Chirac vive sus horas más bajas en el Elíseo
Sólo un 1% de los franceses cree que el presidente debe presentarse a la reelección en 2007
El presidente francés, Jacques Chirac, acaba su annus horribilis con un suspiro de alivio. En el último momento, cuando todas las puertas parecían cerrarse, ha conseguido salir relativamente airoso de la cumbre comunitaria de Bruselas, dejando que los daños colaterales cayeran sobre su mejor enemigo, el primer ministro británico, Tony Blair. La ayuda le llegó de donde menos lo esperaba, de Angela Merkel, la sustituta de su gran amigo el ya ex canciller Gerhard Schröder, con quien intercambiaba vinos y cervezas. En el frente interior, sin embargo, su popularidad sigue bajo mínimos, hasta el punto de que sólo un 1% de los franceses considera que debe presentarse a las elecciones presidenciales de 2007.
Hace un año, por estas fechas, el ahora ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, abandonaba el ministerio de Economía y dejaba el Ejecutivo de Jean-Pierre Raffarin para hacerse cargo del partido gubernamental, la Unión por un Movimiento Popular (UMP). El propio Chirac había forzado su salida argumentando que el liderazgo de la formación neogaullista era incompatible con una cartera ministerial. La lectura política incidía en que el jefe del Estado pretendía así debilitar a Sarkozy, dejándolo fuera del poder real, porque él mismo planeaba presentarse como candidato a la presidencia en 2007 y conseguir un tercer mandato.
Referéndum europeo
Para entonces, sin embargo, Chirac ya se había encargado de tenderse su propia trampa convocando un referéndum sobre el proyecto de Constitución Europea. Antes de la primavera, los primeros sondeos ya mostraban que la consulta se estaba convirtiendo en un plebiscito sobre su persona. Sus intervenciones en favor del texto europeo, redactado precisamente bajo la tutela de Valéry Giscard d'Estaign, no hicieron sino exacerbar la opinión pública francesa, más y más dispuesta a lanzarle un no a la cara, fueran cuales fueran las consecuencias.
El 29 de mayo el no ganó por una amplia mayoría y poco después Chirac se vio obligado a despedir a Raffarin, nombrar a Dominique de Villepin primer ministro y pedirle a Sarkozy que entrara a formar parte del Gobierno sin tener que dejar la presidencia de la UMP. El tiro en el pie se había consumado.
El deterioro de su imagen política se intensificó antes del verano, tras las ásperas negociaciones que llevaron al fracaso de la cumbre europea que cerraba la presidencia luxemburguesa y los abiertos desafíos que le lanzó Tony Blair, consciente de su debilidad tras la pérdida del referéndum. Pero lo peor estaba por llegar. A primeros de octubre, Chirac era ingresado de urgencia en el hospital militar de Val-de-Grâce, en París, a causa de "un pequeño accidente vascular" que, según aseguraban los médicos, comportó "trastornos de la visión que debieran desaparecer los próximos días". Salió en una semana, pero, aunque no hay señales evidentes de que el ictus cerebral haya tenido mayores consecuencias, la mirada popular ha cambiado radicalmente desde entonces.
Por si esto fuera poco, a finales de octubre, la muerte accidental de dos adolescentes de una barriada de los suburbios de París desencadenó una rebelión en toda regla. Durante semanas ardieron más de 10.000 coches en toda Francia, junto con escuelas, gimnasios, bibliotecas y comercios. Una situación límite en la que Chirac mantuvo un inquietante silencio, roto por un par de apariciones públicas casi forzadas, protagonizando una auténtica demolición de la institución del presidente de la República, una figura política creada por el general Charles De Gaulle cuya viabilidad ahora muchos discuten, al menos en su forma actual. La frase que mejor definiría el desconcierto del presidente francés elegido por mayor número de votos (un 83% en 2002) es la que pronunció ante una audiencia de jóvenes en un debate sobre la Carta Magna europea. "No os comprendo", dijo.
Los sondeos son demoledores. Especialmente el de Le Parisien, que señalaba que sólo un 1% de los franceses cree que Chirac debe presentarse a las próximas elecciones. Este fin de semana ha vuelto a caer en las encuestas. Según la de IFOP, para Le Journal du Dimanche, la popularidad del presidente ha recaído en dos puntos hasta situarse en un 33%, mientras que el 65% de los franceses está "descontento" con la actuación del jefe del Estado. Por el contrario, sus dos delfines, Villepin y Sarkozy, han salido triunfantes de la crisis de las barriadas. La última encuesta de BVA para la cadena de televisión LCI señala que un 37% de los franceses tiene una "buena opinión" de Sarkozy y un 31% piensa lo mismo de Villepin, pero sólo un 13% la tiene de Chirac.
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