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Tribuna:EL RECONOCIMIENTO DE LAS LENGUAS
Tribuna
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Voces ibéricas en Lisboa

Al hilo de una reunión académica, recuerda el autor que las lenguas peninsulares son más numerosas de lo que se da por sentado.

¿Cuántas y cuáles son las lenguas habladas en la Península Ibérica? Si hacemos esta sencilla pregunta en la calle, o incluso en las aulas de los institutos y facultades, las respuestas correctas darían un porcentaje desolador. La tarea de información es enorme.

Ésta era una de mis reflexiones cuando me acercaba a la mesa redonda del pasado 9 de noviembre, en la sede del Instituto Cervantes de Lisboa. El acto se titulaba Las lenguas ibéricas en sus voces. Tenía por objeto ofrecer a los asistentes muestras de los idiomas de la Península mediante textos leídos y breves comentarios. Todo ello al hilo de la inauguración, dos días antes, de la biblioteca de aquel centro, biblioteca que lleva el nombre de Gonzalo Torrente Ballester, y de la reunión que al día siguiente, 10 de noviembre, iba a celebrar el patronato de la Casa de las Lenguas Ibéricas. Era un proyecto impulsado por la Universidad de Alcalá de Henares y el Instituto Cervantes, y en el que participan las Academias e instituciones afines, con la idea de fomentar el conocimiento y el uso de estos idiomas a un lado y otro del Atlántico.

El habla de Leizarraga no está más lejos de la nuestra que un texto francés o castellano del siglo XVI

La mesa redonda se abrió con la intervención de Cristina Martins, profesora de la Universidad de Coimbra. Explicó la realidad de la lengua con menos hablantes: el mirandés, lengua de unas seis mil personas de Miranda de Douro, ciudad portuguesa en la frontera con la provincia de Zamora. El mirandés es el resto del asturiano-leonés, con rasgos que lo aproximan mucho al gallego. Desde los estudios del patriarca de la filología portuguesa, el médico José Leite de Vasconcelos (1858-1941), mucho se ha avanzado en la investigación de esta lengua, que cuenta con carácter oficial y con una rica literatura.

Josep Palomero, vicepresidente de la Academia Valenciana de la Lengua, leyó y comentó un texto de Joan Fuster (1922-1992), el dinámico ensayista de Sueca, precisamente acerca del futuro de las lenguas. Palomero era, así, el representante de una lengua, única, el catalán, que allí tradicionalmente se ha llamado valenciano.

Del gallego se encargó Manuel González, secretario de la Real Academia Galega. Presentó, curiosamente, un texto del escritor Ramiro Fonte, director del centro lisboeta del Instituto Cervantes, persona que ejercía de moderador de la mesa redonda. Fonte (Pontedeume, 1957) es un poeta, narrador y ensayista de prestigio.

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Simonetta Luz Afonso, directora del Instituto Camoes (el equivalente luso al Instituto Cervantes), leyó diversos pasajes de escritores portugueses, entre ellos Pessoa, sobre su idioma. De éste es la contundente frase: "A minha pátria é a lingua portuguesa".

Jorge Urrutia, director académico del Instituto Cervantes, leyó y comentó un soneto de Dámaso Alonso sobre el castellano, aquél que empieza "Hermanos, los que estáis en la lejanía...".

Ciertamente, entre las lenguas romances de la Península faltó el aranés, modalidad del occitano-gascón, que se habla en el valle de Arán (provincia de Lleida), y reconocido también con carácter oficial por el Estatuto de Cataluña de 1979. Tampoco oímos el aragonés, en situación difícil, hablado hoy por unas 10.000 personas en algunos valles del Alto Aragón. Es una lengua sin consideración oficial, si bien se cita en el Estatuto aragonés de 1982 y en su reforma de 1996. Y no estaba representada la lengua asturiana (o bable), una realidad importante, mencionada en su Estatuto de Autonomía de 1981, aunque carece de oficialidad.

Por lo que toca al euskara, para la ocasión me pareció que podía seguir los pasos del lingüista alemán Hugo Schuchardt (1842-1927), quien el año 1923 publicó en Halle un pequeño manual titulado Primitiae linguae Vasconum. Einführung ins Baskische (Primicias de la lengua de los vascos. Introducción al vasco). Su autor, gran romanista, desde tiempo atrás destacado también por sus estudios sobre el euskara (en principio, para poder leer y entender el ibérico), pretendía con aquel libro ofrecer a toda la comunidad científica una sencilla explicación de nuestra lengua, de la mano de un texto conocido: la parábola del hijo pródigo (San Lucas, 15, 11-32), traducida por el protestante labortano Joanes Leizarraga. Éste, por encargo de Juana de Albret, reina de Navarra, publicó en 1571 el Nuevo Testamento y otras traducciones en La Rochelle, la ciudad protestante por excelencia en aquella Francia sacudida por una sangrienta y larguísima guerra de religión que no acabaría hasta el Edicto de Nantes (1598).

Los comentarios de Schuchardt venían interlineados, dando cuenta del funcionamiento de nuestra lengua con abundantes notas explicativas; todo un acierto y todo un ejemplo de dominio del euskara.

En el título de la obra de Schuchardt hay, con un cambio de orden en las palabras, el eco del primer libro vasco, es decir, Linguae vasconum primitiae (1545), unas poesías del cura bajonavarro Bernard Etxepare, la mayoría de ellas de carácter amatorio. El manual de Hugo Schuchardt tuvo una acogida muy favorable, como lo prueban las reseñas de otros insignes vascólogos, tales como Bähr, Uhlenbeck y Lacombe. En 1947, Ángel Irigaray publicó en Salamanca una versión española, amparada por la entonces naciente Cátedra Larramendi que promovió el rector Antonio Tovar. Y en 1968, el mismo Tovar, catedrático en Tübingen y miembro honorario de Euskaltzaindia, hizo una nueva edición en alemán, en la prestigiosa casa Niemeyer de aquella ciudad universitaria.

No era cuestión de extenderse mucho, y sólo presenté los versículos 11 y 12 de la traducción de Leizarraga, que, en la grafía actual, dice esto: "Gizon batek zituen bi seme. Eta hetarik gazteenak erran ziezon aitari: Aita, indak onasunetik niri heltzen zaitadan partea"; es decir, "Un padre tenía dos hijos. Y el más joven de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte que me corresponde de la herencia".

¿Está el habla de Leizarraga muy lejos de la nuestra? Uno diría que no. Desde luego, no más de lo que nos parece hoy un texto castellano o francés del siglo XVI.

Henrike Knörr es catedrático de Filología Vasca de la UPV-EHU y director de Investigación de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia.

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