La A-1 también existe
Cada mañana, de lunes a viernes, a las siete, pongo la radio. Me gusta estar informada. Escucho las noticias y las correspondientes conexiones con la Dirección General de Tráfico sobre el estado de las carreteras. ¡Asombroso: la A-1 no existe! De vez en cuando, pequeñas retenciones en la cuesta de los Dominicos, a la altura de Alcobendas; lo normal. Vivir en la A-1 es jauja. ¡Señores, aquí no hay atascos! Compren ustedes una casa en cualquier pueblo de esta nacional, en cualquiera de esos pueblos que están siendo víctimas del feroz urbanismo, porque tras escuchar día a día los múltiples kilómetros de atascos en la A-6, en la A-2, etcétera, cualquiera pensará que la A-1 es el paraíso circulatorio.
La realidad, aunque los señores de la DGT no se sabe por qué razón no la mencionan, son kilómetros de atascos prácticamente a diario, en plena hora punta, y conductores con cara de circunstancias al volante.
El lunes 30 de enero, la carretera estuvo cortada a la altura de El Molar (kilómetro 42) por un accidente. Desde el 46, o sea, para recorrer cuatro kilómetros, tardamos 45 minutos. Pero la DGT, en las múltiples conexiones, ni mu. Se hablaba de los problemas en la M-40, en la A-2, en la A-6, en la carretera de Colmenar...
Sí, también podríamos dejar el coche en casa y utilizar el transporte público. El jueves 26 de enero, el autobús que pasa a las 7.15 por La Cabrera (a 57 kilómetros de Madrid) y que viene de Buitrago llegó a las 9.30 a la plaza de Castilla, pero ese día tampoco había atasco en la A-1. Claro, después coja usted el metro y llegue a su trabajo a las 10.00 o 10.30 y mire la cara de su jefe.
Señores de la DGT, sean realistas e informen como es debido. Por la A-1 también circulamos madrileños que tenemos que trabajar y que nos gusta estar informados de dónde nos vamos a encontrar el atasco, si en el kilómetro 30, el 25 o el 18. En la A-1 no tenemos tren de cercanías, ni bus-VAO, ni frecuencia en los autobuses públicos cuando vivimos más allá de lo que son los municipios grandes. Pero también somos madrileños, que pagamos nuestros impuestos, que trabajamos y que tenemos que cumplir un horario.
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