Diario de Diego y su familia
Diego ha pedido a los Reyes un patinete. Jimena aún no se entera mucho. A sus padres les gusta el lío familiar de las fiestas, pero odian comprar. Los Ojeda Bendito escriben la crónica anticipada de 16 días de ajetreo e ilusión.
Diego ha pedido a los Reyes un patinete. Jimena aún no se entera mucho. A sus padres les gusta el lío familiar de las fiestas, pero odian comprar. Los Ojeda Bendito escriben la crónica anticipada de 16 días de ajetreo e ilusión.
22 de diciembre: Nuria, la madre
He puesto la radio en el coche para escuchar el sorteo de la lotería de Navidad. No entiendo por qué me entran nervios. Nunca me ha tocado nada, ni siquiera el reintegro. Ha habido veces en que tenía todas las terminaciones menos una, porque todos los hermanos (somos seis, yo la más pequeña) nos pasamos tres euros del décimo, más la participación de mis padres y la de Pilar, la mujer que nos ha cuidado siempre en casa y que es como mi otra madre. Pues llegaba el sorteo, y salía justamente la terminación que yo no tenía. Pienso que el gordo no me tocará nunca, porque me va todo muy bien. Ya sería demasiado. Aún así, yo juego, como todo el mundo. Si no, no sería Navidad. El 82,7% de los españoles lo hace, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, de 2004. Pero hay gente que juega más que yo, que me gasto unos 50 euros. El 22% se deja entre 60 y 120.
Como siempre, me estoy enrollando. EL PAÍS nos ha pedido a mi familia y a mí que les hagamos un diario de nuestra Navidad. Así que me presento: me llamo Nuria Bendito Cañizares, tengo 37 años, dos hijos estupendos y un matrimonio que funciona. Nos han elegido por nuestro parecido a una familia media con niños pequeños. Por ejemplo, en la composición: una de cada cinco tiene cuatro miembros, como la nuestra. El periódico nos ha pasado un montón de folios sobre la Navidad, llenos de datos y encuestas. Y sí, parece que somos bastante típicos. Hacemos casi todo lo que hacen la mayoría de los españoles en estas fechas. Regalamos a los niños en Reyes (como ocho de cada 10), vamos a la cabalgata (como el 62%), ponemos árbol y belén (igual que seis de cada 10), y no asistimos a la misa del Gallo (como el 76,3%), aunque a mí de pequeña sí que me llevaban, porque mis padres son muy religiosos. Ni hacemos un viaje (como el 86,6% de la gente), porque pensamos que nos da cosa no estar con nuestra familia. Y, desde que tenemos niños, tampoco salimos en fin de año, como seis de cada 10 españoles. ¿Somos tan convencionales?
22 de diciembre: Diego, el hijo
Tengo cinco años y de mayor voy a ser Nadal. Mi mamá me ha dicho que he cantado muy bien los villancicos. Eran en inglés. En mi colegio nos hablan en inglés, pero no hay monjas. Y también hablan en español. Yo tenía ganas de acabar para merendar el chocolate. Mi hermana Jimena estaba muy fea con unas faldas muy largas y bailó. Tuvo que llevar un regalo, pero no se lo dieron a ella, sino a otros niños que no tienen juguetes. Las navidades me gustan porque a veces voy al Carrefour y juego con mis amigos. Y a veces voy a comer hamburguesas. También vienen los Reyes y el niño Jesús. Mi mamá me va a ayudar a escribir la carta a los Reyes, porque yo no sé. Voy a pedir un patinete y unos patines y unas bolas de Pokémon y unos cromos de Pokémon. No sé si me lo traerán todo porque mis papás me dicen que los Reyes tienen que repartir entre todos los niños. Mi papá no quiere que pida el patinete, porque dice que siempre que me monto en algo acabo con los morros hinchados, pero yo creo que sí me lo van a traer. Lo que más me gusta es el tenis. Bueno, también los animales. Cuando vamos a los pueblos hay vacas y cabras y caballos. Me gustaría que en mi urbanización andaran caballos por la calle.
22 de diciembre: Nuria
Estudié Económicas y trabajo en una empresa de seguros. En mi oficina somos cinco y yo, la única mujer. Me dicen que soy la más alegre, pero creo que a veces piensan que estoy un poco loca. En cualquier caso, hay buen ambiente, que es lo importante. Cuando esta mañana cantaron el gordo por la radio, sacamos los décimos, y yo la lista de números que juego, que los tengo que apuntar en el último momento. Soy la única que cumplo porque con el christmas de Unicef mando una fotocopia de mi papeleta. Como no nos tocó, nos dijimos unos a otros: "¡Mira qué bien estamos todos de salud!". Y a mí: "¡Cómo te quiere tu marido!".
¿Que qué haría si me cayese el gordo? Liquidaríamos la hipoteca del piso. Para poder comprar una casa como la nuestra, hemos tenido que salir de Madrid y venirnos a Las Rozas, una ciudad con urbanizaciones que está 18 kilómetros al norte. Tiene tres dormitorios y un office, unas vistas preciosas a la sierra, mucha luz, silencio, y pádel y piscina. Si aún me sobrase dinero, compraría acciones de la pequeña empresa de construcciones metálicas de mi marido. Se llama Alejandro Ojeda, es abogado, acaba de cumplir 40 años y es el gerente, aunque no tiene participaciones. Él preferiría una moto, pero ya sabe que no me gusta.
Puede sonar simplista, pero estoy satisfecha con mi vida. Todo no es perfecto, claro. Creo que no dejaría de trabajar, pero procuraría que la oficina estuviese más cerca de casa. Hombre, no tengo las pretensiones de mi cuñado Fede, el ornitólogo, que le gustaría comprarse una finca con linces y águilas imperiales.
He leído que el año pasado los españoles nos gastamos un 5,2% más que en 2003 en lotería de Navidad. Exactamente, 2.378 millones de euros. Es decir, el mismo dinero que genera la avicultura española, que este año, con lo de la gripe del pollo, está en crisis. Ya tenemos un par de ideas para frenar la famosa pandemia. Es que también me he enterado que 2.300 millones son lo que se necesitan para acelerar la fabricación de vacunas.
Esta tarde hemos tenido fiesta con los niños. Empiezan las vacaciones, y eso que llevamos ya desde principios de noviembre con los adornos por todos lados, que parece que cada año los ponen antes. Estamos bastante aliviados porque el colegio público de los niños ha organizado hasta fin de año un campamento de Navidad con el mismo horario del curso, de 8.00 a 17.30. Mi marido trabaja en Fuenlabrada, y yo, en Móstoles, a más de 30 kilómetros de casa. Si tuviéramos que llevarles al centro de Madrid para que se quedasen con los abuelos haríamos un centenar de kilómetros cada día.
24 de diciembre: Alejandro, el padre
Nos ha vuelto a pillar el toro. Hemos comprado los regalos esta misma mañana, y eso que siempre nos hacemos el propósito de adelantar las compras, como recomiendan las asociaciones de consumidores. Odio tener que comprar obligatoriamente antes de Reyes, y todavía más, los centros comerciales en estas fechas. Admiro de Nuria que no se pare delante de los escaparates, que no pretenda entrar en todas las tiendas. Sus amigas no quieren ir con ella de compras. Los dos necesitamos un abrigo, y por no ir a comprarlo, no lo tenemos. Nuria y yo decimos que los regalos nos los podemos hacer siempre, en cualquier momento. He leído en la documentación que tiene ella que lo que menos le gusta a la gente de las navidades es el consumismo (el 18% de los españoles no lo aguanta, según el CIS), seguido del jaleo, del follón de gente (12,9%). Estoy totalmente de acuerdo.
Nos gastamos unos 500 euros en regalos y juguetes. Más que las previsiones de la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), que estima que cada familia destinará estas navidades 1.037 euros a todos los gastos. De ellos, 170, en juguetes y 155 en otros regalos; es decir, 325 en total. Nosotros pensamos que a los niños no hay que cargarles de cosas caras. En realidad lo que les gusta es abrir los paquetes.
No hacemos nada en casa. En eso nos desmarcamos, porque el 44% celebra la Nochebuena en su casa con familiares. Pertenecemos a ese 8,6% de españoles que señalan en las encuestas que se reúnen "en casa de otros parientes". Vamos a casa de Matecha, una hermana de Nuria, en Hoyo de Manzanares, un pueblo que queda cerca. Bueno, al garaje que Matecha ha acondicionado, porque si no, no cabemos. Nos hemos juntado 34, incluido un amigo que ha traído mi cuñada. Es un profesor inglés que se ha quedado colgado en España. El pobre no daba crédito. Como yo, la primera vez que vine. En mi casa también somos seis hermanos, pero como dice Nuria: "Vosotros cenáis y ya está, no sois tan payasos como nosotros". Los Bendito Cañizares cantan villancicos, tocan la guitarra, hablan a la vez y bailan. Si a uno se le saltan las lágrimas, los demás se contagian y acaban llorando. Es como esa película de la boda griega, pero a lo bestia.
El padre de Nuria siempre se marca un discurso antes de cenar. Esta vez, como le han operado de la cadera, nos ha agradecido las visitas al hospital. Cuanto más sentimental se ponía, más se reían de él, como todos los años. Luego, la cena, con el clásico: la ensaladilla rusa que hace Pilar, que es lo que más me gusta a mí. Hemos llevado embutidos, no se nos da nada bien la cocina. Los españoles se van a gastar 170 euros por familia en comilonas en casa, según la CECU. Nuria dice que en total desembolsamos más o menos el doble que en cualquier mes. En eso coincidimos con el 23% de los españoles. La mitad gasta más, pero no tanto como el doble.
Pilar, la abuela
Lo más divertido es cuando se dan los regalos a los niños. Yo es como si tuviera 15 nietos. También tengo un ahijado, que es Nacho, de 14 años. Les pongo regalos a todos. A los mayores les doy dinero. Para mí no pido nada, que yo ya soy vieja, pido para mis niñas, todo para ellas, y que no tengan enfermedades. Si me tocase la lotería les regalaría a Nuria y a Jandro una casa en la calle de Orense, que me pilla cerquita de casa.
Nuria
Es que no nos salimos nada del guión. Nos hemos puesto morados a comer, sobre todo la carne que guisa mi hermana Cristina, que siempre está al quite. Cada vez bebemos menos, con eso de que hay que conducir y tal, pero somos muy clásicos: hemos brindado con vino como el 90% de los españoles, según esa famosa encuesta del CIS -le estoy cogiendo gusto a las cifras, y mira que las matemáticas nunca se me dieron bien- y cava (como el 86%), y, por supuesto, turrón, igual que el 92,9%, que en eso los españoles están más de acuerdo que el Parlamento catalán sobre el Estatut. Consumimos 30.000 toneladas, casi toda la producción del año, que es de 35.000.
Todos los años, a medianoche llaman a la puerta y gritan: "¡Es el niño Jesús!", porque en nuestra casa somos muy clásicos y no entra Papá Noel. Diego y Jimena se pusieron a saltar como locos. Jimena, que tiene tres años y va para actriz, se metió en el bolsillo al auditorio, que no es por nada, pero es muy exigente. Cada uno tiene tres regalos: uno de los abuelos, otro del padrino y otro de Pilar. A mí me toca mi ahijada Cristina, que todo lo que tiene de responsable lo tiene de guapa, y no es amor de madrina. Para los mayores sólo hay un regalo, el del amigo invisible. Nos obligan a abrir los paquetes y, si es algo de ropa, a ponérnosla y a hacer el payaso. Yo no me callé cuando abrí el mío, una blusa que era muy de señora. La verdad es que me está bien empleado, por no dar pistas. Mi suegra me llama doña Sorpresas. Dije: "¿Es así como me veis?", porque es que parecía mi madre. Nacho, mi sobrino, que ya tiene 14 años, pasa mucha vergüenza. A Jimena le tocó una guitarra eléctrica de juguete, unos lápices y un puzzle. Vaya noche que nos dio con la guitarrita.
25 de diciembre: Nuria
Hemos pasado el día en casa de la tía Pili, la hermana de mi madre. Estábamos más de 40. Como dice mi primo Emilio, en esta familia si somos menos de 30, parece que no hay nadie. Primero hemos cantado el villancico. Le cambian la letra para comentar lo que pasa en el año. Ha habido referencias a la contribución de la familia a la mejora de la economía del titanio, porque tanto a Emilio como a mi padre les han puesto una prótesis en la cadera. También se han metido con los novios y las novias de los sobrinos.
Luego hemos jugado todos al medio limón; después, karaoke y merienda. Me gusta de la Navidad que es la cita anual con la familia. Tampoco en eso, ni Jandro ni yo somos originales, según estoy leyendo. Somos como el 84% de los españoles, que en estas fechas se sienten más cercanos a los suyos. Más de la mitad también piensa que son días de ilusión para los niños (55%). Las navidades me gustan más ahora que de pequeña, porque no tenía mucho dinero y no podía salir al teatro o al cine. Además, salvo mi suegro, que se murió el año pasado, no ha habido más fallecimientos en la familia. El 72% de los españoles añora en Navidad a quienes ya no están. A la mitad le producen tristeza. Y se venden más antidepresivos (un 40% más) que el resto del año. Desde luego, no es mi caso.
Veo en las encuestas que para el 44% tiene mucho o bastante contenido religioso, igual para mis padres y la madre de Jandro. El otro día salió en la tele un catedrático que decía que en las últimas dos décadas se ha ido perdiendo el significado religioso de las fiestas. Parece que es algo generacional. Para mí, que no soy muy practicante que digamos, son, sobre todo, familiares. En eso me alineo con el 48% de los españoles. Nosotros nos juntamos con nuestros hermanos y padres porque nos apetece. Si acabásemos como el rosario de la aurora, como ocurre en muchas familias, no lo haríamos. Jandro dice que, con la edad, si algo no le gusta, no lo hace. Y sin dar excusas.
26 de diciembre: Diego
Hoy no me he tenido que poner el uniforme porque no hay colegio, pero hay campamento en el colegio y puedo jugar más. Ya eché la carta a los Reyes. Jimena ha pedido unos patines, es una copiona. Hemos jugado a que yo era un perro y ella un gato. Luego hemos ido a ver a las ovejas y las gallinas que mamá ha puesto este año en el belén. Las escogí yo. También me gustan mucho los camellos, porque se parecen a los caballos y tienen cara de risa. Mi mamá me ha explicado que nosotros no tenemos un árbol de Navidad de los que pinchan porque es mejor el artificial. Me ha dicho que cada año ponen dos millones de árboles de verdad en las casas y que los ecologistas, que son los que defienden la naturaleza, protestan.
27 de diciembre: Jandro
Ayer salí con los de mi empresa. Se quedó Nuria con los niños. Yo lo tengo que hacer otro día, porque a la cena de los amigos vamos los dos. Diego y Jimena se quedarán a dormir con los abuelos. Cada familia se gasta 160 euros cada Navidad en cenas fuera de casa. Nosotros hemos tenido que llamar cinco veces para poder reservar en un italiano. Las navidades producen agobio. Nuria me ha dicho que les pasa al 32% de los españoles. En la cena hemos hecho lo de siempre: reírnos y criticar a nuestras mujeres.
31 de diciembre: Diego
Hoy voy a tomar 12 uvas cuando den las campanadas por la tele en casa de la abuela Carmina. Me las ha pelado mi prima Andrea, que es mi prima preferida. Como juega conmigo a todo, no parece una chica. Primero tocan cuatro, pero esas no son. Luego, hay que tragar las uvas, una por campanada para que el año que viene vaya todo bien, los abuelos estén bien y yo gane al tenis. Me voy a poner un gorro de vaquero y unas gafas del Zorro. Mi mamá, que está muy pesada, me ha dicho que comemos muchas uvas. Ha dicho que 2.500 toneladas, que no sé lo que es.
Jandro
Espero que 2006 sea, al menos, como 2005. En 2004 falleció mi padre, y este año no ha muerto nadie en la familia. Emotivamente ha sido muy bueno. Mis hijos van creciendo, son más personas. Sí, soy de los que se hacen bastantes propósitos y también balance, como cuatro de cada 10 españoles. Sólo pretendo que Nuria y mis hijos estén bien. Yo no soy caprichoso. Lo que quiero, lo tengo. Y con lo que tengo, me vale.
En 2006 pretendo hacer ejercicio. Creo que algo tiene que ver con la crisis de los 40. Hace unas semanas me dio por hacer footing y casi me muero. También tengo el propósito de hacer más cosas, relacionarnos más. Hemos estado muy centrados en pagar la hipoteca, en luchar por la estabilidad y necesitamos otra cosa. Nuria no es muy de propósitos. Este año le ha ido bien en el trabajo. Lo que más me molesta de ella es que lo quiere hacer todo deprisa, vive atropellada. Yo le ayudo a ir más despacio.
02 de enero: Nuria
Primer día de vacaciones de los dos, con los niños. Hemos ido a ver belenes, pasando por el atasco, claro. Jandro, como siempre, ha mantenido la calma. Es mi remanso de paz dentro de este caos. Yo sigo con mis cifras: les he explicado que los grandes centros comerciales de Madrid venden un tercio de lo que facturan en un año. Las navidades me agotan.
05 de enero: Diego
El año pasado me gustaba el rey rubio, pero este año me gusta más el negro, por el turbante. Me ha tirado un caramelo que me ha dado en la cabeza, pero me dio igual. Jimena me ha retorcido la mano cuando ha visto un camello. Luego ha gritado "¡patines, patines!", pero nadie le ha oído. He ido con mamá al mirador a poner vino a los Reyes y escarola a los camellos. No me voy a dormir en toda la noche para verlos.
06 de enero: Nuria
Diego ya tiene un moratón en el codo por el patinete. Jimena ha metido en su mochila el estuche con las plastilinas y el perro de trapo. Los patines no cabían. Daba gusto verlos, a ellos y a sus primos, abrir los paquetes. Vaya caras. Eso me compensa que a mí, de pequeña, no me hicieran tanta ilusión los Reyes, porque, al ir más justitos, siempre nos caía lo que necesitásemos. Ha habido regalos para todos, incluso uno para el niño que espera Eugenio, el hermano pequeño de Jandro. Cuando lo han abierto, todos han silbado. ¿Qué va a hacer un bebé con una cámara de vídeo digital? Estamos en casa de Jandro, a punto de merendar el chocolate de mi suegra, que es casi lo mejor de las navidades. Para ella es la gran cita. Yo estoy encantada. Quería que Jandro me regalase un fin de semana en un parador, sin niños. Alguna indirecta había soltado. Y esta mañana, encima de mi zapato, había un sobre, y dentro, una foto. De Punta Cana. Decía: "Nos vamos una semana, solos, a tumbarnos en esta playa, a no hacer nada".
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