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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Mirar por mirar

Las fotos de Lluís Casals (Barcelona, 1954) tienen siempre ese valor añadido que suelen tener las obras de los grandes fotógrafos, ese valor que hace que expresen mucho más de lo que muestran a primera vista. Miras una foto de Casals, sea del ámbito que sea, y enseguida te das cuenta de que hay en ella mucho más de lo que aparenta, sientes que contiene una historia particular que revela la mirada especial del autor, un profesional que sabe combinar a la perfección el oficio y la emoción. Y es que Casals, admirador a fondo de Català Roca, es mucho Casals. Pep Rigol, todo un experto en el asunto, se refirió a él, en la inauguración de la exposición que puede verse en el Palau Robert, como "uno de los representantes más importantes no sólo de la fotografía española actual, sino también de la europea". Por si había alguien que todavía dudara, remató con un símil futbolístico: "Casals es el Ronaldinho de la fotografía". Ahí es nada.

Las fotos de Casals contienen historias que revelan la mirada especial del autor, un profesional que sabe combinar el oficio y la emoción

Lluís Casals es sin duda uno de los mejores fotógrafos de arquitectura de España, como lo prueba la abundante presencia de profesionales de este ámbito que le arroparon en la inauguración. Ahí estaban Jordi Garcés, Gabriel Mora, Jaume Bachs, Anna Soler, Lluís Pau, Josep Maria Rovira, Josep Lluís García Antúnez y otros. Una cosa está clara: los arquitectos van a buscar a Casals porque confían en su calidad, porque saben que el suyo nunca será un trabajo rutinario, sino que no parará hasta encontrar la luz precisa, las líneas exactas, el momento mágico que consiga arrancar a un edificio de su aparente frialdad. "Hace más de 30 años que me dedico a la fotografía de arquitectura", señala Casals, "y me gusta hacer este tipo de fotos. Lógicamente, como en todas partes, se presentan dificultades y no pocos problemas, pero, a pesar de todo, trabajo a gusto en este sector. Es un oficio en el que conoces a mucha gente, descubres lugares, te ilustras y aprendes muchas cosas. Gozas del espectáculo del crepúsculo y, lo que es mejor, te da el aire".

Pero no sólo de arquitectura vive Casals, tal como puede verse en la exposición del Palau Robert. A la hora de mostrar su verdad fotográfica, Lluís Casals ha optado por montar tres ámbitos diferentes. Tenemos, por un lado, en formato grande, unas cuantas fotografías de efecto contundente aparecidas en algunos de los libros que ha publicado: sobre la Alhambra, sobre el pabellón Mies van der Rohe, sobre Montserrat, sobre Puig i Cadafalch, sobre las colonias textiles... Al lado, en una vitrina unitaria, se presentan, en pequeño formato, un centenar de fotografías que consiguen resumir la trayectoria profesional y vital del autor. Y el tercer ámbito, por último, consiste en un audiovisual que repasa su amplio currículo profesional. Son tres miradas de calidad, de obra bien hecha, aunque la emoción se concentra sobre todo en el espacio de la vitrina.

Parece mentira como Casals ha conseguido resumir, en exactamente 104 fotos, toda una vida. Contemplando las fotos, uno tiene la sensación de estar leyendo o repasando una autobiografía, escrita en un estilo depurado, en la que junto a unos cuantos retratos del propio Casals, podemos ver fotografías de la familia, de los amigos, de la ciudad, de los viajes, de las vacaciones, del entorno aparentemente más nimio... Es una mirada completa, con destellos como el rótulo de Zeleste que marca un ámbito generacional, la Leica, las golondrinas del puerto, los chupetes de sus hijos sobre la cama, los trajes de Superman, una casa de barro en Senegal o una tranquila vista desde una terraza vacía. Es, en definitiva, una historia personal que va adquiriendo un tono reposado con el paso del tiempo y se va tiñendo de la serenidad propia de quien es consciente que ha tenido el privilegio de poder expresarse en la vida por medio de lo que más le gusta: la fotografía. "Está todo muy resumido, pero he procurado no dejarme nada", explica Casals mientras señala unas cuantas fotos de la vitrina. "Quizá cabía alguna más, pero las que hay ya expresan lo que quería decir. Además, hay una sucesión y unas fotos apoyan a las otras, sea por el color, por las líneas, por el tema... Creo que esta exposición me permite mostrar que, además de fotos de arquitectura, también hago 'fotos normales', como dice un sobrino. Es como si un cirujano hiciera una exposición sobre su trabajo, pero mostrara además que en su vida privada también le gusta tocar el piano".

Cuando se remonta a los orígenes de su vocación, Casals recuerda cómo le impactó, a los 15 años, ver cómo un compañero de escuela revelaba una foto en el precario laboratorio que tenía en casa. "Aquello me cambió", apunta. "Si él lo hacía, yo también podía hacerlo. Me faltó tiempo para dedicarme a ello". Y a partir de aquí, se inició toda una trayectoria que se resume ahora en la exposición Mirar por mirar. "¿Por qué le he puesto este título?", recoge la pregunta. "Pues porque son, sobre todo las de la vitrina, fotos que miras sin querer, como se habla por hablar. Yo miro unas determinadas cosas y las convierto en fotos para que luego otros también las miren. Es lo que he hecho siempre, tanto en las fotos más personales como en las que hago para publicar en libros o revistas".

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