria "tan única". Estos medios miran hacia el presidente de la Generalitat valenciana y hacia otros nuevos dirigentes regionales como el gallego Núñez Feijoo en busca de nuevos análisis y proyectos, sin encontrar de momento respuestas satisfactorias.

Mientras tanto, la situación en el País Vasco no parece haber sufrido grandes cambios en los últimos días. Las expectativas sobre el cese de la violencia siguen muy vivas. El que ETA esté extorsionando y amenazando activamente para cobrar chantajes y establecer mecanismos mafiosos de financiación no altera esa percepción ni el convencimiento, muy extendido en la sociedad vasca, de que la organización terrorista, o al menos un gran sector de ella, ya ha decidido abandonar la vía armada, de acuerdo con su propio calendario y mecanismos. Que ETA pueda no tener tanta prisa como Batasuna en escenificar esa decisión es también un temor extendido. Batasuna necesita poder acudir a las elecciones municipales del año que viene y poder participar en la vida política e institucional del País Vasco, algo que es completamente descartable mientras que no se produzca el cese definitivo de la violencia.

Lo que está también claro es que las expectativas de ese cese de la violencia provocan multitud de movimientos políticos en todas las direcciones. En el caso del Partido Nacionalista Vasco (PNV), esas idas y venidas han resultado especialmente llamativas. Mientras que el presidente del partido, Josu Jon Imaz, lucha por hacerse cada vez más con la organización y cimentar mejor su posición, manteniendo al mismo tiempo una actitud bastante discreta y moderada, otras personalidades de su partido dan muestras de una inquietud creciente. El caso más evidente es el del lehendakari Ibarretexe, completamente desdibujado en el panorama político vasco, pese a todos sus intentos de crear "consejos políticos" o de anunciar nuevas iniciativas para después del verano. Todavía no repuesto del fracaso de su apuesta personal (el plan Ibarretxe) en las últimas elecciones vascas, el lehendakari no parece encontrar la manera de levantar su hundida su carrera política

Sorprendente irrupción

Si en el Gobierno vasco llama la atención la falta de energía de su presidente, en el caso del Gobierno español sucede justamente lo contrario. El protagonismo de Rodríguez Zapatero esta siendo tan intenso que eclipsa cualquier otra interlocución dentro del Gabinete o del Partido Socialista. Su sorprendente irrupción pública en el tema de la OPA de E.ON sobre Endesa, acaparando toda la atención y dejando en un deslucido segundo lugar a su ministro de Industria, José Montilla, e incluso al responsable de Economía, Pedro Solbes, causó cierto desconcierto en el mundo económico.

El presidente del Gobierno, respaldado por unos sondeos que le aseguran altos niveles de popularidad, por encima de los de su propio partido, reclama todo el protagonismo político, y nadie en el PSOE ni en el Gobierno parece dispuesto, de momento, a recomendarle una cierta prudencia en la administración de sus fuerzas.

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