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Columna
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Soplan aires electorales

Se tiene la impresión de que los partidos políticos valencianos cierran el ejercicio con la vista puesta en el próximo enero, mes en el que todos han programado actos eminentemente electorales, no obstante el largo año que nos separa de los próximos comicios autonómicos, y más aún de los generales. El PSPV tiene anunciada una convención, de la que se supone, y ya es suponer, que saldrá una propuesta programática y un rearme táctico para sacudirse el anquilosamiento que reflejan los sondeos demoscópicos. El PP, por su parte, escenificará una especie de arranque de campaña, no se sabe si para remachar al adversario o porque confía que el festejo le alivie los problemas que le han amargado el 2005. EU y Bloc, sin tanto alboroto, seguirán deshojando la margarita de su recurrente pacto.

Como es sabido, los dos grandes partidos, en sus respectivos saraos, tienen anunciada la comparecencia de sus líderes máximos, decimos de Mariano Rajoy y el presidente Rodríguez Zapatero. Una cortesía conmovedora la de estas formaciones periféricas, tan propicias siempre a facilitar esta suerte de bolos, que no vienen sino a subrayar por lo general la poquedad de sus propios dirigentes valencianos. Solo que en esta ocasión parece claro que tanto uno como otro de los citados partidos necesita toda clase de ayudas y patrocinios para superar los problemas que les atrapan.

El PP, y sobre todo su presidente Francisco Camps, ha de encomendarse a los buenos oficios de su valedor -que tampoco es un portento de carisma- para tratar de zurcir el descosido orgánico que le supone la irreductible facción zaplanista, cada día más montaraz y dispuesta a morir matando, un pulso que le echará, si no tiene otra salida, en el momento de elaborar las próximas candidaturas. Pero antes, obviamente, se trataría de hallar un punto de encuentro, objetivo que, al decir de los disidentes, no parece quitarle el sueño al molt honorable, acaso más apremiado por otros asuntos, como la corrupción que emerge en su entorno y la condena europea del urbanismo predador que gestiona su gobierno.

Pero peor lo tiene su principal antagonista, el socialista Joan Ignasi Pla y su cohorte. A lo mejor el nuevo año le cambia la fortuna y empieza a percibirse un sesgo favorable en la opinión del electorado, indiferente por lo visto a las flaquezas y desaguisados del PP. De otro modo, hasta sus propios fieles, decimos de Pla, proclamarán la conveniencia de buscarle un relevo, lo que es tanto como resignarse a seguir calentando los escaños de la oposición, a la que podríamos decir que se han acomodado. Al fin y al cabo, bien están donde están si carecen del mínimo proyecto.

La verdad es que el panorama partidario en el País Valenciano y en estos momentos es deprimente, al menos en lo tocante a sus principales formaciones. El PP afronta lo que debería ser su etapa crepuscular debido al desgaste -y escándalos- acumulados, por no hablar de la irrelevancia de muchos de sus cuadros dirigentes, pero aguanta el tipo gracias especialmente a la inanidad de quien habría de fiscalizarle sintiéndose alternativa y dando pruebas de merecer confianza. Pero el PSPV está por ahora lejos de ello, tan lejos que habrá de recargar mucho las pilas en esa convención inminente, que no requiere provocar una tormenta de ideas: basta con que alumbre unas pocas para persuadirnos de que está vivo.

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