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Reportaje:

Embajador@deespaña.es

El servicio exterior emprenderá una revolución tecnológica para superar un retraso endémico

¿Qué cabría pensar de un país que no disponga más que de rudimentos de tecnología informática en el 60% de sus sedes diplomáticas, y cuyos embajadores apliquen criterios variopintos a la hora de proyectar las cualidades de la nación que representan? Cualquier cosa menos que el país en cuestión es la décima potencia mundial, tiene uno de los primeros sistemas bancarios del mundo, es sede de varias multinacionales y cuenta con una Fábrica Nacional de Moneda y Timbre pionera en la utilización de la firma electrónica. Y, sin embargo, ésta parece ser la situación del servicio exterior español en el umbral de 2006. Pese a los parches que se le han ido poniendo en los últimos tiempos, estamos ante un ejército mal dotado, con pocos recursos materiales y con un deficiente enfoque de la que debe ser su misión en el mundo globalizado de hoy: difundir la imagen de un país moderno que no se limita ya a ofrecer sol, playa y naranjas.

Cardona cree que hay que sacar más partido al extraordinario potencial español

¿Qué ha pasado para que sucesivos gobiernos hayan sido incapaces de impulsar un servicio exterior acorde con la talla real de nuestro país? "Falta planificación. Nuestra política es reactiva más que prospectiva. Hoy día España tiene un soft power muy importante. Me refiero a que tenemos multinacionales, una riqueza cultural y social enorme, un idioma universal; todo eso es un patrimonio extraordinario, lo que hace falta es sacarle el rendimiento que merece", explica Melitón Cardona, el diplomático que ha presidido la comisión interministerial para la Reforma Integral del Servicio Exterior, cuyo informe final, recién aprobado, servirá de base para transformar nuestra diplomacia.

Después de un exhaustivo examen del enfermo, que ha durado casi un año, el diagnóstico de la comisión no ha sido tan alarmista como cabía esperar, pero sí exigente. La modernización del servicio exterior requiere medidas urgentes y otras a medio plazo para centrar sus objetivos: ofrecer una imagen moderna, sin distorsiones, de España, y servir de trampolín a su comercio exterior que en estos momentos representa el 67% del Producto Nacional Bruto (PNB).

Cardona reconoce que la piedra angular de esa renovación tiene que ser la revolución informática que ya se ha iniciado. "Tenemos casi listo el portal del empleado, y en el plazo de 18 meses estará en marcha la intranet para mantener conectadas on line las sedes diplomáticas con el ministerio. Los empleados de todas ellas tendrán correo electrónico individual y acceso a Internet corporativo", explica Blas Cordero, subdirector de Informática y Comunicaciones del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (MAEC). El siguiente paso será el uso de la videoconferencia. La inversión en todo este proceso (que incluye tanto equipamiento técnico como un contrato con Telefónica) será de 50 millones de euros en cuatro años.

No es un logro del que sentirse especialmente orgullosos, habida cuenta de que Exteriores es uno de los últimos ministerios en informatizarse.

Pedro García-Trelles, antiguo embajador en Sudán y en Yemen, en espera de ser nombrado ahora embajador en misión especial para la renovación tecnológica, recuerda que a estas alturas todavía los informáticos que trabajan con él reciben llamadas de diplomáticos angustiados ante el ordenador. "No saben ni siquiera lo que son las [letras] negritas". Los hay que no han oído hablar en su vida de un servidor informático, mientras otros consideran poco menos que vulgar el correo electrónico. "Todavía recuerdo los ordenadores que me enviaron a Sudán en 1988. Eran estupendos, pero no tenían sistema operativo. Allí se quedaron sin utilizar", dice García-Trelles, que pretende poner en marcha una unidad para las tecnologías de la información y la comunicación (UTIC).

Dentro de esta revolución informática, una pieza clave será el nuevo portal de Exteriores. La pesadilla de intentar entrar en el epígrafe Embajadas y consulados en la página web actual quedará como un recuerdo del pasado. La nueva página, a la que es sencillo acceder, "está concebida como un servicio al ciudadano", explica su responsable, Víctor Fajilde, ex embajador en Bolivia. En el nuevo portal, activo a partir del 30 de diciembre, encontrarán información útil los 14 millones de españoles que viajan anualmente al extranjero y el millón y medio que reside fuera.

Pero no basta cambiar de cara cuando los retos que afronta Exteriores son tantos y tan complejos. Ya hubo otros intentos de reforma, como el del Libro Blanco del Servicio Exterior, redactado hace casi dos décadas y apenas aplicado. ¿Por qué va a salir adelante ahora la reforma? El listón es más bajo, desde luego, del que inicialmente se colocó la comisión. "Nos hemos dejado muchas plumas en el proceso de elaboración. Pero es que teníamos que lograr un consenso; de poco sirve ser más radical si no se logra acuerdo", dice Cardona. Este diplomático -ex cónsul general en Rusia- cree que existe una razón económica fundamental en las deficiencias de la diplomacia española. Exteriores recibe un 0,71% de los Presupuestos Generales, y ese dinero no siempre se emplea de manera racional.

"Tenemos que entender que el gasto en el servicio exterior es una inversión, sin la cual la balanza comercial acaba por resentirse. Y es lo que nos ocurre a nosotros. Algo pasa cuando nuestra balanza no está a la altura de nuestra potencia", sentencia este diplomático. Un reto para los embajadores, poco acostumbrados aún a vender en el exterior esta nueva España convertida en receptora masiva de inmigrantes, exportadora de turistas y con algunas de las principales constructoras del mundo.

Los diplomáticos no están solos en esta tarea. En el servicio exterior trabajan más de 9.600 personas fuera de nuestras fronteras. Contra lo que podría pensarse, no hay lista de espera para viajar. El informe de la comisión subraya que hacen falta muchos más incentivos económicos para animar a los funcionarios a desplazarse al extranjero.

Sólo así se podrá competir con los grandes de la diplomacia, un club al que no sólo pertenecen los países con antiguos imperios, sino otros más modestos, como los escandinavos, que invierten masivamente en potenciar su imagen en el exterior.

En España falta efectividad y sentido práctico. "No veo por qué no se puede buscar el patrocinio privado para algunas iniciativas. El Deutsche Bank patrocinó, por ejemplo, la fiesta nacional norteamericana en Francfort", afirma Cardona. "También habría que plantearse la externalización de servicios. Por ejemplo, los británicos lo han hecho con los visados. La potestad de otorgarlos sigue siendo del Estado, pero su elaboración, el proceso burocrático, está en manos de empresas especializadas".

Cardona no echa la culpa de los problemas a los profesionales del servicio exterior -"están a la altura de los de cualquier potencia media, y tienen una excepcional capacidad de improvisación", dice-, pero es obvio que la preparación de nuestros diplomáticos está pidiendo a gritos algunos cambios. En primer lugar, en la evaluación de los exámenes de la Escuela Diplomática. "Habría que modificar el sistema de puntuación, porque el ejercicio de idiomas tiene un peso excesivo en la nota final, nada menos que un tercio", opina. "Además, no debería salir un solo diplomático sin saber lo suficiente de informática, y hay que reforzar el estudio de la Economía y el Comercio Exterior".

Pero no todo hay que cambiarlo. Es más, el servicio exterior español ofrece ya un ejemplo óptimo al que imitar en otras legaciones. La Representación Permanente ante la Unión Europea, en Bruselas, es un reloj perfecto con muchas más piezas ministeriales en su engranaje que otras sedes diplomáticas. Y siempre está en hora.

Embajadores españoles acreditados en el extranjero, en La Moncloa, con ocasión de su tercera conferencia, celebrada en 2004.
Embajadores españoles acreditados en el extranjero, en La Moncloa, con ocasión de su tercera conferencia, celebrada en 2004.ULY MARTÍN

Adiós a la burocracia

Blas Cordero, subdirector de Informática y Comunicaciones del MAEC muestra un correo electrónico que acaba de llegarle como ejemplo de la eficacia que se podrá alcanzar, en algún momento de 2007, en el funcionamiento del Ministerio de Exteriores. Es una nota oficial escaneada desde la Embajada en Kinshasa en la que se lee: "Solicito autorización para la compra de tres móviles... por un precio total de 675 euros, por tratarse de aparatos con gran autonomía de funcionamiento". Mensajes como éste llegaban hasta hace un año por fax (si disponían de un buen sistema telefónico) o en valija diplomática a la sede de Asuntos Exteriores, en el palacio de Santa Cruz de Madrid. Tras su apertura por las secretarias y su entrega al destinatario, la autorización para efectuar la compra, que requiere (al ser inferior a los 30.000 euros) únicamente la redacción de un documento contable que debe ser aprobado por uno de los interventores del ministerio, puede llegarle al solicitante una decena de días después. Total, una veintena de días como mínimo para dotar a una embajada de instrumentos imprescindibles para su funcionamiento. Algo así le hubiera ocurrido al embajador de Kinshasa, capital de República Democrática del Congo, un país con deficientes comunicaciones telefónicas, de no ser porque esta sede diplomática española es una de las 80 (de un total de 200 embajadas y consulados) dotadas ya con modernos instrumentos informáticos. Más que un lujo, herramientas imprescindibles para trabajar en el mundo global.

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