La ruina
Es Otra historia del Bronx, tan atrayente como la que escribió Chez Palminteri y De Niro llevó al cine. El rostro de Lillo Brancato, el joven que fue descubierto por un director de casting en una playa neoyorquina y que demostró que podía ser un hijo adoptivo del gran De Niro, pero más auténtico, más pegado al mundo que le iba a tocar representar: muchacho de barrio, amigo de peleas, habituado a la jerga y a meterse en líos, aparece estos días en los periódicos como el protagonista de una historia fatal. Brancato, que tenía esas particulares cualidades para representar a los gánsteres de poca monta -encanto en la mirada, vulnerabilidad en la nariz partida, violencia y nervio en la barbilla- tuvo la oportunidad de escapar del destino que la vida le había preparado, ayudar a su familia y trabajar con asiduidad y reconocimiento desde que De Niro le apadrinó. Brancato tenía el encanto de los muchachos que vienen de la inmigración italiana. Hay miles. Nunca han estado en Italia, pero se declaran italianos, miran como italianos, mueven las manos como italianos, y sus abuelos tienen el mismo acento falso italiano que Tony Soprano. Se sienten italianos viviendo en América desde principios del siglo XX. Brancato responde al tipo. También responde a ese chaval algo corto que se siente fascinado por el mundo que representa en la ficción. El relato del tiroteo en que se vio envuelto en el Bronx el otro día parece escrito por un guionista experto en delincuentes de poca monta, destinados al fracaso, el mismo personaje que Brancato interpretó en Los Soprano. Palminteri y De Niro mostraban ayer su tristeza por una vida que a los 29 años está destrozada, teniendo en cuenta la imposible reinserción de alguien envuelto en el asesinato de un policía; pero ese cariño que sentían por el joven al que enseñaron a ganarse la vida no les cegó ni les impidió expresar en primer lugar su solidaridad y condolencias a la familia de la víctima, un policía que había vivido con más estrecheces que Brancato, que dilapidó su futuro y se buscó la ruina él solo. La actitud justa y caballerosa de De Niro y Palminteri tal vez debiera enseñar algo a los que, en nuestro país, tienen el reflejo inhumano de defender al de su gremio e ignorar a la víctima. Los ejemplos, en la mente de todos.
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