El mayor olvido
Aunque parezca increíble, el olvido, los intereses económicos, y los cambios vertiginosos de la agenda de la ayuda internacional pueden hacer que la mayor crisis humanitaria del mundo pase casi desapercibida y haya permanecido en el silencio y sin respuesta desde 2004. Se trata de la República Democrática del Congo (RDC), donde un conflicto que duró desde 1998 a 2002 dejó el peor saldo de muerte desde la II Guerra Mundial: más de tres millones; y además, cientos de miles de refugiados y una cifra mayor de desplazados internos forzosos. Desde entonces, un silencio cruel y peligroso se ha cernido sobre el sufrimiento de una población que al día de hoy está sufriendo en muchas zonas la violencia producida por distintos grupos armados.
Si la RDC es la gran olvidada, la provincia de Katanga, un territorio del tamaño de Francia y situado al sureste del país, junto a la frontera con Zambia y Tanzania, lo es más aún. A finales del año pasado, los equipos sanitarios de Médicos sin Fronteras dieron a conocer los índices de mortalidad de diversos estudios realizados sobre la situación sanitaria: en muchas áreas de Katanga, la mortalidad de los niños menores de cinco años llega a superar la cifra de seis muertes por 10.000 habitantes al día, cuatro puntos por encima del índice considerado como indicativo de una emergencia humanitaria.
La RDC volvió a estar en las páginas de algunos medios desde que el pasado mes de enero la revista médica The Lancet mostraba unas escalofriantes cifras de violencia y mortalidad. Es un conflicto oficialmente acabado, pero el número de víctimas directas e indirectas cuadruplica ya las del genocidio de Ruanda. A finales de ese mes, se llamó la atención sobre la crisis de Katanga durante la reunión previa del Consejo de Seguridad de la ONU y, más recientemente, el 13 de febrero, una reunión conjunta de la Comisión Europea y de la ONU convocó a más de 40 países donantes con el objetivo de incrementar la ayuda humanitaria a este país destrozado por la violencia, la mortalidad y el desplazamiento. Es hora de que se considere la situación de Katanga como una emergencia de proporciones enormes y no se relegue a un conflicto de tercer orden como hasta ahora, dejándose llevar por un discurso oficial que habla de una transición democrática de relativa estabilidad en la zona.
La violencia en el centro y norte de Katanga ha obligado a más de 100.000 personas a huir de sus hogares y buscar refugio durante los últimos 12 meses, a causa de un operativo militar que persigue a las guerrillas de autodefensa, llamadas Mai Mais. Pero ambos grupos armados causan todo tipo de agresiones y saqueos continuos. Los civiles que huyen precisan urgentemente de un techo, asistencia sanitaria y nutricional.
Con independencia de la evolución del proceso de transición a la paz en el resto del país, las cifras de desplazamiento y mortalidad en Katanga hablan por sí mismas. La situación actual está muy lejos de poder ser considerada como de transición al desarrollo. La inseguridad reinante en el terreno, los constantes movimientos forzados de población y los preocupantes indicadores sanitarios seguirán obligándonos a catalogar como una emergencia la actividad humanitaria en la región. Y de momento no hay suficientes respuestas.
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