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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Las elecciones de 1933

El profesor Josep Fontana, en su artículo aparecido en EL PAÍS del miércoles 15 de febrero de 2006 en su página 13 (Opinión), comete un lapsus que es muy repetido fuera y dentro del gremio de historiadores.

A saber, que en las elecciones de noviembre-diciembre de 1933 se produjo "la primera ocasión en que se rompió esta regla [que el Gobierno que convocaba las elecciones más o menos las ganaba] y en que los ciudadanos derribaron un Gobierno con sus votos". Esto se debe a la identificación del primer bienio republicano 1931-1933 con la política de Azaña y su colaboración con el PSOE. Como el resultado de las elecciones de 1933 supuso un giro a la derecha, se da por hecho la derrota gubernamental.

En realidad, esto no fue así y conviene aclararlo. Los dos Gobiernos sobre los que pivotó la convocatoria, y por tanto la "organización" de las elecciones, fueron básicamente del Partido Radical, situado en lo que podríamos llamar centro-derecha. Primero el de Lerroux de septiembre-octubre de 1933 y después el de Martínez Barrio de octubre-noviembre. Aunque el partido que más diputados obtuvo en esas elecciones resultó ser la CEDA, fue en buena medida por sus alianzas al efecto con los radicales, principales beneficiarios de los comicios. Para entender esto y hasta qué punto el Gobierno no pierde las elecciones, creo suficiente el dato de que el Gobierno de Lerroux que sale de ellas (diciembre de 1933) tenía seis ministros del Gobierno de Martínez Barrio anterior (incluido éste) y tres más del Gabinete de Lerroux que le había precedido en octubre. Es decir, un total de nueve ministros de los dos Gabinetes inmediatamente anteriores a las elecciones (de un total de 13). Yo a eso no lo llamaría "derribar" electoralmente a un Gobierno, sino a un nuevo éxito electoral siguiendo las pautas marcadas desde 1836.

El hito histórico que rompe esa tradición en España hay que reservárselo, por tanto, a febrero de 1936. Como bien afirma el profesor Fontana, al general Franco y sus colegas, como buenos tradicionalistas, no les gustó esa novedad.

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