Antisemitismo alarmante
El presidente iraní acaba de cuestionar abiertamente en La Meca la magnitud del Holocausto nazi, y ha propuesto como solución al conflicto palestino que Alemania y Austria cedan parte de su territorio para que se instale allí el Estado hebreo. Los comentarios de Mahmud Ahmadineyad han provocado una inmediata tormenta diplomática internacional, que incluye la reprobación de la UE, la convocatoria por Berlín del embajador iraní o la abierta condena de su aliada Rusia.
Hace tres meses, con ocasión de su agresivo discurso de presentación ante la Asamblea General de la ONU, podía pensarse que el ultraconservador jefe del Estado iraní era sólo un político inexperto y lenguaraz. A finales de octubre, sin embargo, este rendido discípulo de Jomeini abundaba en su credo con otro mensaje incendiario, en el que pedía borrar a Israel del mapa. Lo escuchado esta semana en La Meca viene a confirmar la consolidación de un alarmante patrón extremista que puede tener implicaciones graves para Irán y para la seguridad de una región de por sí explosiva.
El fundamentalista Ahmadineyad está poniendo a su país en el disparadero. Sus diatribas antisemitas, escuchadas con estruendoso silencio en la mayoría del mundo árabe, resultan progresivamente alarmantes en Occidente. Y en nada van a contribuir a facilitar el diálogo sobre los contenciosos con Teherán, el más importante de ellos las ambiciones nucleares de los ayatolás. Este discurso progresivamente delirante, por el contrario, apuntala la idea de los Gobiernos que, con EE UU a la cabeza, pintan al régimen teocrático como una amenaza latente que necesita ser enfrentada.
En la mezcla de retórica feroz y ambigüedad que caracteriza el papel internacional de Teherán, no es fácil discernir si su escalada verbal prefigura una amenaza decisiva para Israel. Pero el Estado judío está tomándosela muy en serio. Sharon ha reiterado que no permitirá que Irán produzca armas atómicas, y su portavoz ha precisado, de forma inquietante, que tiene "la capacidad de impedir que sus deseos se hagan realidad". En octubre de 1981, los bombardeos israelíes redujeron a escombros en minutos el reactor nuclear iraquí de Osirak.
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