Al buey por el asta, al hombre por la palabra
En estos días habrán visto que el Consejero de Obras Públicas, así como la mayor parte de organizaciones empresariales, incluidas las relacionadas con el mundo del transporte, se rasgaban las vestiduras porque, al parecer, se acababan de enterar que la Comunidad valenciana quedaba fuera de los planes de inversión europeos en materia ferroviaria.
Por exponer exactamente esta situación, hace hoy exactamente ¡2 años y tres meses!, recibí a las pocas horas la descalificación de la Generalitat Valenciana. Ello ocurrió en la tarde del mismo domingo, 16 de noviembre del 2003, en el que el EL PAÍS se había hecho eco de mi informe, fue entonces cuando mi Gobierno autonómico sacó una nota oficial en la que el consejero de Obras Públicas, José Ramón García Antón, salia al paso de aquel análisis y aseguraba que: "La línea se está construyendo, tiene financiación asegurada y se encuentra entre los proyectos prioritarios de redes transeuropeas, lo que constituye una vía de apoyo preferente de los fondos europeos". El consejero, no se quedo en el supuesto desmentido y atacó: "Resulta paradójico que nunca el Instituto de Robótica haya emitido un informe en positivo del AVE, que nunca sus estudios hayan aportado nada nuevo y que, en todos estos años, sus comunicados hayan sido críticos sin contenido a un proyecto que, a su pesar, no tiene vuelta atrás".
Evidentemente el abajo firmante no tenía otro camino; empaquetar, dejar de firmar contratos de colaboración con las administraciones municipales, autonómicas y estatales y marcharme poco a poco de las responsabilidades como responsable de proyectos (por si alguien le interesa, perder unos 3.000 Euros brutos al mes) pues con el PP en el poder, el añadido a la nota, era un aviso que debía quedar en el ámbito personal y nunca en el institucional. "Al buey por el asta, al hombre por la palabra", fue el argumento que le transmití a mi rector, cuyo silencio comprendí. Se trataba de recuperar la libertad de poder discutir con mi Gobierno autonómico sobre quién o cuándo faltaba a la verdad, sin tener que involucrar más a la institución que me da de comer. Hoy puedo decir ligero de equipaje, que la Generalitat Valenciana entonces podía estar equivocada, pero ahora es sencillamente un agente de encanallamiento que los valencianos no merecemos.
Dije entonces, en el 2003, que la Comisión Europea dejaba al Ministerio de Fomento español la responsabilidad de acabar en los plazos previstos (2010, según ya decía, con razón, el propio ministerio de Álvarez Cascos) la línea de alta velocidad Madrid-Comunidad Valenciana, 950 kilómetros de vías, ya sean nuevas o renovadas, con un coste económico superior al billón de las antiguas pesetas.
Ignoro lo que hubiera hecho el PP de haber ganado las elecciones de marzo de 2004, hoy sí sé lo que hecho el ministerio de Fomento del gobierno actual y por ello me atreví a exigirle a Zapatero (ZP mojate, EL PAÍS, 15-I-2006) que se comprometiera para que en el 2010 estuviera en funcionamiento la Línea de Alta Velocidad, Valencia- Madrid.
Si las coronarias te respetan, el tiempo además de dar y quitar razones, permite saber un poco mas del rigor y del talante democrático de las personas y de las instituciones. Hoy solo queda expresar la poca satisfacción moral que da, y la mucha desazón política que produce, que quien te descalificó hace 27 meses, asuma tus argumentos dos años más tarde, cuando el Gobierno de Madrid ha cambiado en estos meses. Quiero pensar que entonces era una cuestión de pura ignorancia, pues de lo contrario no puedo pensar que haya tanto ingeniero, carente de rigor, elegido democráticamente.
Gregorio Martín es catedrático de Ciencias de la Computación de la Universidad de Valencia.
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