¿Será fácil de aplicar?
La Ley Antitabaco ha sido finalmente aprobada por el Congreso tras rechazar las enmiendas del Senado que flexibilizaban varios aspectos de la normativa, como eran el pago de terapias, la separación "adecuada" de espacios en bares y restaurantes o la habilitación de áreas reservadas en los centros de trabajo. Hay que felicitarse de que España, donde fuma un 31% de la población y se registran más de 50.000 muertes anuales por tabaquismo, se sume a iniciativas ya existentes en otros países europeos. Sin embargo, la propia severidad de la ley, que en algunos artículos es más restrictiva que la de otras naciones, presagia problemas, como han advertido portavoces de la hostelería, porque se consideran más expuestos a las sanciones y obligados a convertirse en policías de la clientela.
La ley entrará en vigor el próximo 1 de enero. Es decir, de aquí a algo más de dos semanas los fumadores deberán acatar la prohibición del tabaco en todos los centros de trabajo cerrados y asumir el coste de su propia terapia o dejar el pernicioso hábito a fuerza de voluntad. No va a resultar sencillo en un país donde el consumo del tabaco es uno de los más altos de Europa. Un 70% de fumadores confiesa que quiere dejarlo, lo cual no significa que sean capaces de hacerlo. El Gobierno ha iniciado una campaña de información y ayuda a los adictos con el lema: "En tu interior, sabes que también será bueno para ti".
Uno de los territorios más conflictivos para la aplicación de la ley serán los centros de trabajo. Los no fumadores tienen pleno derecho a que se respete y las empresas se encargarán de su cumplimiento. Por lo demás tampoco es aceptable que los adictos al tabaco puedan gozar de permisos breves para fumar un cigarrillo en la calle, lo que sería discriminatorio respecto de los no fumadores. Hay que creer que la ley será aplicada con sensatez, porque de lo contrario provocará la rebelión de los fumadores más empedernidos, la compasión de otros y la negligencia de los establecimientos públicos. Quizá sea discutible la medida de no autorizar zonas reservadas en los centros de trabajo. Por el contrario, resulta acertado que se mantenga el rigor en la separación en restaurantes. También lo es la restricción de la publicidad y el patrocinio del tabaco, pero no deja de ser chocante y un punto hipócrita que la aprobación de la norma coincida con la salida al mercado de cajetillas de bajo precio.
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