La doble geografía de la Google Mapsmanía
AMENAZADOS POR LO GLOBAL y lo virtual, dos dimensiones que escapan a nuestros sentidos, necesitamos reubicarnos. Lo local está cobrando un nuevo valor como lo indica la moda de intercambiar mapas de Google Maps.
Inicialmente reservado a los hackers, esos expertos del ciberespacio, el juego está ahora al alcance de cualquiera. Abierto hace pocas semanas, Wayfaring.com permite que cualquiera produzca mapas de su elección. Resulta sumamente sencillo escoger una zona, inscribir unos lugares y compartir el resultado con un grupo de amigos o con el conjunto de los internautas. Entre los primeros mapas están los buenos restaurantes a lo largo de la costa entre San Francisco y Santa Cruz, y los edificios en los cuales Susie, una estudiante de la UCLA, recibe clases. Apenas un aperitivo.
El blog Google Maps Mania sigue las evoluciones de esta nueva pasión y ofrece miles de pistas. Una de las más recientes alude a mapas sobre los cuales jóvenes parejas marcan la evolución de su historia de amor comenzando por el lugar en el cual intercambiaron su primer beso. MapGasPrices.com permite encontrar y actualizar las gasolineras que ofrecen los mejores precios.
El movimiento rebasa con creces lo que un solo blog puede cubrir. Hay actividades académicas y sociales como el proyecto de investigación de lo microlocal de la universidad Southern California (USC.edu). Utiliza un mapa de Google para saber cómo los habitantes de un barrio del sur de Los Ángeles utilizan los nuevos medios para difundir sus experiencias comunitarias.
Ya no intercambiamos sólo cartas, fotos o vídeos. Nos enviamos mapas que representan tomas de nuestros diversos universos locales. La tendencia traduce una voluntad de reapropiación de los lugares en los cuales vivimos y que, de cierta manera, se nos están escapando. Pero hay más. Esos mapas circulan, son vistos por otros. El lugar y su representación son, en realidad, el pretexto de un intercambio. Reúnen dos localizaciones: la geográfica y la de nuestras redes sociales (que no representan). Resulta indispensable entender esta doble espacialidad.
Debemos aprender (en particular las empresas) a conectar lo global con las realidades locales, a glocalizarlo. "Necesitamos romper el modelo de la aldea global, el enfoque del acceso a la información como verdad universal. Necesitamos localizar el acceso a la información en una cultura glocalizada". La localización de lo global no es asunto esencialmente geográfico. Es primeramente social. "La información accesible globalmente", escribe Danah Boyd, "tiene que ser organizada en un contexto local donde cobra significado".
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