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EL FUTURO DE LAS REFORMAS ESTATUTARIAS
Columna
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El dromedario y el caballo negociado en Bruselas

Soledad Gallego-Díaz

Gobierno, socialistas y representantes del cuatripartito catalán dijeron ayer que siguen creyendo que la negociación del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña "saldrá bien". Es cierto que las grandes negociaciones políticas suelen apurar el último segundo del último minuto y que el ánimo es algo que los políticos no pierden casi nunca. Lo que no está claro es qué significa "salir bien".

"Para nosotros, los socialistas", asegura un destacado miembro del PSOE, "salir bien significa conseguir un texto pactado con el Parlament y aceptado por Manuel Chaves, es decir, por los socialistas de Andalucía". De hacer caso a este experto, el presidente andaluz, con quien José Luis Rodríguez Zapatero mantuvo ayer nuevos contactos, se ha convertido en un interlocutor importante, y quizás difícil, sobre todo por su rechazo a algunas fórmulas de financiación y de fijación de topes de solidaridad que los nacionalistas defienden con uñas y dientes y que también aceptan el PSC e, incluso, algunos de los negociadores del Gobierno.

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"Chaves no protagonizará nunca un choque con otros dirigentes del partido, pero su opinión es muy importante. Basta con ver los problemas internos que está teniendo Izquierda Unida en Andalucía por la posición de Llamazares en el tema del Estatut para darse cuenta de que Chaves, aquí y ahora, es decisivo". ¿Salir bien exige la incorporación del PP?: "Con toda sinceridad, no hay nadie en el PSOE que confíe en que eso sea posible. Estamos convencidos de que el PP no votará jamás a favor de un nuevo Estatut pactado con el Parlament de Cataluña", asegura un importante dirigente socialista.

Saber qué significa salir bien para los nacionalistas es algo más difícil, porque no se trata de satisfacer a un único partido, sino las expectativas de cuatro diferentes. Obviamente implicará una mejora sustancial en la cantidad de dinero de que podrán disponer para hacer frente a sus políticas, así como un anuncio de compromisos de inversión lo suficientemente importante como para ser valorados como un éxito por los propios catalanes. También implicará un mayor reconocimiento de su identidad nacional y la decidida ampliación de su marco de competencias. La duda, pasado un año, sigue siendo la misma: los términos concretos en que se materializan estos objetivos. "En la Comisión Europea, donde se hacen negociaciones muy difíciles, se dice que un dromedario es un caballo negociado en Bruselas", bromea un experto del ámbito nacionalista.

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"Aquí lo único que está claro es que un fracaso supondría un gran éxito para el PP", comenta el mismo parlamentario. En el PSOE comparten el análisis, pero valoran también una segunda parte: si todo termina en un fracaso será malo para el Gobierno, pero peor para los nacionalistas. Este parece ser uno de sus verdaderos motivos de esperanza. Los líderes nacionalistas también se juegan su futuro político.

La negociación del Estatuto catalán, aseguran en el PSOE, no está siendo tan extraña. Quienes han participado en otras negociaciones saben que responde a unas pautas casi clásicas de agotamiento. Lo importante en estos momentos es simplemente mantener abierta la negociación con el Parlamento catalán. "Tenemos un mes, incluso más, para llegar a los acuerdos básicos que permitan avanzar después en la Comisión Constitucional", recuerda un miembro de esa Comisión. "No hay motivo para gritar ¡fuego!".

Lo que más sorprende no es el calendario o el ritmo de la negociación, sino sus protagonistas. Es poco habitual que una negociación como ésta siga recayendo en dos secretarios de Estado (Francisco Caamaño y Miguel A. Fernández Ordóñez) y el portavoz parlamentario, Alfredo Pérez Rubalcaba. Los dos vicepresidentes, Pedro Solbes y María Teresa Fernández de la Vega, se mantienen al margen, al igual que los otros miembros del Gobierno. Incluso el ministro de Industria, José Montilla, que es al mismo tiempo primer secretario del PSC, está completamente desdibujado en esta negociación.

"Es cierto que Solbes presentó la propuesta de financiación y adquirió un repentino protagonismo, pero no se ha convertido en uno de los interlocutores del cuatripartito", asegura un diputado próximo al ministro. "Vamos a pasar de secretario de Estado directamente a presidente del Gobierno". Caamaño ha adquirido un gran prestigio en el partido en los últimos meses y Rubalcaba tiene fama de gran negociador, pero nadie duda en el PSOE de que los pasos finales se darán en La Moncloa. La incógnita es el tamaño de esos pasos: al presidente del Gobierno le puede llegar una carpeta pequeña o un auténtico dossier. "Esperemos que todo esto no acabe, como ya sucedió, escenificando un magno acuerdo entre Rodríguez Zapatero y Artur Mas", se inquieta un veterano diputado. "Resultaría exótico que uno de los principales resultados de esta operación fuera lanzar a Mas al estrellato político".

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