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Columna
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"Muy duro de tragar"

Andrés Ortega

"Resulta muy duro de tragar", comentó Blair el día de 1999 en que salió de la cárcel Patrick Magee, el terrorista del IRA que en 1984 plantó una bomba para intentar asesinar a Margaret Thatcher, que mató a cinco personas en el hotel de Brighton donde se celebraba la Conferencia del Partido Conservador. Blair consideró las excarcelaciones como parte esencial del proceso de paz norirlandés. Magee hubiera salido en 2020. Las cuestiones del IRA y de ETA son muy diferentes. La primera ha involucrado a dos países, dos comunidades, y la intervención decisiva de actores exteriores, como el presidente Clinton. Además, desde entonces el 11-S, el 11-M y el 7-7 han agravado, si cabe, la percepción de todos los terrorismos. Esto no tiene por qué ser como aquello, pero algunas lecciones pueden ser provechosas.

- IRA debilitado.

El proceso de paz empezó a plantearse con un IRA debilitado, que no había perdido aún su guerra, pero sí la esperanza de imponer sus ideas por las armas. ETA está mucho más debilitada de lo que estaba entonces el IRA, pero no es seguro que haya asumido que ha sido derrotada policialmente en España y en Francia. El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 llegó tras una tregua del IRA consolidada (otra anterior se había roto). El proceso de desarme empezó en 2001, después del Acuerdo. Aún no parece haberse concluido totalmente. Hasta julio de 2005, el IRA no renunció formalmente al uso de la fuerza, y a lograr sus objetivos exclusivamente por medios pacíficos. No se ha disuelto, ni ha dejado algunas actividades, como los robos.

- Consenso. El consenso entre las dos principales fuerzas políticas británicas (conservadores y laboristas), y las tres irlandesas (Fianna Fail, Fine Gael y laboristas) fue básico. El proceso empezó con el conservador Major en Londres y pasó a su fase decisiva con el laborista Blair. No hubo fisuras de cara al acuerdo. Sin embargo, en 1999, el entonces líder conservador, William Hague, en la oposición, pidió la interrupción de las excarcelaciones por considerar que no se cumplía lo acordado.

- Sinn Fein. Londres limitó la capacidad (aparición en televisión, etc.) del brazo político del IRA, pero nunca lo ilegalizó ni detuvo a sus dos dirigentes principales, Gerry Adams y Martin McGuiness, porque los necesitaba como interlocutores. Según fuentes de los servicios antiterroristas británicos, siempre se fiaron más del segundo para controlar el IRA porque "tenía las manos manchadas de sangre". Único partido presente a la vez en la República de Irlanda y en el Norte, aspira a ser hegemónico.

- Excarcelaciones. La excarcelación de los presos por terrorismo fue uno de los elementos más controvertidos del Acuerdo. Previamente hubo algún traslado de reos de Inglaterra al Ulster y algunas excarcelaciones tras el primer anuncio de una tregua por los grupos paramilitares en 1994. Las excarcelaciones, tras una ley especial, fueron examinadas por una Comisión, lo que, en parte, fue un paripé. Empezaron después de aprobado el acuerdo de paz en referéndum. Entre junio de 1998 y hasta julio de 2000, mucho antes de que sus organizaciones renunciaran a la violencia, salieron a la calle unos 500 condenados por terrorismo antes del acuerdo, tanto republicanos como unionistas, es decir, de ambas partes, lo que facilitó su aceptación. Cuatro grupos paramilitares -el IRA Continuidad, el IRA Auténtico (responsable de la matanza de Omagh en agosto de 1998), los Defensores de la Mano Roja y los Voluntarios de Orange- no fueron susceptibles de ser liberados al no apoyar el Acuerdo.

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- Proceso de paz. Hubo concesiones políticas. Nadie ha sentido que ha perdido, ni ha ganado (la demografía, en principio a favor de los republicanos, decidirá). Se avanzó hacia una autonomía del Ulster (botella que estaba vacía) que obliga a una cooperación entre comunidades (que no ha resultado y se ha suspendido en varias ocasiones). En ocho años, la integración comunitaria no ha avanzado. Pero tampoco ha vuelto el terrorismo, que ha costado 4.000 vidas en los disturbios desde que empezaron en los 60, en una población de 1,5 millones de habitantes. aortega@elpais.es

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