El ascenso hacia el poder
El líder cocalero de origen aymará se prepara para presidente
Cuentan que en la remota aldea de Isallavi, cantón de Orinoca, en el departamento andino de Oruro, las madres están llamando Evo a los recién nacidos y los jóvenes se están dejando crecer el pelo en forma de casco. Es el orgullo que les produce ver a uno de los suyos a punto de alcanzar la presidencia de la República.
En ese poblado de calles de tierra y casas de adobe vino al mundo Evo Morales en 1959. Sus padres, agricultores aymarás, cultivaban patatas, y él les ayudaba pastoreando un rebaño de llamas. Fue un buen alumno de primaria y luego se trasladó a la capital departamental, Oruro, para estudiar bachillerato. Allí trabajó en una panadería y en una fábrica de ladrillos. Alto y fuerte, descollaba como jugador de fútbol, y llegó a dirigir un equipo. Bajo la tutela de Santiago Tuco, director de la Banda Imperial, aprendió a tocar la trompeta.
Su vida dio un giro brusco por culpa de la "helada maldita" que en 1980 quemó todos los cultivos en Isallavi. Su familia emigró entonces a la región del Chapare, en el trópico de Cochabamba, donde, según habían oído, el cultivo de la hoja de coca era muy rentable. Su padre, en efecto, pudo asentarse como cocalero, mientras Evo se lanzaba de lleno a la vida sindical, primero como secretario de la federación de Deportes, y después como dirigente de la Federación de Cocaleros del Trópico, desde donde inició su batalla contra la reducción de los cultivos, en el contexto de la política antidrogas de Estados Unidos.
El salto a la política llegó en 1997, cuando fue elegido diputado por la región del Chapare. Su permanente activismo le granjeó el apoyo de los sindicatos campesinos, si bien su trayectoria parlamentaria se vio salpicada por la denuncia de no pagar la pensión alimenticia de una hija y su desafuero, en 2002, acusado de promover actos violentos que acabaron con la muerte de dos policías en Chapare. Ese mismo año, no obstante, se presentó candidato a la presidencia. Su partido, el Movimiento Al Socialismo, era para entonces la segunda fuerza del Congreso, pero Evo fue vencido en las urnas por Gonzalo Sánchez de Lozada, a quien acabaría desalojando de la presidencia en 2003, mediante innumerables protestas callejeras.
La figura de Evo Morales despierta tanta simpatía como terror. Sus seguidores ven en él la posibilidad de cambiar un sistema político que ha dejado en la cuneta al 70% de la población. Es el líder del pueblo que va a hacer justicia y a gobernar con honradez. Sus detractores auguran el comienzo de una pesadilla, a manos de un caudillo cocalero ególatra y sin preparación, que tiene como gran orgullo haber recibido el premio a los derechos humanos otorgado por el libio Muammar Gadafi, tal como hicieron antes las figuras que él más admira: Fidel Castro y Hugo Chávez.
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