El moai del alto Manzanares
Una ruta a pie por las vecindades del Yelmo, donde se alza el más curioso risco antropomorfo de La Pedriza
En la Pedriza hay unos cuantos riscos que fingen formas humanas, como el Indio, los Guerreros, el Capuchino, la Mano de Dios, el Hueso o (con perdón) el Pollastrón. Encabezando la lista, por orden alfabético y por fidelidad al asunto designado, está la Cara, una peña de 15 metros de altura que se yergue a un kilómetro al noreste del Yelmo y cuyo perfil, visto a contraluz, semeja en todo -cejo, napias, barbilla, nuez- el de un varón. De Adonis no es, desde luego.
Esculpido por el hielo en el tosco granito, es un rostro rocoso, como el de La Cosa o cierto gobernador de California. Para el excursionista, la Cara tiene dos atractivos. Uno, que es fácil de localizar, al hallarse junto a la senda Maeso, justo en el punto en que esta trocha -que asciende desde el pueblo de Manzanares, bien señalizada con marcas de pintura blanca y amarilla- comienza a declinar hacia el collado de la Dehesilla. Y dos, la vistosidad de su emplazamiento.
Algunos vecinos, llevados por una atávica costumbre, montan altarcillos
Sirva, a modo de anticipo, esta imagen: la Cara recortando su hosca silueta de moai sobre las aguas del pacífico embalse de Santillana, que relumbran en lontananza. En busca de la Cara, saldremos caminando de la plaza Mayor de Manzanares (altitud, 908 metros) por la calle de Panaderos y, al llegar a la glorieta que hay al final de la misma, tiraremos por la cuesta de enfrente, rastreando las señales de la senda a través de las urbanizaciones que se apoyan en la solana del Alcornocal. Este pequeño cerro, el del Alcornocal, nos servirá para calentar las piernas antes de adentrarnos en la auténtica Pedriza, que se nos mostrará con toda su bravura y su belleza no más pasar el collado de la Cueva (1.122 metros), como a tres cuartos de hora del inicio.
Nuestra próxima referencia, a 20 minutos del collado, será el inconfundible cancho del Caracol. En otros 10 minutos rebasaremos el risco del Ofertorio, donde algunos vecinos de Manzanares, llevados por una atávica costumbre, siguen montando altarcillos con velas y exvotos. Y, al cumplirse una hora y media de marcha, nos plantaremos en la alargada pradera de la Gran Cañada (1.270 metros), un lugar muy adecuado para tomarnos un respiro antes de afrontar el tramo más arduo, con diferencia, de la senda Maeso.
Una hora de fatigosa trepada nos costará asomarnos a las vecindades del Yelmo, cuya mole ovoidea, coronada por un vértice geodésico, veremos descollar a unos 500 metros al oeste. Y media más -tres en total-, avanzando por terreno ya bastante suave y despejado, alcanzar una cerca derruida a 1.600 metros de altura, junto al risco del Acebo, donde la senda emprende un brusco descenso hacia el collado de la Dehesilla.
Bajando un trechito, en la cresta rocosa que cae a mano derecha, descubriremos la Cara. A contraluz, mirada desde el norte, se reconoce con absoluta nitidez. Para quedarse de piedra, como la propia Cara, es el panorama que se abarca desde este extremo oriental de la Pedriza: a un lado, veremos el embalse de Santillana; al otro, las nieves de la Najarra; entre aquél y éstas, el cerro de San Pedro, los caseríos de Soto del Real y Miraflores de la Sierra, las dehesas y robledos que tapizan la hoya de San Blas y, señalando casi la última linde del Sistema Central, por la parte de naciente, el pico Ocejón, en Guadalajara.
Ya de regreso, por la misma senda Maeso, podemos desviarnos a los cinco minutos hacia un puente natural de roca que se distingue a mano derecha. El camino que bordea este espectacular arco, por su cara meridional, nos conducirá sin pérdida posible a la pradera sur del Yelmo (1.570 metros; tres horas y media), en cuyo extremo inferior arranca una senda -la de las Carboneras, también señalizada con pintura blanca y amarilla- que baja como un rayo hasta la Gran Cañada. Recorriendo esta kilométrica pradera hacia la izquierda, daremos de nuevo con la senda Maeso, la cual nos devolverá, tras cinco horas y media de marcha, a Manzanares el Real
Senderismo y cursos de escalada
- Cómo ir. Manzanares El Real dista 53 kilómetros de Madrid yendo por la autovía de Colmenar Viejo (M-607), tomando la M-609 pasado el kilómetro 35 y luego la M-608 a mano izquierda. Hay autobuses de Herederos de J. Comenarejo (teléfono: 913 598 109).
- Datos de la ruta. Duración: 5,5 horas. Longitud: 14 kilómetros. Desnivel: 700 metros. Dificultad: media. Camino: itinerario circular por senderos señalizados, en su mayor parte con trazos de pintura blanca y amarilla. Cartografía: mapa La Pedriza del Manzanares, a escala 1:15.000, editado por La Tienda Verde.
- Visitas. Castillo de Manzanares el Real. Teléfono 918 530 008): abre todos los días, excepto lunes, de 10.00 a 17.10; entrada, 2 euros.
- Comer. Rincón del Alba (918 539 111): restaurante especializado en mariscos y pescados a la plancha; precio medio, 35 euros. Parra (918 539 577): carne del Guadarrama y asados, 30 euros. Casa Goyo (918 539 484): cocina tradicional con productos de temporada, 25-30 euros. La Fundición (918 527 079): patés de elaboración propia, fondues y raclettes, 20 euros.
- Dormir. Hotel Rural La Pedriza (918 528 900): emplazado junto al parque natural, ofrece ocho habitaciones dobles y tres suites con hidromasaje y terraza; además, en su restaurante se sirven ricas carnes a la brasa; doble, 51-85 euros. La Escala (600 450 741): coqueta casa rural con cuatro habitaciones, salón con chimenea y vistas al macizo; 60-75 euros. Parque Real (918 539 912): en pleno centro, hotel clásico y bien equipado; 61 euros.
- Actividades. La Pedriza-Compañía de Guías (918 527 233): rutas de senderismo a la medida y cursos de escalada.
- Más información. Centro de Educación Ambiental del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares (carretera de la Pedriza, s/n; 918 539 978). En Internet: www.manzanareselreal.org
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