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CUMBRE DEL COMERCIO MUNDIAL

Los países africanos declaran la guerra a las ayudas al algodón en EE UU

El apoyo de Washington a sus productores obstaculiza las negociaciones en Hong Kong

Fernando Gualdoni

La batalla por el algodón de los países pobres contra los ricos, especialmente contra EE UU, centró ayer toda la atención de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en la segunda jornada de la cumbre de Hong Kong. La pugna por eliminar las ayudas internas y a la exportación que Washington da a sus productores de algodón, que fue el detonante del fracaso de la anterior cumbre de Cancún, en 2003, era ayer el principal obstáculo para el avance de las negociaciones hacia una mayor liberalización del comercio mundial.

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La declaración final prevé dos alternativas: mantener el ritmo gradual que las negociaciones han tenido los últimos cuatro años, o bien pactar una serie de medidas para garantizar la rápida eliminación de los subsidios que permiten a unos 25.000 algodoneros estadounidenses cultivar por encima de los costes y exportar el 70% de lo que cosechan.

Esta política hunde los precios internacionales y hace perder cientos de millones de euros en ingresos a los países pobres. Para los productores africanos, la opción es clara: quieren que EE UU ponga sobre la mesa las cifras y las fechas para desmantelar su sistema de subvenciones. Hasta el momento, Washington les ha dicho que lo máximo que puede ofrecer es acelerar el proceso, sin más detalles, pero sólo después de que concluyan las negociaciones sobre todo el sector agrícola.

Ayer, el secretario de Comercio de EE UU, Rob Portman, insistió en que su país mantiene su propuesta para eliminar las subvenciones para 2010. Más tarde reconoció que esa iniciativa aún debe ser aprobada por el Congreso. "Nosotros también tenemos Parlamento y tenemos votantes", dice un delegado de Senegal, país que junto a Malí, Benín, Burkina Faso y Chad conforman el núcleo que batalla por el algodón porque viven prácticamente de la venta de este producto. "Escuché a Portman insistir en que es un asunto político. ¡Claro que es político para ellos! Pero para nosotros es una cuestión de supervivencia", vociferó el delegado.

"En Ginebra , en julio de 2004, estuvimos reunidos durante toda una noche con Robert Zoellick, el anterior secretario de Comercio de EE UU

[actual vicesecretario de Estado], y salimos de allí con su promesa de eliminar de forma efectiva y rápida el sistema de ayudas", recuerda el delegado de Benín, Antoine Agbadoune. "Ha pasado más de un año y, ¿qué tenemos? Nada", concluye. "Es por eso por lo que batallamos ahora. Ya no podemos esperar más porque éste es el lugar y el momento de avanzar en el tema del algodón", apostilla Mohamed Chamban, asesor de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Ecowacs). "No podemos esperar años para que EE UU revise su política desleal, necesitamos que lo haga ya", añade.

El callejón sin salida en el que estaba ayer la cuestión del algodón, unido a las constantes promesas de los países ricos de aumentar sus ayudas para el desarrollo, ponen en una situación difícil a los africanos. No quieren volverse a casa con las manos vacías ni aflojar por el dinero que les dan los países ricos. "Ésta es la ronda del desarrollo, y lo que queremos es que nos dejen comerciar, vivir del intercambio de nuestros productos, y no de la limosna", explica el secretario general de la división africana de la Confederación Internacional de Sindicatos, el tanzano Andrew Kailembo. "En las próximas horas decidiremos qué tácticas debemos emplear... Todos los países africanos estamos en esto y tenemos el apoyo del G-20, encabezado por Brasil e India", añade.

El delegado senegalés, que como es nuevo en su puesto prefiere permanecer en el anonimato, reconoce que la ofensiva de Japón, de EE UU y de la UE para ver quién da más dinero a los países pobres puede socavar la cohesión de los africanos en la cuestión del algodón. "El tema del algodón es suficientemente importante como para hacer fracasar la cumbre de Hong Kong, como lo hizo con la de Cancún hace cuatro años", dice Phil Bloomer, de la ONG Oxfam.

Los países africanos abandonaron las negociaciones el último día en la pasada reunión en la ciudad mexicana. Se fueron con la frente alta, pero sin conseguir nada... ¿Pueden volver de Hong Kong sin haber ganado nada otra vez? El representante senegalés dice que de momento no hay fisuras y que intentarán que EE UU se comprometa a poner en marcha el desmantelamiento de las ayudas al algodón en los próximos seis meses. Prácticamente ya se da por hecho que habrá una nueva reunión de ministros en primavera, probablemente en Ginebra, donde se espera que se ultimen los detalles para poner fin a esta batalla por el algodón.

Manifestantes antiglobalización marchan ayer por las calles de Hong Kong.
Manifestantes antiglobalización marchan ayer por las calles de Hong Kong.ASSOCIATED PRESS

La batalla del plátano

Mientras los africanos se juegan el todo por el todo en el algodón, los productores latinoamericanos de plátano se preparan para librar su propia guerra. Encabezados por Honduras y Guatemala, el grupo de países que también aglutina a Brasil, Venezuela, Ecuador, Colombia, Nicaragua, Costa Rica y Panamá se queja del nuevo arancel con el que la UE gravará la entrada de sus plátanos desde enero. Pero, por encima de todo, lo que quieren es una mayor cuota de mercado a raíz de la ampliación de la UE de 15 a 25 países.

Bruselas inmediatamente emitió un comunicado asegurando que tanto "los países africanos y caribeños [que tienen un tratamiento preferencial], como los latinoamericanos, tendrán todas las oportunidades para acceder al mercado europeo".

La UE intenta parar un posible conflicto que empantane más las negociaciones y el director general de la OMC, Pascal Lamy, también. Por eso, ayer intentó desactivar la revuelta en ciernes reuniéndose con el embajador hondureño ante la OMC, Dacio Castillo. Le dijo que no había razón para un nuevo enfrentamiento, pero el hondureño no se fue convencido.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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