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Análisis:ANÁLISIS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La ausencia de Francisco Camps

El Congreso de los Diputados aprobó el pasado jueves la reforma del Estatut d'Autonomia. Un hecho "histórico", "un éxito colectivo de todo el pueblo valenciano", el muro que separa a los buenos ciudadanos de los malos. "Quienes están en contra del nuevo Estatut es porque no creen de verdad en la Comunidad Valenciana ni en España". Todo eso, y más, ha proclamado a los cuatro vientos el presidente de la Generalitat, cuya tendencia a inflamarse en su propia retórica es cosa sabida.

Sorprendentemente, un romántico del valencianismo como él, tan dado a convertir cada anécdota en hecho histórico y cualquier fecha en efemérides digna de celebración, prefirió inaugurar un instituto en Chelva (Los Serranos) a estar presente en el hemiciclo de la madrileña Carrera de San Jerónimo, celebrando la aprobación del Estatut. La ausencia del presidente no es baladí; ni la de la segunda autoridad institucional valenciana, el presidente de las Cortes; ni la frialdad del ex presidente de la Generalitat y portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Eduardo Zaplana. Los tres, más allá de sus coincidencias (Zaplana y De España) y de sus discrepancias (Camps frente a los otros dos), prestan, con matices, obediencia debida a la estrategia política de la dirección nacional del PP que apostaba por el fracaso del Estatut valenciano y provocar un efecto dominó en el resto de las autonomías, retirándose de todas las comisiones en las que se debaten las distintas reformas estatutarias. Se entiende que Camps no estuviera para celebraciones distintas de la protocolaria inauguración de un instituto; pero es muy probable que le hubiera gustado estar en Madrid.

Víctima de la estrategia del PP, a Camps sólo le queda el victimismo
Cuando el delegado del partido se impuso al presidente, acabó la vía valenciana

En este punto vale la pena preguntarse cuál es el Camps de verdad. ¿El del verbo retórico inflamado de valencianismo o el sumiso acólito de Madrid? Probablemente ambos. Pero el temor que siente en ser calificado de "nacionalista" (?) por los suyos le fuerza a construir un rancio discurso de "sano regionalismo", que le conecta con una concepción del españolismo muy anticuada. Todo un drama para quien quiso ser el Jaime I del siglo XXI.

Un repaso somero de su trayectoria desde que llegó al más alto cargo institucional de la Comunidad Valenciana concluye que el dilema que sostuvo quien quería ejercer de presidente de todos los valencianos con el aparatchik que le llevó al poder, se solucionó en beneficio del segundo. Tanto es así que en el reciente mitin del PP en la Feria de Valencia, Camps le dijo a Mariano Rajoy: "Nos comprometemos a gobernar para que te luzcas donde vayas".

Aplastado por la estrategia de su partido Jaime (Camps) I desapareció y con él cualquier posibilidad de llevar adelante una política diferenciada de la marcada a toque de silbato desde la calle Génova. El drama del presidente de la Generalitat: disfrazar su más íntima personalidad política para evitarse broncas internas, es el drama de otros muchos, aunque para nada comulguen con su ideario. En el momento en que el delegado del PP en la Comunidad Valenciana se impuso al presidente, desapareció por el sumidero la vía valenciana que inauguraba el Estatut. La renuncia explícita a utilizar la cláusula que lleva su nombre -la teórica garantía de que nadie sería más que los valencianos- demuestra el grado de renuncia a ejercer cualquier autonomía política. Hasta el rechazo a una fórmula de financiación, claramente beneficiosa para este país, evidencia que los intereses partidistas se han impuesto a los intereses generales. Una propuesta, por cierto, que realizó en su día Eduardo Zaplana en su libro El acierto de España y que contó con las bendiciones de Rodrigo Rato.

Renuncia tras renuncia (la del uso del valenciano, ¡ay!), Camps se confunde con la grisura de su partido, que ha hecho de la falsedad una estrategia de la gestión. El valencianista quedó en regionalista y éste en nada. Víctima del PP a Camps sólo le queda el victimismo. Intuyo que a él tampoco le gusta el papel que le toca representar.

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