Carta a los Reyes Magos
Queridos Reyes Magos: Os escribo en mi nombre y en el de todos aquellos que como yo no se resignan a vivir en un mundo en el que todo es mercancía, en el que la injusticia, la indignidad y la vileza campan a sus anchas, sin que asomen, por parte alguna, alternativas válidas que puedan hacerles frente y nos ayuden a cambiar este lamentable panorama. Sin saber a quien recurrir, entre la indiferencia insolidaria de los amigos y la hostilidad de los enemigos, pienso en vosotros, incansables productores de ilusión, emblema de altruismo y generosidad, que durante los años de mi infancia hicisteis de mis sueños el territorio de lo real y de la espera de lo imposible, la materia segura de lo posible.
Tengo tantas cosas que pediros... Tal vez lo más urgente sea devolver la decencia a la vida colectiva, poniendo fin al fraude y a la corrupción que todo lo pudren y carcomen: la esfera pública y las actividades profesionales, las estructuras institucionales y los comportamientos privados, los líderes políticos y los grandes empresarios. Por ejemplo en Francia, desde donde os escribo, la casi totalidad de los jefes de los partidos de derecha y de izquierda han sido procesados por esa causa y bastantes de ellos condenados, siendo lo más significativo de la desmoralización en que vivimos, la aceptabilidad social y el éxito político que tienen cuando se reincorporan a la vida publica después de cumplidas sus condenas. Enron y los chanchullos de la Bolsa de Nueva York en EE UU, Parmalat en Italia, y tantos otros, sin olvidar la cúpula financiera del nuestro, con presidentes de grandes bancos pendientes de condena y otros en la cárcel y con dos personajes emblemáticos del ámbito económico -los Albertos- que en el negocio de las Torres Kio estafaron a sus socios y amigos, lo que les valió que el Tribunal Supremo los condenase a tres años de cárcel, pero que gracias a las argucias legalistas al uso siguen paseándose por Madrid.
Querríamos que nos ayudaseis a desmontar la nueva figura del político-empresario. Pues Berlusconi en Italia, Thaksin en Tailandia y todos sus émulos, no sólo han puesto el poder político al servicio de sus intereses sino que intentan reducir a sus países a rentables organizaciones mercantiles sustituyendo la ciudadanía por el consumo televisivo, clausurando las libertades y transformando las democracias en populismos autocráticos. Los grupos mediáticos italianos Mediaset y tailandés Shin Corp, que ocupan la casi totalidad del espacio mediático de sus países, apoyados en una armazón jurídica, cada vez más a su medida, son los principales instrumentos de este dominio.
Todo lo cual nos ha llevado a someternos al imperio de la mentira que hoy lo cubre todo, y en particular el espacio público. Por acción o por omisión todos mentirosos y cuanto más arriba en el escalafón más mentirosos. ¿Cómo podríamos salir de la ciénaga? La palma obviamente para Bush junior, que ha repetido casi cotidianamente que Sadam Husein estaba asociado con Bin Laden y que Irak tenía armas de destrucción masiva. Mentiras impunes pero culpables, mentiras asesinas a las que debemos ya, según la aritmética más benévola, más de 50.000 víctimas, mentiras dichas con tanta seguridad y convicción que su práctica tiene que venir de la infancia. Mentiras en las que ha tenido por compañero entusiasta a Tony Blair que ha añadido a su ejercicio la hipocresía y la perfidia propias de un cierto talante anglosajón, especialmente en lo que a la construcción europea se refiere.
Quiero pediros antes de terminar que nos ayudéis a parar la estampida de los que fueron intelectuales de progreso hacia posiciones muy próximas al extremismo derechista. Los neocons americanos y los neoreaccionarios europeos son la punta de lanza de esta deriva en la que limitándonos a un nombre hay que anotar a Alain Finkielkraut en Francia; a Oriana Fallaci en Italia; a Peter Sloterdijk en Alemania, en España a un ejemplar militante antifranquista, de nombre Cesar. Finalmente queridos Reyes Magos dos peticiones, una planetaria -que detengáis como sea el calentamiento del planeta- y otra personal -que me ayudéis a mantenerme leal a mis nuevos empeños y a mis viejas esperanzas-.
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