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Reportaje:

Profesionales del cuidado

Un estudio analiza el desgaste físico y psicológico de los que velan por pacientes dependientes

Hubo un día en que Mercedes Monje dijo "no puedo más". Su madre, que sufría demencia, desbarató cajones y armarios en busca de unos zapatos de color rosa de manga corta. No había manera de explicarle que aquel objeto imposible no existía. No le convencían tampoco las lágrimas de su hija quien, desesperada, no encontraba formas de aplacar aquel rastreo sin sentido. El absoluto cansancio físico y psicológico que padeció Mercedes mientras cuidaba a su madre, ya fallecida, encontró un consuelo en la ayuda que le prestó su enfermera de enlace, Olga Pérez, quien junto a otras colegas de profesión, ha impulsado un estudio para detectar con mayor rapidez el desgaste que sufren los cuidadores de pacientes con alta dependencia, que dedican gran parte de su tiempo a velar por la salud de sus seres queridos.

Cuando una ambulancia acude para atender a un paciente de avanzada edad o que sufre algún impedimento para valerse por sí mismo, las enfermeras detectan pronto que en ese hogar hay más personas que sufren. La coordinadora de cuidados y servicios del 061, Mónica Rodríguez, habla siempre en femenino para referirse a los que velan por los pacientes dependientes. "Las llamamos cuidadoras porque casi todas son mujeres". Estudios previos han determinado que el perfil medio es el de una mujer de unos 57 años, con estudios primarios, sin trabajo remunerado y que padece trastornos en su salud, muchos de ellos, derivados de ese rol de cuidadora: dolores de espalda, de las articulaciones, de cabeza. Pero la principal consecuencia es la psicológica, que se puede traducir en depresiones, estrés o ansiedad.

Por esta realidad plasmada día a día con casos reales, un equipo de 10 enfermeras y enfermeros de Cádiz decidieron emprender una investigación que permitiese conocer con precisión en qué situación se encuentran estas cuidadoras, enumerar sus problemas, detectarlos con rapidez y, sobre todo, ofrecerles soluciones. El estudio se encuentra en la fase de recogida de datos. Cada vez que se atiende un caso de una cuidadora principal con un paciente mayor de 65 años a su cargo, los profesionales sanitarios le realizan un breve test con sencillas preguntas para calibrar el nivel de dependencia y realizar un primer diagnóstico del cansancio. Este test se amplía días más tarde con otro más detallado que realiza, mediante cita, una enfermera de enlace, una figura creada desde el Plan de atención a la familia para mejorar la comunicación entre pacientes y el sistema de salud.

"Lo que tenemos que hacer es agudizar la mirada enfermera", asegura Mónica Rodríguez. La que permite observar, detrás de cada caso médico, una realidad de seres humanos. Una realidad como la de Mercedes quien vio como, progresivamente, su madre iba olvidando los nombres de los objetos más comunes, o como iba perdiendo fuerza en las piernas hasta no sostenerse ni siquiera en el andador. "La vida te cambia. Y si no tienes dinero para pagar una ayuda externa tienes que dedicarle todo tu tiempo", explica. Cuando vio que no podía más, Mercedes contactó con Olga, su enfermera de enlace, quien le explicó que tenía derecho a una silla de ruedas o le reveló que una pegatina en su tarjeta sanitaria le podría ahorrarse colas en el médico, que, por su madre, no tenía tiempo de esperar. "Muchas cuidadoras no saben los medios que les da el sistema de salud. Muchas no saben ni leer ni escribir y creen que dedicar toda su vida a cuidar a su padre o su marido es el papel que tienen que asumir sin más".

El equipo de enfermería de Cádiz responsable de este estudio, financiado por la Consejería de Salud y el Instituto Carlos III, se muestra especialmente satisfecho por la alta colaboración de sus compañeros y el respaldo de sus superiores. "Es el lado humano de la salud", asegura la coordinadora de enfermeras. Mercedes, a su lado, asiente. "Cuando ya no puedes más, una simple mano que te toca la espalda para animarte, te sirve para salir adelante". Los resultados del estudio contribuirán a que las manos enfermeras encuentren más fácilmente espaldas a las que reconfortar.

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