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Un tribunal holandés califica de genocidio la matanza con gas de 5.000 kurdos en el norte de Irak en 1988

Isabel Ferrer

La Justicia holandesa condenó ayer a 15 años de cárcel a Frans van Anraat por su participación en crímenes de guerra. Se trata del primer ciudadano holandés sentenciado por dicho delito, cometido al haber suministrado a Irak -entre 1984 y 1988- materias primas para fabricar gas nervioso y gas mostaza. Ambos fueron utilizados por el régimen de Sadam Husein en la guerra contra Irán (1980-1988). También lo hizo en su campaña contra la población kurda establecida en el norte del país. La muerte de 5.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, en la localidad de Halabya en 1988 fue calificada por el tribunal de genocidio.

Van Anraat no estuvo presente durante la lectura de la sentencia, que se prolongó tres horas. Los jueces desestimaron el cargo de complicidad en genocidio, también planteado por la acusación, por no haberse podido demostrar que en su ánimo estuviera el exterminio de las poblaciones que sufrieron las consecuencias de los ataques con gas. A pesar de ello, la pena impuesta por los crímenes de guerra fue igualmente elevada. Los abogados del empresario habían alegado que no podía considerarse el genocidio en este caso. La razón aducida era simple: el juicio contra Sadam Husein, principal acusado por dicho delito, está todavía en curso en su propia tierra. De todos modos, recurrirán el fallo de ayer.

En sus testimonios, Van Anraat siempre mantuvo que creía vender productos destinados a la industria textil. Cuando las televisiones internacionales mostraron en 1988 las imágenes de los cuerpos destrozados de los habitantes de Halabya, "se le abrieron los ojos", según dijo. El problema es que uno de sus socios, de nacionalidad japonesa, aseguró ante los jueces que el empresario conocía el verdadero destino de las sustancias en cuestión. Incluso añadió que era preciso falsificar los documentos y sortear aduanas para llegar a Bagdad. Según los informes de Naciones Unidas, habría organizado al menos 36 envíos de unas materias primas procedentes de Estados Unidos y Japón. Una vez en Europa, el cargamento salía del puerto belga de Amberes y entraba en Irak a través de Jordania. Todo el proceso le valió al holandés ser considerado por la propia ONU el principal intermediario de Sadam Husein en la obtención de armas químicas.

Durante el juicio, Cees Wolterbeek, antiguo inspector de Naciones Unidas en Irak, señaló que todo el gas mostaza fabricado por el país árabe a partir de 1987 "procedía prácticamente de las materias primas proporcionadas por Van Anraat". Dicho comercio siguió después de las restricciones impuestas a la venta de ciertos productos químicos considerados peligrosos para la seguridad, a Oriente Próximo y a algunos países de Europa del Este. El empresario holandés había sido advertido, además, en 1984, de las posibles consecuencias legales de sus transacciones. La defensa también apuntó la intervención de los servicios secretos holandeses en la detención de su cliente. Van Anraat habría sido ayudado a regresar a su país desde Bagdad, donde se refugió entre 1989 y 2003, a cambio de información. La fiscalía aseguró que sus investigaciones y la acusación formal se habían producido sin presiones.

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