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CRÍTICA LITERARIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Soy un hombre solo’, de Joan Vinyoli: poemas de una cercanía poderosa y extraordinaria

La excelente edición de esta antología acerca al lector la “santa locura del cántico” con la que el poeta catalán afrontó el reto de las palabras

El poeta catalán Joan Vinyoli, en el zoológico de Barcelona, en 1976.
El poeta catalán Joan Vinyoli, en el zoológico de Barcelona, en 1976.Ramon Manent (Album)

La obra de Joan Vinyoli (1914-1984), uno de los mejores poetas catalanes del siglo XX, son 14 libros que van desde el primero, Primer desenlace (1937) hasta Paseo de aniversario (1983), que fue el que le dio a conocer a los castellanohablantes de mi quinta porque, por ese libro, le dieron el Premio Nacional de Poesía. Caímos rendidos —yo al menos— ante su categoría, todo meditación serena y clara aunque, a la vez, profunda, como quería Nietzsche que fueran las aguas (y los estilos, también los filosóficos, como el suyo). Por tanto, 46 años de entrega a una causa, que es “la santa locura del cántico”, como dice Vinyoli, pero sin ínfula altanera, con una naturalidad conmovedora, como todo lo que escribió, siempre verdadero y auténtico.

Aunque los más expertos nos avisan de dos épocas en toda su trayectoria, el lector sin mayor bagaje que su entrega como tal a esa causa percibe unas constantes ya desde el comienzo que aparecen una y otra vez y conforman lo más parecido a una visión del mundo y del hombre que surge de una experiencia que los poemas desgranan con un lenguaje de latidos cálidos, acogedores, sugeridores de cercanía poderosa y extraordinaria. Estamos hablando de un poeta de verdad, íntegro, que escarba en sí mismo sin contemplaciones, a veces con toda la dureza que sea necesaria, a veces con simbologías inevitables —nunca gratuitas—, pero con esa calidez que le es propia y que nos acerca a su universo con una sensación de compañía total (queremos vivir allí, en la casa de ese hombre y de ese espíritu).

Esta lectura panorámica —puesto que la antología que comentamos la propicia y hasta la exige— percibe esas constantes que he mencionado antes, y que proporcionan ese retrato de la existencia que inspira una simpatía profunda. “Soy un hombre solo, abandonado”, es una de las claves de su autorretrato, como la cercanía de la muerte, o cualquiera de sus representantes (la nada misma), con ecos quevedescos evidentes: “Lo que era concluye, el ya-no-ser comienza”, o “Todo es presente y nada”. En este contexto, a pesar de momentos celebrativos culminantes —”la ascensión de las cosas/a clara altura del cántico”—, la vida carece de valor en numerosas ocasiones: “La vida, poco más:/ cien brazadas…/ hasta la boya y luego hacerse el muerto,/ sin poder nunca volver a la playa”. Ahora bien, no por ello se deja de perseguir lo inalcanzable, una y mil veces, con su símbolo favorito: la sed que nunca termina, esa “sed de querer más sin saber por qué”.

Ante este panorama, la mirada acude en auxilio, como un remanso de plenitud, como una afirmación pletórica: “…Todo/ surgía transformado por la mirada limpia/ que nos colmaba”. Pero sobre todo, acude la poesía, el canto, esa locura, y de ahí la tenacidad con que Vinyoli hace frente a su quehacer como poeta y al reto de las palabras, las únicas salvadoras de verdad, las que purifican y enaltecen las cosas y las hacen durar, como decía Hörderlin, citado expresamente por Vinyoli: “Aquello que perdura/ lo fundan los poetas”. Pero incluso llega un momento en que hay que trascender a esas palabras, y llegar a lo que ocultan, y aún más, al silencio que se esconde tras ellas, una meta serena y austera en donde está lo esencial (“lo hallado”). Pero esto no es fácil, y de ahí la permanente lucha, el forcejeo, la veracidad de la búsqueda, y la configuración de una ética, fracase o no el empeño en llegar lejos, más allá de la muerte. “Si fuiste/ fracaso, anhelo, soledad…/ y no solo/ proyecto avaricioso de ganancias/ de hipócrita dominio,/ sobre todo, si fuiste/ puro en la integridad, diré que diste/ la medida de un hombre”. ¿Cabe más emoción que esta? Que quede eso, al menos, si hemos de fracasar del todo.

Excelente edición, con un prólogo magnífico de Josep M. Sala-Valldura, y dos logradas traducciones de Jose Ángel Cilleruelo y Vicente Valero.

Portada de 'Soy un hombre solo', de Joan Vinyoli

Soy un hombre solo

Joan Vinyoli
Edición bilingüe de Josep M. Sala-Valldaura
Traducción de José Ángel Cilleruelo y Vicente Valero
Galaxia Gutenberg, 2024
488 páginas. 29 euros

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