Letanía mortuoria
Josef Winkler (Kamering, 1953) es uno de esos escritores que persiguen obsesivamente un único tema con sus ramificaciones y variaciones, manejando un reducido registro de claves, que difícilmente trasciende su particular cosmos imaginario, pero que resulta esencial y turbador. No interviene en sus historias tenebrosas, simplemente apunta y acumula imágenes impactantes de violencia y muerte. Sus cuentas pendientes con el nacionalcatolicismo y la crudeza de la realidad rural se remontan a una infancia y juventud vividas en la Austria profunda, en una aldea de Carintia, donde se crió en una pequeña granja. Allí Winkler se refugió de la brutalidad paterna como monaguillo bajo la tutela del párroco; le perturbó profundamente el suicidio de dos compañeros de colegio, y en esa tragedia reside el leitmotiv de su amplia obra.
CUANDO LLEGUE EL MOMENTO
Josef Winkler
Traducción de Miguel Sáenz
Galaxia Gutenberg
Barcelona, 2005
213 páginas. 15,38 euros
Sus novelas ubicadas en Austria, especialmente su famosa trilogía de "la Carintia salvaje", recrean con fuerza estas sombrías coordenadas en torno al pueblo construido en forma de cruz, y si bien Winkler ha realizado otras excursiones narrativas a India e Italia -de las que conocemos la extraordinaria elegía romana, Natura morta- siempre vuelve a su núcleo autobiográfico. Así ocurre en Cuando llegue el momento, novela concisa y circular, en la que se desgrana un rosario de historias de personajes pueblerinos desde una visión singular: la muerte y el ceremonial religioso que la acompaña. Siempre de nuevo se reúnen los campesinos con sus negros trajes domingueros para velar un cadáver y el murmullo de sus voces sube en lento crescendo hasta que finalmente la letanía mortuoria retumba en los oídos.
Del relato oral del nonagenario Maximilian Kirchheimer, Winkler compone un gran rito arcaico de muerte en el que el anciano va colocando, con sus recuerdos, los huesos de sus antepasados en la tinaja de la memoria colectiva, como aquel hombre que recogía huesos en las matanzas, los cocía durante días en una tinaja y conseguía el apestoso caldo para proteger a los caballos de los insectos.
De esta desapasionada relación deriva una exacta descripción de las primitivas condiciones de la vida rural austriaca entre los años treinta y setenta. Y se transparentan nítidamente las estructuras sociales de una región sometida al régimen de terror de la Iglesia y los rigores de la naturaleza. La proeza de Winkler consiste en la conquista de un lenguaje absolutamente sencillo, poderoso, hipnotizante, que, según ha declarado, es el motor y la finalidad de su escritura.
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