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Columna
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Multilateralismo competitivo

Andrés Ortega

La ONU ha estado a punto de quedarse paralizada. Estados Unidos había amenazado con bloquear su presupuesto bianual si la organización no se avenía a las reformas internas planteadas, que empujan no sólo Washington, sino otros países también. Finalmente ha obtenido una prórroga de seis meses. En Nueva York muchos se preguntan si el embajador estadounidense ante la ONU, John Bolton, el que dijo que el gran edificio de esta organización en Manhattan podía perder 10 plantas y no se notaría, sigue estrictamente instrucciones de Washington o añade de su propia cosecha pensando en su futura carrera política. El caso es que si en seis meses no hay progreso en las reformas de gestión interna, se podría cerrar el grifo de la financiación. Del presupuesto para 2006-2007 de 3.790 millones de dólares, la ONU sólo está autorizada a gastar 950 millones en este semestre. Después se verá a la luz de los progresos realizados. Y esto no es ni un Estado ni la UE. Si no hay dinero aprobado, se parará.

La reforma de la gestión interna de la ONU era uno de los cuatro temas de la agenda que salió de la cumbre de septiembre. Otro era la creación de una Comisión para la Construcción de la Paz, sobre la que finalmente, al borde del cambio de año, ha habido un acuerdo de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad. Era uno de los grandes objetivos de Kofi Annan para evitar que toda "paz frágil se deshaga en un conflicto renovado", pues, en promedio, la mitad de los países que logran salir de una guerra recaen en la violencia en cinco años. La nueva comisión, formada por 31 miembros, entre ellos los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, actuará por consenso para proponer estrategias integradas de estabilización, recuperación económica y desarrollo, y reportará a la vez a la Asamblea General 191 miembros, y al Consejo de Seguridad, 15, lo que puede dar lugar a conflictos. Claro que una cosa es acordar su lanzamiento y otra que funcione, especialmente cuando no dispone verdaderamente de financiación propia para sus misiones.

Pero aunque sea a trompicones, la ONU ha logrado finalmente dar algunos pasos en la dirección adecuada. Faltan otros dos de la citada agenda. Primero, el Convenio General contra el Terrorismo, que en buena parte depende de pactar una definición de este tipo de violencia, intento en el que España está muy involucrada. Y segundo, la puesta en pie de un Consejo de Derechos Humanos que suplante la, a menudo vergonzante, Comisión de Derechos Humanos, pero China, Cuba, la Venezuela de Chávez convertida en l'enfant terrible de la nueva situación, Egipto y Pakistán, entre otros, lo impiden. Todo tiene que estar acabado para el próximo 30 de septiembre, en el último año de Kofi Annan al frente de la organización.

"El mundo necesita una organización como la ONU, pero la ONU no ha demostrado capacidad para adaptarse al mundo", señala un colaborador de Kofi Annan, para el cual una paradoja es que el debate sobre la reforma interna de la ONU está frenando la labor de la organización y su relevancia a la hora de resolver los problemas concretos que surgen. Para algunos expertos consultados, la ONU no logrará de forma incremental la reforma que necesita para lograr ese "multilateralismo eficaz" que proclama, entre otros, la Unión Europea. Necesita una crisis interna.

Pensando que los monopolios son malos, en Estados Unidos algunos sectores de la Administración y del mundo académico empiezan a proponer que la ONU, para mejorar, tenga que hacer frente a la competencia de organizaciones regionales o especializadas (como la OTAN, la OSCE, la OEA, la OUA y otras). Es lo que, por ejemplo, Ruth Wedgwood, de la Universidad John Hopkins, llama "multilateralismo competitivo", en un mercado de organizaciones internacionales organizado no precisamente por la mano invisible de Adam Smith, sino más bien por la de Bolton. aortega@elpais.es

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