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Un ex jefe de la CIA acusa a Bush de manipular datos para justificar la guerra

La Casa Blanca acomodó los informes sobre las armas a su decisión previa de invadir Irak

Paul R. Pillar, que se encontraba al frente del Departamento del Próximo Oriente y Sur de Asia de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) entre 2000 y 2005, escribe en la edición de la revista Foreign Affairs que se pone hoy a la venta, que la Casa Blanca seleccionó a su conveniencia los informes de espionaje y desatendió indicaciones de los expertos en el proceso de justificación de la guerra de Irak. "Lo que el Gobierno quería era vincular Irak con la guerra contra el terrorismo y la amenaza que los estadounidenses más temían para capitalizar el sentimiento nacional posterior al 11-S".

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"El problema más grave que tiene hoy el espionaje de EE UU es que su relación con el proceso de elaboración de la política está roto y necesita urgentemente una recomposición", asegura Pillar, que ahora da clases en la Universidad de Georgetown. Aunque los problemas vienen de lejos, el momento de la verdad, para el antiguo mando de la CIA, fue en vísperas de la guerra de Irak: "Quedó claro que las decisiones más importantes relacionadas con la seguridad nacional no se basaban en los análisis de los responsables de inteligencia, que los datos se usaron mal públicamente para justificar decisiones que ya se habían tomado, que se estableció una relación perjudicial entre políticos y responsables de inteligencia y que la propia labor de la comunidad de inteligencia se politizó".

La Casa Blanca y, personalmente, George W. Bush, han dicho en varias ocasiones (cada vez que ha surgido la denuncia de la selección interesada de inteligencia) que el Gobierno no estuvo sólo al creer que Sadam tenía armas de destrucción masiva. "Tienen razón: era una percepción compartida por el Gobierno de [Bill] Clinton, los demócratas del Congreso y la mayor parte de los Gobiernos y los servicios de inteligencia occidentales. Pero, sin querer, señalan dónde estaba el problema real: la inteligencia que había sobre los arsenales iraquíes no fue lo que determinó su decisión de ir a la guerra", escribe Pillar, que añade que la decisión se tomó "por el deseo de sacudir las escleróticas estructuras de poder en Oriente Próximo y acelerar la expansión de posiciones políticas y económicas más liberales en la zona".

En defensa de la agencia, vapuleada en los últimos años por las acusaciones interesadas de no haber anticipado los atentados del 11-S y no haber valorado correctamente el estado de los arsenales iraquíes, Pillar escribe que antes de la invasión la CIA ya dijo que el camino a la democracia en Irak sería "largo, difícil y turbulento", además de advertir de que una fuerza de ocupación sería hostigada a no ser que se lograra imponer la seguridad y la recuperación económica. Los informes sobre la capacidad nuclear de Irak, añade, decían que le quedaban "años" para desarrollar el arma; y el empeño de la Administración por vincular a Bin Laden con Sadam "no reflejaba ninguna aportación de los responsables de inteligencia".

Pillar rechaza las declaraciones del vicepresidente Dick Cheney sobre "las incertidumbres" del espionaje y condena también que el presidente Bush hablara en 2003 de los intentos de Irak de comprar uranio en Níger "cuando los analistas habían puesto en cuestión la credibilidad de esos informes".

"Atmósfera envenenada"

Las críticas de Pillar (que dice que en la CIA se trabajaba en aquellos momentos "en una atmósfera envenenada") son más importantes que las anteriores por el puesto que ocupaba y por su testimonio: a pesar de estar al frente de todo lo relacionado con el espionaje en Oriente Próximo, la primera petición que recibió "del Gobierno para hacer una valoración sobre Irak fue un año después de la guerra". Si se podía derivar alguna implicación de lo que los analistas pensaban, concluye, era la de "evitar la guerra o prepararse para una complicada posguerra; lo más notable de la inteligencia antes de la guerra no es que fuera equivocada e indujera a engaño a los políticos, es que jugó un papel muy pequeño en una de las decisiones políticas más importantes de Estados Unidos en épocas recientes".

Pillar deja de nuevo al descubierto la guerra sin cuartel entre buena parte del aparato y de los mandos de la CIA y la Administración, especialmente el vicepresidente Cheney y el secretario de Defensa, Rumsfeld, pero no sólo ellos: el senador John McCain llegó a hablar de "agencia sin control". El nombramiento de Porter Goss al frente de la CIA en 2004 tuvo como objetivo llevar a cabo una purga, según el juicio de diversos expertos. Pillar opina lo mismo y pide un debate público sobre la relación entre políticos y analistas y una reorganización no partidista de las agencias de información.

Paul Pillar presta juramento ante el Congreso de EE UU en 2002.
Paul Pillar presta juramento ante el Congreso de EE UU en 2002.AP

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