Las elecciones palestinas dividen al Gobierno de Israel

La participación de los palestinos de Jerusalén Este en las elecciones que se celebrarán el 25 de enero ha hecho aflorar discrepancias en el Gobierno israelí. Mientras el ministro de Defensa, Saul Mofaz, confirmó ayer que los árabes jerosolimitanos podrán votar en oficinas de correos de la ciudad y en los pueblos de la periferia, tal como sucedió en 1996 y en 2005, el titular de Exteriores, Silvan Shalom, mostró su rechazo a esa decisión.

La posición de Shalom era la que prevalecía hasta el lunes, pero la presión diplomática ejercida por EE UU -que ayer envió al viceconsejero de Seguridad Nacional, Elliot Abrams, y al secretario de Estado adjunto, David Welch, a la región- ha forzado al Ejecutivo israelí a permitir la participación de los residentes en la parte árabe de Jerusalén a pesar de que el movimiento fundamentalista Hamás concurre por vez primera. Hasta hace pocas semanas, el Ejecutivo de Ariel Sharon se oponía tajantemente a esa medida en el caso de que los fundamentalistas compitieran en las urnas. Lo hará, y con serias opciones de éxito.

La disputa en el seno del Gobierno es reflejo del reciente revolcón que se ha producido en el panorama político israelí, después de que Sharon fundara el partido Kadima y lograra que 13 de los diputados del Likud le acompañaran en su fuga. Mofaz, tras muchas dudas, siguió al ex general. Shalom permaneció en el cada vez más extremista Likud.

Son los partidos palestinos de oposición los que tienen serias dudas de las verdaderas intenciones del partido del presidente Mahmud Abbas. Todas las formaciones y coaliciones de oposición han forzado reuniones con dirigentes de Al Fatah para que se comprometan a que las elecciones no se suspenderán. Al Fatah teme perder su hegemonía de medio siglo, y sus rivales atribuyen el caos que se vive en Gaza a la pretensión del partido oficial de buscar una excusa para suspender los comicios.