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Reportaje:EL PAÍS | MOZART

Con criterios históricos

Por 2,95 euros, EL PAÍS ofrece el lunes conciertos para piano, el martes arias de voz y el miércoles sonatas para violín y piano

La interpretación musical ha tenido especialmente en las últimas décadas una historia paralela a la de la creación. Si esta última iba, como es natural, en orden cronológico partiendo de la evolución en el tiempo de los compositores, la de la interpretación ha mirado hacia atrás buscando reconstruir la música del pasado tal como se hacía en el momento en el que fue compuesta. Se ha insistido en los sonidos con instrumentos de época o reconstrucciones de los mismos y se ha buceado en las técnicas interpretativas para conseguir unas recreaciones lo más fieles posibles a las originales.

El movimiento se ciñó al principio al campo de la música antigua, pero ha ido ganado terreno de forma imparable incorporando incluso a los siglos XVIII y XIX. Mozart entra de lleno en ese proceso. Algunos consideran las interpretaciones con criterios históricos las más avanzadas desde el punto de vista actual, e incluso conceptual. Otros se oponen lamentándose de la renuncia a los instrumentos más evolucionados. El clave o el fortepiano, por ejemplo, disminuyen para muchos la riqueza de sonido y las posibilidades musicales frente al piano moderno, pero para otros suponen un signo de autenticidad. Es cuestión de prioridades. La colección de EL PAÍS incorpora las dos grandes líneas estilísticas de la interpretación. Casualmente, esta semana se produce una hegemonía de las lecturas historicistas o de época.

Mañana lunes se puede adquirir un libro-disco dedicado a conciertos para piano, con Patrick Cohen al fortepiano y Christophe Coin dirigiendo al Ensemble Baroque de Limoges. Una interpretación "historicista" pura y dura pero de una calidad y nivel artístico excepcionales. No es el único número de la colección dedicado a la importante serie de los conciertos para piano y orquesta dentro de la producción global de Mozart. En el primer volumen ya se contemplaban tres de ellos con Maurizio Pollini y la Filarmónica de Viena, es decir, se enfocaban desde una perspectiva del sonido y la interpretación evolucionada o moderna. Un buen "ejercicio de estilo", que diría el escritor francés Queneau, es el derivado de la comparación. Tómense dos conciertos del mismo año de Mozart -el 20 en re menor K466 y el 21 en do mayor K467, ambos de 1785, cuando el compositor tenía 29 años- y escúchense el primero por Pollini y el segundo por Cohen. Los dos conciertos son bellísimos -el 21 es el que posee el famoso andante que Bo Widerberg incorporó a la película Elvira Madigan, con lo que a veces se le añade este sobrenombre- y las dos interpretaciones son antológicas, cada una a su manera. Sea cual sea su elección, la opción escogida es estupenda, y si se inclina por las dos, pues tiene usted doble fortuna. El concierto 21 llevado por Patrick Cohen y Christophe Coin está acompañado del 9 en mi bemol mayor K271. Es de 1777 y está dedicado a la pianista Mme. Jeunehomme, origen de que se le conozca a veces por este nombre.

Frans Brüggen pone a la Orquesta del Siglo XVIII en funcionamiento para acompañar a la soprano Cyndia Sieden en una selección de arias de concierto. Brüggen comenzó de flautista aunque en la actualidad es uno de los patriarcas de la dirección orquestal al estilo de la época. Blas Matamoro sitúa el aria de concierto como "hermana gemela" del aria de ópera. Entre escenas dramáticas y arias de concierto, Mozart escribió unas tres docenas, aunque si se incluyen algunas arias alternativas o de difícil clasificación el número puede ascender a medio centenar, tal y como señalan algunos prestigiosos historiadores. Las ocho arias incluidas en este compacto son de la década comprendida entre 1778 y 1788 y fueron escritas para la soprano Aloysia Weber, una mujer por la que Mozart se sintió atraído. Un flechazo, vamos.

El miércoles es el turno de las sonatas para violín y piano, con tres muestras que cubren un arco de seis años, de 1781 a 1787. Mozart impulsó el diálogo de los dos instrumentos de igual a igual. La modalidad violín-piano ha experimentado una considerable revalorización en los últimos años. La opción elegida para la interpretación es de la escuela Anima Eterna, grupo que dirige Jos van Immerseel, aunque en esta ocasión ejerce de fortepianista, contando con la colaboración al violín de la concertino del grupo, Midori Seiler, nacida en Osaka de padre bávaro y madre japonesa. Las interpretaciones son de nuevo historicistas al pie de la letra, algo que está en la filosofía básica de estos instrumentistas hagan lo que hagan. La grabación es de mayo de 2000.

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