¡Alto! Rebelión contra un ritmo de vida infernal
Definir el sistema de vida europeo. Reflexionar sobre "cómo somos y cómo queremos vivir". Detenerse y buscar nuestra identidad. Con estas inesperadas exhortaciones, el canciller Wolfgang Schüssel decidió hace unos días abrir el semestre de presidencia austriaca de la UE e indicar el camino más oportuno para llegar a la adopción de una Constitución común. La definición del modelo de vida europeo es, dijo Schüssel, un rompecabezas cuya pieza final debe ser la Constitución. Pero ¿quién controla las piezas? ¿Las empresas o la política? Y sobre todo, ¿nos gusta la forma en la que se van encajando?
Cuatro alcaldes de municipios italianos -Orvieto, Positano, Bra y Greve in Chianti- se hicieron de forma explícita esas preguntas en 1999. La respuesta que se dieron es Cittáslow , una asociación de municipios con menos de 50.000 habitantes que es un intento de resistencia frente a la vertiginosa aceleración del ritmo de vida moderna y sus deletéreas consecuencias. Un asalto al culto y a la dictadura de la velocidad que nos impide disfrutar de la vida, que nos cansa, deprime y aísla. Hasta el punto de que, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), "la falta de salud mental representa una pérdida del 4% del PIB en la UE, principalmente por la disminución de la productividad".
Se exige a los municipios buena depuración de aguas, recogida selectiva de basura, veto a los cultivos transgénicos y promoción de los huertos urbanos
Pals, Palafrugell y Begur, en la Costa Brava, y Mungia en Vizcaya, son los pueblos españoles que quieren asociarse al movimiento
Cittáslow es un ataque a todo eso, conducido con políticas en materia de desarrollo urbanístico, transportes y áreas peatonales, defensa del pequeño comercio, de la agricultura biológica, de las tradiciones locales. Y seis años después de la fundación, detrás de su bandera ya militan unos 60 municipios de seis países distintos. Otros 60 están interesados, y entre ellos figuran cuatro españoles: Pals, Palafrugell y Begur, en la Costa Brava, y Mungia, en el País Vasco.
El hombre, al centro
"Cittáslow es un movimiento que quiere devolver al hombre y a la calidad de su vida al centro de la perspectiva política y que quiere salvar el precioso bagaje de experiencias, valores y conocimientos que reside en los pequeños centros, en las provincias, en las periferias del mundo moderno", apunta Roberto Angelucci, alcalde de Francavilla y actual presidente de la asociación. "No huimos de la modernidad y la tecnología. Al revés. Pero queremos una modernidad que mantenga la belleza que hay en nuestras identidades y una tecnología al servicio del hombre, no sólo de la productividad".
En resumen, Cittáslow se podría definir como una especie de pequeño neohumanismo municipal que florece en las mismas tierras en las que hace seis o siete siglos el hombre abandonó las oscuridades de la Edad Media para lanzarse al Renacimiento: las regiones del centro de Italia. Como entonces, hoy el movimiento se extiende a través de Europa. Pero ahora lo hace en un mundo en el que, según el Banco Mundial, cada día se añaden unas 180.000 personas a la población urbana y en el que casi la mitad de los seres humanos viven en áreas urbanas.
"Hay que entender que poner límites al crecimiento urbanístico masivo y apostar por la calidad de vida es algo rentable incluso económicamente", argumenta Juli Fernández, primer teniente de alcalde y coordinador del proyecto Cittáslow en Palafrugell (PSC). La serenidad y la salud mental no son sólo valores espirituales. Y además, en zonas como la Costa Brava se gana "ofreciendo a los turistas un producto con valor añadido, diferente del que se encuentra en muchas zonas de costa".
"Pero Cittáslow no es sencillamente un proyecto turístico: es un modelo de crecimiento", prosigue Fernández, enumerando los planes del municipio para adoptar ese modelo. "Congelar el desarrollo urbanístico y mantener un sistema hotelero con estructuras de dimensiones familiares, aumentar las áreas peatonales, limitar los horarios de los bares y de las actividades musicales en zonas sensibles y trasladarlas donde no molesten, y fomentar la actividad de mercados artesanales. Queremos que la gente pise la calle. Queremos que hable", dice. Y que vaya despacio de vez en cuando, añaden los de Cittáslow.
Por eso, además de ampliar las zonas peatonales y limitar el uso del coche -en Orvieto, un domingo al mes hay prohibición total de circulación-, las ciudades lentas multiplican los puntos de encuentro y descanso en el tejido urbano, prohíben las alarmas sonoras, los letreros de neón, y protegen los pequeños comercios y la comida slow-food. Para apuntarse al club se exige a los municipios candidados un eficiente sistema de depuración de aguas, de recogida diferenciada de la basura, así como la prohibición de cultivar productos transgénicos y la promoción de huertas urbanas y escolares.
"No me extraña en absoluto que este proyecto venga de Italia y valoro positivamente estas iniciativas", reflexiona Joan Tort, profesor de geografía física de la Universidad de Barcelona y experto en materia de ordenación del territorio. "Hay que abandonar modelos de urbanismo basados sólo en parámetros estadísticos o estéticos: el parámetro debe ser el ciudadano", prosigue. "En este sentido, Italia, la Toscana sobre todo, es un referente inevitable. Desde nuestra óptica cultural, histórica y geográfica, o miramos hacia el centro del Mediterráneo o naufragamos. Y que haya tres pueblos de la Costa Brava interesados en el movimiento me parece una natural reacción a las cosas indignas que se han hecho en la zona...".
En un día cualquiera de enero, el casco viejo de Pals es algo muy cercano al ideal slow. Andando por sus callejuelas no es difícil distinguir una a una las palabras de una conversación mantenida dos calles y tres esquinas más allá. El pueblo es pequeño (unos 2.400 empadronados); las travesías son estrechas, y los coches, innecesarios. Lo único que rompe la quietud son las campanadas de la torre de las Horas, que más que dar el ritmo a la vida del centro parecen cronometrar los silencios y la calma.
Pero está claro que en temporada alta la idílica escena se reproduciría con más dificultad, y que la tentación de explotar masivamente el atractivo de la zona (la playa, los Pirineos) podría fácilmente romper la delicadeza del hechizo. Por eso, la voluntad de Pals, Begur y Palafrugell de afiliarse a Cittáslow es una buena noticia, aunque habrá que contrastar en el futuro que los hechos correspondan a las intenciones.
Elogio de la lentitud
"La cuestión no es ralentizar el mundo entero, sino hacer cada cosa a su velocidad adecuada", observa en su página web Carl Honoré, autor del best seller Elogio de la lentitud. Las notables ventas del libro en una veintena de países delatan que hay un difundido deseo de lentitud. Pero el deseo parece necesidad cuando se analizan algunos datos. Los de las causas de muerte en España, por ejemplo.
Las tres primeras, según el INE, son las enfermedades isquémicas del corazón (40.353 fallecimientos en 2003), las cerebro-vasculares (37.225) y las insuficiencias cardiacas (19.863). No es ilógico pensar que el estrés, la mala alimentación y la falta de ejercicio físico debidos a nuestro estilo de vida desempeñen un papel en eso. En el cuarto puesto se encuentra el cáncer de pulmón y de bronquios. El estrés tampoco es una ayuda para dejar de fumar. Y algo más abajo en la lista se encuentran muertes por enfermedades hipertensivas (6.228) y por accidentes de tráfico (5.478).
Por otra parte, la OIT señala que "el estrés relacionado con el trabajo representa uno de los mayores problemas de salud laboral en la UE y que la mitad de los 150 millones de trabajadores de Europa se siente expuesta a una presión considerable en el trabajo". La UE estima que el coste de ese estrés en la zona es de unos 20.000 millones de euros anuales: la búsqueda del tiempo y del equilibrio perdido no es sólo un asunto literario.
Ir despacio, pero lejos
CITTÁSLOW NACIÓ EN ORVIETO, un municipio del centro de Italia, en 1999, como una asociación sin ánimo de lucro entre ayuntamientos. A los cuatro primeros fueron luego añadiéndose -despacio, ¿cómo no?,
pero constantemente- otros municipios. Hoy, sólo
en Italia ya son 48, mientras otros 40 están en proceso de adhesión. Fuera de Italia, el movimiento ya cuenta con cuatro ayuntamientos afiliados en Alemania (Hersbruck, Schwarzenbruck, Ueberlingen y Waldkirch),
dos en el Reino Unido (Ludlow y Aylsham), dos en Noruega (Sokndal y Lavenger), cuatro en Polonia (Reszel, Lidzbark Warminski, Biskupiec y Bisztynec) y cuatro en Portugal (Tavira, Silves, Lagos y São Bras de Alportel), que serán formalizados la próxima semana. Otra
veintena de municipios franceses, australianos, belgas, austriacos, suizos, finlandeses, japoneses y españoles han manifestado expresamente su interés en afiliarse. Para hacerlo es necesario cumplir con al menos la
mitad de los requisitos establecidos por el estatuto de Cittáslow. Los representantes del movimiento verifican el cumplimiento de las condiciones con visitas in situ. Tres municipios afiliados en un mismo país pueden constituir a su vez una red nacional Cittáslow y cuidar la selección de los nuevos aspirantes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.