El Chávez peruano
El enigmático y nacionalista Humala será presidente de Perú en abril si se confirman los sondeos. Su familia preconiza la preeminencia de la raza cobriza y la revancha étnica
La ola izquierdista que se apodera de América Latina parecería haber encontrado un representante peruano en Ollanta Humala. Pero Humala, más que una ideología, representa una gran incógnita.
La presentación en sociedad del comandante retirado, candidato a la presidencia de Perú en las generales de abril, primero en las encuestas, dejó claro en qué equipo juega. Ese martes, 3 de enero, Hugo Chávez y Evo Morales ofrecían una conferencia de prensa. Entre el público, como invitado sorpresa, aparecía Humala, el nuevo miembro del club. Era su puesta de blanco internacional.
Fiel a su estilo, Chávez saludó solemnemente al comandante, y con él, "a la estirpe y al soldado peruano". Cantó el himno nacional de ese país y evocó la batalla de Ayacucho, donde Bolívar derrotó a los últimos ejércitos de la colonia española. Incluso recordó al ideólogo socialista José Carlos Mariátegui y a Juan Velasco, el general peruano que decretó la reforma agraria. Posteriormente, Evo Morales declaró a la prensa que Ollanta Humala era necesario para unir a todos los "proyectos revolucionarios" andinos. Parecían haber elegido con lupa los referentes para aterrorizar a los conservadores peruanos.
Humala fue secundado en el año 2000 por veteranos de la guerra contra Ecuador
Su hermano Antauro asaltó una comisaría para exigir la renuncia del presidente Toledo
Los campesinos cocaleros apoyan la candidatura del comandante retirado
Como si fuera poco, Chávez no ha dejado de intervenir en la campaña electoral peruana. Ha acusado a la candidata conservadora de representar a la oligarquía y le ha cantado a Toledo "te pareces tanto a Bush". Más discreto, Morales se ha limitado a invitar a Humala a Bolivia antes de comenzar su gira nacional.
Y es que el nacionalista peruano podría cambiar el equilibrio político andino. Chávez, que hasta el momento ha mirado más hacia el Mercado Común del Sur (Mercosur), se encontraría con dos socios clave en el Pacto Andino y podría convertirse en bisagra entre ambos mercados. Para Evo, Ollanta es un apoyo en su batalla por arrancar de Chile una salida al mar.
Chile es, claramente, el menos entusiasta con el triunvirato. Ollanta ya se había manifestado en contra de vender al capital chileno sectores estratégicos de la economía peruana. Y a su regreso de Caracas, añadió que le preocupa "la compulsión en la compra de armamento" del Gobierno chileno, que produce un desequilibrio militar en la región. Así, junto con sus amigos, Ollanta ha escogido a sus enemigos.
La propia Michelle Bachelet, presidenta socialista de Chile, ha acogido con frialdad la alternativa Ollanta. Preguntada sobre si asistiría a su toma de posesión, respondió que respetaba la soberanía de todos los pueblos pero que estudiaría esa posibilidad llegado el caso.
Y es que la izquierda no siempre está del mismo lado. De acuerdo con el periodista Gustavo Gorriti, "Hay por lo menos dos tipos de régimen que se autodefinen de izquierda en América Latina. Los de Lula, Kirchner, Tabaré y Bachelet son democráticos en forma y fondo. Aprendieron en las cámaras de tortura que la democracia y los derechos humanos son la condición primaria para el Gobierno de una nación. El de Chávez, en cambio, es un modelo de dictadura encubierta. Y es el modelo de Ollanta".
La revista Time añade un elemento a esa distinción. En un reportaje sobre la ola izquierdista que se apodera de América Latina, la revista mete a todos en el mismo saco, pero aclara que Bachelet encarna un tipo de izquierda con el que Bush sí se podría entender. El enunciado lleva implícito con cual no se va a entender.
De hecho, en el primer recorrido de Evo Morales prefigura la orientación de la política exterior de Humala: tras reunirse con el eje regional Castro-Chávez, Evo buscó alternativas a la tutela de EE UU: el apoyo político en Europa y el mercado en China.
La foto de Evo con jersey andino saludando a Chirac, a Zapatero y a Hu Jintao es también un empujón publicitario para el nacionalismo peruano, y marca a Humala un camino confortable. El comandante estudió en un liceo francés de Perú y, más adelante, en La Sorbona. Su formación lo hace mucho más cercano a Europa que a los empresarios de corbata con inglés perfecto que constituyen el estereotipo del Chicago boy liberal.
El largo camino hacia la izquierda
Ahora bien ¿Es realmente Humala un Evo?
Un funcionario boliviano del Pacto Andino opina que las diferencias radican en sus orígenes: "Evo es un líder de izquierda con dos décadas en las organizaciones de base. Por el contrario, los antecedentes de Humala se sitúan más bien en la extrema derecha".
En efecto, el padre de Ollanta, Isaac, es el ideólogo fundador del llamado "etnocacerismo", una doctrina ultranacionalista que reclama la venganza étnica de la raza cobriza andina por los siglos de opresión.
En los años cincuenta, Isaac militó en una célula del Partido Comunista por la que pasaron también el líder guerrillero Héctor Béjar y el escritor Mario Vargas Llosa. Se dice que este último incluso se inspiró en Isaac para un personaje de su novela Conversación en la catedral. Pero Isaac rompió con los comunistas por su fobia al Ejército, al que él consideraba un aliado imprescindible para el cambio social.
El discurso de Isaac es abiertamente nacionalsocialista y racista: en un hipotético gobierno suyo "los cobrizos andinos serían considerados nacionales; el resto serán sólo ciudadanos con derechos". Además, se recuperaría un decreto dictatorial que promulgó Bolívar en 1924 autorizando la pena de muerte a los culpables de corrupción. Se cerrarían las fronteras para conseguir la autosuficiencia económica y alimenticia del país. Se promovería la cuadriplicación de la población peruana hasta los 108 millones de habitantes. Se desconocerían los tratados limítrofes hasta recuperar las fronteras del imperio incaico y se potenciaría a las Fuerzas Armadas para enfrentar los consiguientes conflictos.
Para exaltar el ideario andino, Isaac les puso a sus hijos nombres incaicos como Pachacutec, Ima Sumac, Cusicollur o Antauro. El de Ollanta quiere decir "el guerrero que todo lo mira"".
El nombre resultó profético, porque el bautizo político de Ollanta fue más bien guerrero. Y, por cierto, también familiar: el 29 de octubre de 2000, con la compañía de su hermano, el mayor Antauro, y al mando de 69 reservistas del Ejército, el comandante Ollanta Humala asaltó una instalación minera para exigir la renuncia del presidente Fujimori.
Tras el asalto, que se produjo cuando el régimen ya se desmoronaba, el destacamento recorrió los Andes peruanos denunciando la ilegalidad de Fujimori y revindicando la dignidad de las Fuerzas Armadas, que habían sido usurpadas por jefes militares corruptos. La caminata duró un mes, hasta que Fujimori huyó del país y el Gobierno transitorio les ofreció una amnistía si deponían las armas.
Los reservistas que formaban la tropa de Humala no eran soldados en activo, sino veteranos de la guerra contra Ecuador y de la lucha contra Sendero Luminoso: patriotas a ultranza armados y organizados pero empobrecidos y olvidados por el estado, que a partir de ese momento cumplieron las funciones de un partido político, repartiendo el periódico del movimiento y difundiendo el ideario nacionalista por las zonas más pobres del país, como los Freikorps alemanes tras la Primera Guerra Mundial.
Mientras el movimiento etnocacerista crecía, Ollanta fue enviado como agregado militar a París y a Seúl hasta 2004, cuando pasó a retiro. El mismo día en que cesaba en sus funciones, su hermano Antauro volvió a las andadas: asaltó una comisaría en Andahuaylas para exigir la renuncia del presidente Toledo. Esta vez murieron cuatro policías. Antauro declaró que actuaba bajo órdenes de su hermano, el comandante Ollanta Humala.
A su regreso a Perú, Ollanta negó haber dado la orden y tomó distancia de su hermano y de su padre. Moderó su retórica y fundó el más mesurado Partido Nacionalista. La familia no le perdona eso. Desde su propio partido, llamado Avanza País, Isaac advirtió que Ollanta se estaba rodeando de "forajidos". Antauro, desde la prisión, lo acusó de traidor. Y Ulises, su hermano y competidor en la carrera por la presidencia, condenó la reunión de Caracas argumentando que los verdaderos nacionalistas no se alían con extranjeros.
Sin embargo, para el asesor de imagen Guido Lucioni, ese deslinde fue la jugada más hábil del comandante. "Ollanta creó un electorado radicalizado y un grupo de reservistas más disciplinados y extendidos que el mejor de los partidos. Ese grupo recorrió las zonas más pobres del país durante cinco años repartiendo un periódico populista que llevaba su nombre. Y luego, con esa base asegurada, Ollanta abandonó a su familia y se lanzó a la conquista de los votantes más moderados".
Relaciones peligrosas
Otra de las diferencias entre Humala y Evo es la solidez de sus alianzas. Evo es de una claridad meridiana: un campesino cocalero curtido en la pelea directa contra los intereses norteamericanos. Está claro a quién representa y a quién se opone. Humala es más difícil de definir.
El mismo Partido Nacionalista es un híbrido. Para inscribirse legalmente, recurrió al registro de Unión por el Perú, el frente amplio de centro que fundó el ex secretario general de la ONU Javier Pérez de Cuellar el año 1995. Diez años después, la Unión por el Perú era un partido desahuciado con sólo un puñado de congresistas. Humala le ofreció su popularidad, y recibió a cambio lo que los peruanos llaman "un vientre de alquiler" electoral.
Tras la fusión, el nombre oficial del grupo es Partido Nacionalista Uniendo al Perú. Pero tampoco está muy unido. En enero, Ollanta declaró que toda su lista parlamentaria estaría formada por caras nuevas, comentario que no le sentó nada bien a los dirigentes de UPP que querían repetir escaño. Uno de ellos declaró que "correría sangre" antes de quitarlos de las listas.
También acompañan a Humala los campesinos cocaleros peruanos, que son los más combativos, los mejor organizados y los más antiimperialistas. En Bolivia, estos campesinos forman el núcleo duro de Evo. Pero los cocaleros peruanos no apoyan a Humala sin reservas.
Según cómo se den las cosas, muchos dirigentes cocaleros no descartan la posibilidad de llegar al parlamento y luego abandonar al Partido Nacionalista para formar su propia agrupación, precisamente como hizo Evo Morales con la Izquierda Unida boliviana. Una de las candidatas, Nancy Obregón, afirma sin tapujos: "Nosotros no vamos a rendirle pleitesía a Humala sino a defender los derechos de nuestros campesinos. ¿Pero con quién si no con él vamos a llegar al parlamento? La derecha es proyanqui, y la izquierda tradicional es insignificante. No confiamos en Alan García y Paniagua erradicó nuestros cultivos durante su gobierno".
Las relaciones entre las facciones al interior del partido tampoco son las mejores. El 13 de enero, una portavoz de los cocaleros acusó a un congresista de UPP de "lloriquear" para conservar su escaño en el parlamento.
Contra Humala pero con Humala
En realidad, el giro explícito a la izquierda de Ollanta es también nuevo. Antes afirmaba que el nacionalismo estaba por encima de corrientes ideológicas, y declaraba que en Perú "los términos derecha e izquierda ya pasaron". Pero a su regreso de Caracas, invitó a todos los líderes de izquierda para "plasmar un proyecto nacionalista y patriota", presentándose como el líder de los sectores progresistas.
La invitación era muy selecta. Aparte del Partido Nacionalista de Humala, hay tres formaciones de izquierda, pero la suma de todas ellas no alcanza el 3% de la intención de voto en las encuestas. La ley electoral deja fuera del parlamento a los grupos que no alcancen el 4%. Así que Humala, desde la cúspide de su 23%, no les plantea a esos grupos formar un frente amplio, sino subordinarse a su voluntad para salvar el pellejo. A los partidos que aceptaron conversar, sólo les ofreció cinco de sus 120 escaños parlamentarios a repartir entre todos.
El columnista Mario Ghibellini opina que ese llamado era una estrategia para licuar a su favor el voto útil de izquierda. "La convocatoria de Humala para formar una alianza es casi una broma. Más que una invitación a los partidos, es una sugerencia a sus potenciales simpatizantes para que no desperdicien sus votos en candidaturas que se revelan como subterráneas en las encuestas".
La única candidatura que podría plantarle cara en su terreno es la del centroizquierdista Alan García. García gobernó entre 1985 y 1990, y sumió al país en una profunda crisis económica agravada por la violencia de dos grupos terroristas y un comando paramilitar. Por eso, durante los noventa, era un cadáver político. Pero tras 15 años de políticas liberales y el cambio de rumbo de la región, cuenta con el 16% de votantes según los sondeos de opinión.
La artillería retórica de García apunta contra la conservadora Lourdes Flores, a la que acusa de ser "la candidata de los ricos". A Humala, en cambio, lo trata con amabilidad y cierta condescendencia. Ni lo ataca ni se pronuncia contra la reunión de Caracas. Así, García espera desgastar a la derecha para llegar a una segunda vuelta contra Ollanta. Según sus cálculos, los votantes de derecha se plegarán a él por ser el mal menor, el "candidato del sistema", ante la incertidumbre que representa su rival. Si ese cálculo es acertado, resulta que toda la izquierda peruana está trabajando para Ollanta.
Y sin quererlo, la derecha también. El candidato Jaime Salinas ha acusado a Humala de farsante. El ex presidente Valentín Paniagua lo tildó de improvisado. La líder Lourdes Flores lo llamó "comandante sin programa". El diario El Comercio opinó con desprecio que Humala era "otro chico más de Fidel Castro". Y, tras las reunión de Caracas, el presidente Alejandro Toledo retiró al embajador en Venezuela por lo que consideró una injerencia de Chávez en los asuntos internos del país.
Según el analista Mirko Lauer, esa andanada visceral sólo consiguió beneficiar a Humala: "En el Perú no hay nada más popular que hacerse odiar por los odiados políticos tradicionales. Y tras la reunión con Evo y Chávez, Ollanta se convirtió en objeto de demolición. Hasta ese momento, sus rivales sólo expresaban sus dudas sobre él. A partir de entonces se sintieron obligados al ataque frontal. Y eso, por supuesto, le dio todas las primeras planas de la semana".
Al proclamarse de izquierda, Ollanta se colocó en el eje del escenario político. De repente, todo el espectro se define por él: se está a su favor o en su contra. Más que una definición ideológica, eso subraya su imagen como opción distinta de los demás políticos, un antisistema.
La figura política más similar a ese perfil en la memoria peruana no es Evo, ni Chávez, sino el antisistema de 1990: Alberto Fujimori.
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