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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Lecciones otomanas de convivencia cívica?

A propósito del artículo de Josep Fontana publicado en El PAÍS del pasado 15 de febrero, y que llevaba por título "El Partido Popular y la Constitución de Cádiz", quisiera matizar -contra la opinión de este autor- que aunque el Imperio otomano fue formalmente "una estructura política plurinacional", en modo alguno puede considerarse un buen ejemplo de convivencia pacífica entre los fieles de las tres grandes religiones. Lo paradójico de esta tesis, defendida con anterioridad por el filósofo norteamericano John Rawls en su libro The Law of Peoples (1999), es que considere al Imperio otomano como un arquetipo de "sociedad jerárquica decente" en el que se toleraría sin discriminaciones la práctica de esas tres religiones, soslayando con ello algunos hechos históricos, acontecidos dentro de este mismo imperio, que desmentirían esta interpretación tan optimista: a este respecto, sería oportuno recordar que, por ejemplo, en 1453 se instauró la división social del Imperio otomano en millets (comunidades religiosas) reconociéndose tan sólo a las comunidades armenias, judías, ortodoxas y suníes, quedando proscritas -por heréticas- las demás formas de vida cultural y religiosa, entre otras, la religión católica (practicada por "los Estados extranjeros enemigos del Imperio").

En este sentido, también resulta bastante elocuente la orden dictada en 1537 por el sultán Solimán I a todos los Gobiernos de su vasto imperio, según la cual debía ejecutarse a todos los infieles que osaran dudar de las palabras del Profeta. Lejos de ser algo parecido a una cosmópolis en la que las culturas convivirían pacíficamente, el Imperio otomano fue en realidad -como ha indicado el historiador J. Gil Pecharromán- "una babel de pueblos descontentos sometidos al mando de una minoría fanática de musulmanes turcos y de unos sultanes tan despóticos como reacios a todo cambio que significase progreso". Puestos a hacer sal-

vedades, y a elevar a los imperios al rango de macro-Estados de derecho, ¿por qué no tomar el ejemplo del Imperio romano? Después de todo, y a excepción de los cristianos -conminados a reunirse clandestinamente en las catacumbas so pena de morir devorados por las fieras en el circo-, conforme fueron expandiéndose por la cuenca mediterránea, los romanos se mantuvieron fieles a sus dioses, pero sin dejar de asimilar otros nuevos y compatibles con su credo politeísta.

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