El sindicalista heroico
Hace décadas que Elena Poniatowska escribe, en sus novelas y en sus piezas periodísticas, la gran crónica de las desigualdades y las injusticias que abundan en México; de su pluma, siempre combativa y crítica, han salido obras indispensables para entender algunos episodios cruciales de aquel complejo país latinoamericano, como la matanza de estudiantes que orquestó el Gobierno del presidente Díaz Ordaz en 1968 (La noche de Tlatelolco), o la dimensión humana del sismo que en 1985 dejó devastada la ciudad de México (Nada, nadie), o su imprescindible visión sobre el ejército zapatista, el subcomandante Marcos y los indios eternamente oprimidos de Chiapas que ha ido dosificando en sus crónicas periodísticas. La prosa combativa de Poniatowska es difícilmente clasificable, casi siempre va a caballo entre el periodismo y la literatura, entre la denuncia y la invención; y El tren pasa primero, su más reciente novela, no sólo está construida a partir de esta dualidad, sino que encima parte de un trabajo periodístico previo que hizo, en los años setenta, alrededor de la figura de Demetrio Vallejo, un sindicalista heroico, líder de los ferrocarrileros, que en 1959 colapsó el país con un paro nacional. Poniatowska le hizo entonces a Vallejo una serie de entrevistas, en su celda de la cárcel de Lecumberri que, por diversas razones, durmieron intactas durante todos estos años y al final vieron la luz transfiguradas en novela, un proceso parecido al de Hasta no verte Jesús mío, otra novela suya que nació de las entrevistas que le hizo a Josefina Bórquez. El tren pasa primero comienza con las batallas del líder ferrocarrilero Trinidad Pineda Chiñas, la traducción literaria de Demetrio Vallejo, con su lucha permanente contra los líderes charros (pagados y aupados por el Gobierno) y contra todo tipo de fuerzas gubernamentales, la del presidente de la República incluida. Trinidad es un hombre íntegro que supedita todo, esposa, hijos y vida personal, a la causa del sindicato de ferrocarrileros; en su entregada existencia las mujeres, otra de las preocupaciones permanentes en los libros de Poniatowska, lo mismo son sus diosas que sus asistentes, son su trinidad personal formada por Bárbara, su sobrina y su sombra en la oficina del sindicato; su hermana Pelancha en los menesteres domésticos, y Rosa, la amante que conoce en la celda de la cárcel donde a mitad de la novela irremediablemente va a parar, pues en el México de aquellos años un líder popular y honesto era considerado un peligro porque, como era el caso de Trinidad, en un mitin exitoso podía poner a parir al presidente y a sus secretarios, a las instituciones y en general a todo el sistema político mexicano que estaba basado en el cohecho, la corrupción y el compadrazgo. Con las batallas de Trinidad, Poniatowska va creando el perfil del líder y una recreación del mundo sindical, ligeramente lastrada por un exceso de datos y explicaciones periodísticas, que es muy parecido, si no idéntico, al México de 2006 donde, a pesar del vientecillo democrático que provocó la derrota del PRI, siguen instalados los líderes charros, los insultantes compadrazgos y la corrupción rampante. A partir del segundo capítulo, una vez aliviada del lastre de su investigación, la escritora se pone a narrar su novela, la historia del líder recluido en la cárcel, su existencia monótona y su reconcentrada vida sentimental, y es aquí donde su apasionante personaje se convierte en una criatura literaria y donde Elena Poniatowska se encuentra con el gran tema que ha definido a lo largo de los años sus obras: darle voz y protagonismo a quien no los tiene.
EL TREN PASA PRIMERO
Elena Poniatowska
Alfaguara. Madrid, 2005
506 páginas. 19
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