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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Arte en la era digital

Como bien apunta el organizador de unas jornadas sobre el tema y compilador de este libro, Simón Marchán, la cuestión de la diferencia entre lo real y lo virtual -o entre la realidad y la apariencia, que es como se conoce este asunto desde siempre- es tan vieja como su primera tematización conocida, en la obra de Platón. La novedad estaría en que a la "apariencia" que preocupaba a los metafísicos de toda la vida se la llama ahora "lo virtual", tras haberla traducido o interpretado, con mayor o menor pericia, al uso del lenguaje de los iconos mediáticos y los simulacros digitales que, desde los años ochenta a esta parte, se han multiplicado en forma exponencial por efecto de la pujante tecnología cibernética.

REAL / VIRTUAL EN LA ESTÉTICA Y LA TEORÍA DE LAS ARTES

Simón Marchán (compilador)

Paidós. Barcelona, 2005

272 páginas. 18 euros

Así pues, en lugar de las sombras en la Caverna platónica tenemos efectos especiales y, como subproducto, nuevas metáforas interpretantes, como las que sugiere a Slavoj Zizek la pretenciosa (e insufrible) alegoría de la película The Matrix. En lugar de Edipo o el Golem, la agonía del cyborg en la sobredimensionada Blade Runner, esa obra maestra del cine publicitario; y en vez de la angelología medieval, la reflexión sobre los Inmateriales de Lyotard, con Virilio oficiando de san Agustín posmoderno. Pero a los que nos vamos haciendo mayores, estas cuestiones nos parecen las mismas de siempre y la "nueva" manera de abordarlas, gato por liebre; cuando mucho, un síntoma de la fascinación técnica que caracteriza a nuestra época, no muy distinta -por otra parte- de aquella obsesión de los primeros modernos por los autómatas y los relojes, sólo que el estilo de su metafísica ha cambiado: la de ahora es de cómic.

Si bien una sombra chinesca

no es menos virtual (o real) que Lara Croft, uno esperaba que las ponencias de las mencionadas jornadas analizaran la índole actual de la diferencia ontológica que distingue a la una de la otra, por contraste, digamos, con las ideas del obispo Berkeley. Pues no. En este volumen casi todos redundan en que se ha producido una revolución por efecto de las "nuevas tecnologías", cuyos efectos sociales, culturales, políticos e institucionales se extienden en describir. Se apunta la necesidad de un nuevo humanismo (Molinuevo) o de una estética participativa (Sánchez Vázquez), se aboga por el retorno de lo social y sus sujetos (García Canclini), se explica cómo ha cambiado el museo (Brea), el lenguaje del arte en la web (Oliveras), la arquitectura (Bragança), la identidad cultural (Richard), el papel del artista (Fajardo) y el escenario urbano (Brissac). O sea, se hace sociología del arte. Tan sólo Fontcuberta, cuando aborda el paisaje fotográfico, y Ocampo, cuando recorre minuciosamente la obra de algunos artistas contemporáneos comparándola con la intervención sobre lo real en el arte primitivo, hacen casuística reflexiva de la neorrealidad de lo virtual, aunque es inexplicable que la edición no incluya alguna ilustración de sus respectivos textos.

Y en cambio, debería habérsele llamado la atención a Piscitelli, quien comienza su Filosofía pática con uno de los mayores desatinos que he leído en los últimos tiempos, que aparece en la página 223: "Entre el libro y la imagen hay algo más que una lucha a muerte. Por eso la maravillosa película Blade Runner, rodada por Ridley Scott en el año 1982 es mucho más actual que las elucubraciones de Immanuel Kant".

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