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Columna
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Estado unilateral

Andrés Ortega

¿Se puede llegar a un Estado palestino independiente no por voluntad propia sino porque lo decida el otro, es decir, Israel? No es descabellado pensarlo. Previsiblemente, a lo más que van a llegar los palestinos en los próximos años es, si tras las elecciones del 28 de marzo gobierna Ariel Sharon a la cabeza de una coalición con los laboristas de Amir Peretz (la alternativa, Netanyahu, haría imposible este avance), que Israel dé nuevos pasos unilaterales para abandonar algunos asentamientos indefendibles en Cisjordania, que quedan más allá de la línea del muro, e ir dibujando las fronteras definitivas de Israel. Más o menos coinciden con las planteadas en 2000 en Camp David por su predecesor Ehud Barak, a saber, la incorporación de entre un 8 a 10% de tierra ocupada en Cisjordania. Los palestinos, aunque esta vez sin haberlo negociado, se pueden encontrar con algo así como un Estado independiente no por autodeterminación, sino impuesto unilateralmente por Israel, discontinuo y sembrado de bantustanes.

La propia retirada, o desconexión, unilateral de Gaza y el hecho de que Sharon, con una gran dosis de oportunismo, se haya salido del Likud para formar un partido que ocupe el centro en términos socioeconómicos y de proceso de paz, demuestra lo impredecible del personaje. Sharon no parece con ganas de sentarse a la mesa a negociar con el presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen -y menos aún si sigue subiendo Hamás o los más radicales de Al Fatah-, no ya para un acuerdo de paz basándose en la nunca puesta en marcha Hoja de Ruta (pese a las buenas palabras de Sharon hacia ésta), sino siquiera para el pacto provisional por 15 años del que se hablaba no ha tanto. La política de pasos unilaterales. Ésa es la marca Sharon, que, si las encuestas no se equivocan, cuenta con un amplio apoyo entre los ciudadanos israelíes.

La salida -relativa pues controla muchas cosas, entre otras la electricidad- israelí de Gaza ha sido considerada un éxito, aunque estos días vemos el lío que hay detrás. Sin embargo, no es seguro que en sus próximos pasos, si gana y la salud se lo permite, Sharon siga este modelo que implica la retirada del Ejército israelí, y el control a distancia con ataques selectivos. En Cisjordania se podría quedar, aunque se retirase una parte de los colonos. Y seguir con ataques puntuales contra lo que hacia fuera ya se podría presentar como un cuasi Estado palestino. De la mano de la demografía y la geopolítica, el tiempo para la solución en dos Estados cabales se va agotando. El nuevo partido de Sharon, Katima, aboga formalmente por la creación de un Estado palestino al lado del israelí, pero no sería un Estado, sino más bien un estado, una situación.

¿Lo aceptarán los palestinos? Depende. Muchos de ellos están cansados de estos años de Intifada que poco les ha reportado. La esperanza de una cierta recuperación económica les puede alentar a seguir ese camino. Pese a la una vez más proclama ruptura de la tregua, según algunos observadores una parte de los seguidores de Hamás pide que el movimiento ceje en los atentados. Cabe recordar que este movimiento no aporta sólo violencia o factor religioso ("el islam es la solución" es su eslogan actual) sino también asistencia social, y por ello sube en las elecciones. Hamás no está solo entre los radicales y violentos, pero frente a él, con vistas a las elecciones palestinas del 15 de enero, en Al Fatah, el gran partido de la Autoridad, se libra una lucha de poder, aunque puede beneficiarse de la relativa mejora económica. El conjunto no da para soñar. No es un horizonte esperanzador, pero sí una realidad más llevadera que la anterior.

Otras cosas han cambiado: por vez primera la Administración Bush le ha apretado las tuercas a Israel para que abriera el paso de Rafah entre Gaza y Egipto, con lo que la Autoridad palestina ha logrado su primera frontera propia. La controlan fuerzas europeas. Europa ha metido así un pie, algo que a lo que Israel se venía negando hace tiempo. Cuando Aznar fue a presentar en Bruselas su plan para hacer de la OTAN una alianza contra el terrorismo islamista en la que entrara Israel, según asistentes al acto, el representante israelí puso serias objeciones ante esta obsesión de confrontación e identificación del "enemigo islámico". Israel sabe que ni es así, ni le conviene. aortega@elpais.es

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