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Columna
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Oposición

El año que se va siguió un guión parecido a los anteriores en lo que al enfrentamiento político se refiere. La crispación sólo ha ido cambiando en función de la necesidad de subir más, nunca menos, el tono de los discursos, pocas veces con argumento y muchas tirando por el camino de enmedio del insulto más o menos explícito. Es cierto que a nadie extraña que las cosas hayan sido así, porque ya es la costumbre en la vida política andaluza, con un gobierno que, como todos los gobiernos, comete errores, pero cuyos aciertos jamás serán reconocidos por una oposición que vive sin vivir en ella y esperando que alguna varita mágica actúe en su beneficio. Andalucía es, o algunos quieren que aparezca, como un escenario de crispación sin tregua entre el partido que gobierna y el primer partido de la oposición, y no es que no tenga la oposición la obligación de controlar al gobierno; puestos a ello y en rigor, también tiene la misma obligación, la de controlar al gobierno, el partido que lo sustenta. Pero una cosa es hacer oposición y controlar al gobierno y otra que no haya lugar para los matices. Precisamente por la falta de matices, por abusar tanto de la ausencia de argumento y del exceso, es por lo que la labor de la oposición corre el riesgo de acabar sin efecto. El año que nos deja ve a los partidos PSOE e IU en una circunstancia de cierto encuentro, lo que, esto sí, resulta algo novedoso, pero es también interesante en este momento de reforma estatutaria, en el que convendría que todos estuvieran dispuestos a conseguir, entre todos, la mejor reforma posible. De todos, es el PP el menos dispuesto y aunque un día proclame su intención de seguir en los trabajos de la comisión, demuestra al siguiente con los hechos que no tiene intención. El futuro inmediato acaso no cambie, pero no estaría de más contar con la posibilidad de que hubiera acuerdo con respecto al Estatuto catalán, en cuyo caso podrían acelerarse las cosas y pillar al PP en un juego de indefinición del que le sería difícil salir. Y si a pesar de que las cosas ocurrieran así el PP quisiera seguir estando sólo atento a la estrategia de su dirección en Madrid, tendría que medir muy bien las consecuencias de la insistencia en ese error. Está a tiempo de decidir, ante el año nuevo, estrategia nueva.

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