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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Malos augurios

La Organización Mundial de Comercio vuelve a estar amenazada. Es verdad que en todas las vísperas de las conferencias ministeriales de la institución se acentúa la percepción de ruptura. Ocurrió en las dos últimas: en Seattle, 1999, y en Cancún, 2003. Pero en esta ocasión, la que se inicia mañana en Hong Kong, se palpa un inquietante consenso sobre la elevada probabilidad de fracaso de la Ronda Doha, abierta en 2001 con el fin de acordar un marco de liberalización del comercio en productos agrícolas, manufacturas y servicios. Un sector, el agrícola, que apenas representa un 3% de la producción mundial, puede dar al traste con la normalización de las relaciones comerciales internacionales, bloqueando los necesarios avances en los otros dos.

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Los principales bloques económicos, EE UU y la Unión Europea, siguen anteponiendo la defensa de los intereses de un reducido grupo de población, y sus contrapartidas electorales, a la prosperidad de la mayoría. Ahora ha sido la UE la que ha frenado concesiones adicionales a la reducción de aranceles agrícolas, en una medida similar a la ciertamente generosa decidida en octubre por la Administración americana y que reclaman India y Brasil, representantes de los países en desarrollo que conforman el G20.

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Los aranceles a la importación vigentes en los grandes, más los subsidios a la producción y a la exportación, son un mecanismo distorsionador que perjudica no sólo a los competidores potenciales, sino también a los propios consumidores y contribuyentes de los países donde se practican esas ayudas. Su defensa a ultranza, beneficiando a una parte muy minoritaria de la población de los países ricos, constituye el peor ejemplo de lo que ha de ser el comercio limpio.

Es cierto igualmente, que el propio método de trabajo de estas reuniones, situando encima de la mesa la agricultura como principal asunto a debatir, impide avances en otros sectores susceptibles de reducir esa justificada impresión proteccionista de la UE. India, por ejemplo, esconde tras esa intransigencia agrícola una muy acusada protección de sus mercados a las manufacturas extranjeras.

Hay que desear que en Hong Kong no se bloquee el avance hacia el libre comercio y el multilateralismo. No hay duda de que un fracaso ahora significaría entrar en una espiral de acuerdos bilaterales, especialmente a partir de mediados de 2007, cuando expira la autorización del Congreso de EE UU al presidente Bush para negociar acuerdos comerciales. La principal perjudicada no sería otra que la más joven de las organizaciones multilaterales, la OMC. Y el proceso de globalización sin gobierno global no es mucho mejor escenario que el dominio del bilateralismo.

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