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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Posturas opuestas

Timothy Garton Ash

Quiénes son ahora los "monos cobardes y amantes del queso"? El presidente francés, Jacques Chirac, dice que los Estados descontrolados cumplen los requisitos para poner en práctica la doctrina francesa sobre la posibilidad de respuesta mediante el uso de su arsenal nuclear. Al mismo tiempo, el Gobierno de Bush trata con delicadeza a un régimen revolucionario iraní que se dispone a nuclearizarse. Es decir, da la impresión de que ahora son los franceses quienes proceden de Marte y los estadounidenses de Venus. Cómo cambian las cosas en cuatro años. Cuatro años y unas cuantas heridas obtenidas en Irak.

Es verdad que el presidente Bush tuvo palabras duras para Irán en el discurso sobre el estado de la Unión pronunciado esta semana. Pero su tono fue muy distinto al del discurso de 2002, poco después de los atentados terroristas del 11 de septiembre, cuando decidió arbitrariamente unir a Irak, Irán y Corea del Norte en un "eje del mal". Ahora dice que "el mundo no debe permitir que el régimen iraní obtenga armas nucleares". El mundo, fíjense, no Estados Unidos. ¿Pero cómo va a hacer el mundo para evitarlo? Por ahora, la única respuesta seria de Washington es: mediante la diplomacia multilateral, preferiblemente a través de la ONU. ¡Bienvenido al club de los euroenclenques, señor presidente!

La Casa Blanca insiste en que Bush no puede descartar la vía militar, pero responsables de la Administración han dejado claro que Irán no es Irak
El mundo se enfrenta a un grave problema de proliferación nuclear, e Irán se ha convertido en un caso fundamental para ponernos a prueba
Hagamos lo que hagamos respecto a Irán, lo que se necesita es un nuevo sistema internacional para la supervisión e inspección de instalaciones atómicas

Por supuesto, la Casa Blanca insiste en que el presidente nunca puede descartar la vía militar. Pero varios responsables de la Administración han dejado claro que Irán no es otro Irak, y los analistas militares coinciden en que entre las opciones para atacar las instalaciones nucleares iraníes no existe ninguna buena, sólo las hay malas o peores. El fin de semana pasado, en el Foro Económico Mundial de Davos, tuve la oportunidad de hablar de dichas opciones con uno de los principales expertos estadounidenses en el aspecto militar de las relaciones con Irán, Kenneth Pollack. Muchos comentaristas sugieren que es posible que EE UU deje en manos de Israel el trabajo sucio de retrasar el programa nuclear iraní mediante unos cuantos bombardeos aéreos. Pollack asegura, con argumentos convincentes, que a Israel le resultaría extraordinariamente difícil hacerlo, incluso aunque quisiera.

Israel posee pocos aviones capaces de operar eficazmente a esa distancia. Hay muchos sitios posibles en los que los mulás pueden estar ocultando su material nuclear. Después de los primeros ataques, el factor sorpresa dejaría de existir. A partir de ese momento, los aviones tendrían que enfrentarse a las defensas antiaéreas iraníes para poder bombardear, un esfuerzo considerable. Y existe la posibilidad de que Irán ejerciera represalias, por ejemplo, animando a Hezbolá a cometer atentados terroristas en Israel. Dado que los jefes militares israelíes dicen que lo que más temen de Irán no es que el Gobierno de Teherán tenga la bomba nuclear (ellos también tienen una con la que ejercer presiones disuasorias), sino que dé carta verde a Hezbolá, los ataques aéreos podrían tener las consecuencias que pretendían evitar.

Todo esto no quiere decir que, al final, Israel no hiciera el trabajo si pensara que estaba en peligro su seguridad y su propia existencia. Pero, desde el punto de vista militar, EE UU es el único país con alguna probabilidad de lograr los resultados técnicos deseados (es decir, retrasar el programa de fabricación de armas nucleares para varios años). Y sería un éxito técnico con un coste inmenso. Las instalaciones nucleares están muy extendidas, mucho más allá de los centros conocidos en Ispahán y Natanz, por lo que es prácticamente inevitable que hubiera "daños colaterales"; en otras palabras, la muerte de ciudadanos inocentes. Ello engendraría una oleada de solidaridad patriótica con el régimen teocrático en Irán, incluso entre los jóvenes que se oponen ferozmente a los mulás, y otra oleada de reacciones en todo el mundo, sobre todo entre los musulmanes. No es extraño que a Washington no le guste mucho la idea.

Una partida de ajedrez

Hace cuatro años, en vísperas de la guerra de Irak, pareció que presenciábamos un partido de fútbol americano, rápido y explosivo. Con Irán vamos a ver una larga partida de ajedrez. La reunión de la junta de gobierno del Organismo Internacional de la Energía Atómica (el casi impronunciable OIEA), iniciada esta semana, tendrá su continuación a principios de marzo y, casi con toda certeza, estará de acuerdo en remitir el caso de Irán al Consejo de Seguridad de la ONU. Así lo aprobaron el Reino Unido, Francia, Alemania, Estados Unidos, Rusia y China en una fructífera reunión celebrada a principios de semana en Londres. Los representantes rusos y chinos han ido a Teherán para transmitir el mensaje al Gobierno iraní. Lo mismo hizo Jack Straw en una entrevista con el ministro iraní de Exteriores.

Aunque el caso se remita a la ONU, seguramente habrá medidas nuevas y complejas antes de imponer sanciones. No está nada claro qué sanciones aprobarían China y Rusia. Esta partida de ajedrez persa tiene muchas dimensiones y ejemplifica la realidad de un mundo multipolar. El presidente iraní, Mohammed Ahmadineyad, denuncia los ataques de "las falsas superpotencias", pero la verdad es que son grandes potencias distintas y con intereses variados. E incluso aunque aprueben las sanciones, es posible que éstas no impidan al régimen iraní seguir adelante con su programa nuclear, de forma abierta o encubierta. Por suerte, los expertos nucleares calculan que Irán tardará de tres a ocho años en llegar al momento en que pueda decidir si se lanza a por todas en la construcción de su capacidad armamentística nuclear.

Ese calendario tiene una importancia especial para la política estadounidense. Si se preguntan por qué el Gobierno de Bush está siendo tan moderado en este asunto, "más europeo que los franceses", una respuesta cínica podría ser que sabe que el momento de la verdad no le va a tocar a él. Si se preguntan por qué tanto John McCain como Hillary Clinton, dos favoritos para las próximas elecciones a la presidencia de EE UU, mantienen una postura tan dura, ese mismo cínico podría contestar que son conscientes de que el momento de la verdad llegará seguramente a partir de 2009, cuando ya se haya producido el relevo.

Mientras tanto, conviene dejar de pensar en Irán sólo a través del prisma de nuestra actitud respecto a Estados Unidos, como hicieron tantos europeos en el caso de Irak. Lo cierto es que, independientemente de lo que haga o deje de hacer Washington, el mundo se enfrenta a un grave problema de proliferación nuclear, e Irán se ha convertido en un caso fundamental para ponernos a prueba. El responsable del OIEA y premio Nobel de la Paz, Mohammed el Baradei, dijo en Davos: "El sistema actual para evitar la proliferación de armas nucleares está agotado, fracasado". El Tratado de No Proliferación Nuclear no está a la altura de la tarea, y, a menudo, sólo se tiene en cuenta para infringirlo. La acusación más significativa que se hace a potencias nucleares establecidas como EE UU y Reino Unido es la de la doble moral: ¿por qué existe una norma para ellos y otra para el resto? O, para precisar aún más: ¿por qué existe una norma para Irán y otra muy distinta para Israel e India? Decir que "es porque son unas democracias responsables" suscita otra pregunta: "¿Quién decide qué Estados son democracias responsables?". Y, en cualquier caso, Pakistán no lo es.

De modo que, hagamos lo que hagamos respecto a Irán, lo que necesitamos es un nuevo sistema internacional para la supervisión e inspección de instalaciones nucleares en todos los países del mundo. Debe ser un sistema explícito, coherente y administrado por lo más parecido que tenemos a un árbitro mundial, Naciones Unidas. Para que tenga credibilidad, las potencias nucleares tradicionales como el Reino Unido y EE UU tendrán que someterse al mismo régimen de supervisión e inspecciones que todos los demás países. "¡Estados Unidos nunca estará de acuerdo en eso!", dirán ustedes. Con el Gobierno actual y el estado de ánimo actual, no. Pero la postura estadounidense respecto a Irán y el tono del discurso sobre el estado de la Unión de esta semana demuestran que Bush ha cambiado mucho. En 2009, Washington podría haber cambiado todavía más. Si queremos quedarnos con un mensaje de esperanza en este sombrío escenario, recordemos el comentario de Churchill de que, normalmente, uno puede contar con que EE UU, al final, actuará como es debido... una vez que haya agotado todas las alternativas.

www.timothygartonash.com. Traducción de M. L. Rodríguez Tapia.

El presidente estadounidense, George Bush, durante el mensaje al Congreso sobre el estado de la nación.
El presidente estadounidense, George Bush, durante el mensaje al Congreso sobre el estado de la nación.REUTERS

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