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Tribuna:LA IGUALDAD DE GÉNERO
Tribuna
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Violencia sobre la mujer: ¿cuántas muertes llevamos?

La autora dice que la carrera contra esta lacra es de fondo y con obstáculos, pero tiene meta: acabar con una grave enfermedad social.

El inicio del año 2006 en materia de violencia de género está siendo trágico, pero también muy significativo del fenómeno al que nos enfrentamos al estar dando la cara de la manera más drástica: dejando la vida en la lucha por liberarse de la opresión de sus parejas.

Trágico, porque aunque demos el número de muertas a día de hoy, por sus parejas o ex parejas sentimentales, a lo mejor (perdón, ¡a lo peor!) cuando salgan a la luz estas líneas que intentan reflexionar sobre esta cadena de asesinatos, la cifra ha variado aumentando el número de las mujeres que, en el culmen de la sinrazón y tratando de perpetuar una desigualdad que sustenta un sector de la población de hombres, son asesinadas.

Es significativo en cuanto a que revela que la cuestión objeto de debate en nuestra sociedad -recordemos la discriminación que algunos sostienen que hay contra el hombre- que critican y ridiculizan la ley reguladora de esta materia (L. O. 1/04, de 28 de diciembre de 2004) tenía que ser objeto de atención primordial entre todos los sectores que conforman la ciudadanía.

Parece claro y es obvio que estamos frente a un fenómeno singular ya que, independientemente del resultado que en cada ataque físico o psíquico pueda sufrir la mujer por ser pareja o haberlo sido de un hombre, lo que une a cada uno de los ataques que ellas sufren es que debían de haberse sometido a sus señores, como vasallas de otras épocas. El no dejarse o rebelarse les ha ocasionado un fin trágico. ¡Y menudo fin! Si la muerte nos debe sobrecoger siempre, más aún cuando el procedimiento es innecesariamente cruel. A las víctimas de esta violencia no se las elimina de un golpe y ya está. Eso para los maltratadores no es suficiente; hay que infligir más dolor, un añadido que nos debe hacer meditar. Las matan cuando vuelven de ver la Cabalgata de Reyes con sus hijos; las someten a tal paliza que pierden la vida golpe a golpe; se introducen en la casa y la incendian a pesar de que dentro estaba la ex mujer, la hija, la suegra; las apuñalan y, lo más dramático que yo he leído, matan primero a la hija en común para que lo vea antes de morir la madre y pareja que no soportaba más la desigualdad y la humillación a la que se le quería someter.

Vistas así las cosas, la pregunta es ¿qué está pasando y qué va a pasar? Lo que ocurre es que este tipo de individuos, que pertenecen a cualquier clase social, se están viendo rechazados por las mujeres y por la sociedad, se sienten criminalizados y, antes de que se aleje la pareja, prefieren matar e incluso morir matando. ¿Qué va a ocurrir? Que la sociedad seguirá peleando y combatiendo esas conductas, educando a las nuevas generaciones y transmitiendo el mensaje de que nuestro éxito, el de todos, no será inmediato y que puede costar mucho, pero se conseguirá, cueste lo que cueste; para eso el Parlamento aprobó, por unanimidad, la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

Entiendo que los ciudadanos comprendan el intenso problema que padecemos y nos reclamen que demos soluciones; ellos tienen su derecho a exigirlo, y nosotros, la obligación de resolverlo. Eso es el concepto de interés social que en los discursos puede parecer algo abstracto e indefinido, pero viendo lo que estamos padeciendo, se revela como un interés prioritario y de lo más concreto, que debe de sentir todo aquel que sufre las consecuencias de estos delitos y los que son observadores que no pueden permanecer impasibles ante el dolor y la desolación de otros.

Como fiscal que por su destino profesional está colocado en un lugar privilegiado para observar esta faceta de nuestra realidad social, hago hincapié en que lo único que nos falta, para que veamos los frutos de nuestra reacción legal y social, es tiempo. Hay que transformar esta irracional realidad, tenemos que romper barreras desde pautas de conducta propias de seres sin razón a un respeto escrupuloso de la igualdad, sin que nadie quiera imponer su dominio frente al que considere que es un ser inferior por ser mujer. Aunque sigan ocasionando tantas muertes en tan poco tiempo, lo lograremos con el convencimiento de que hay que hacerlo, y nos corresponde a todos con una labor diaria y constante sin desánimos ni excusas, a pesar de las cifras trágicas que estamos sufriendo. La carrera es de fondo y con obstáculos, pero con una meta: lograr acabar con esta grave enfermedad social.

Soledad Cazorla Prieto es fiscal de sala delegada contra la violencia sobre la mujer.

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