Un documental evoca la vida y la obra del poeta brasileño Vinicius de Morães
El largometraje se ha estrenado en los cines de Brasil en el 25º aniversario de su muerte
El 9 de julio de 1980 fallecía en su casa de Río de Janeiro, a los 67 años, Vinicius de Morães. Fue el autor de la obra de teatro Orfeu da Conceição -que daría lugar a la premiada película Orfeo negro-, el creador de los versos de Poema dos olhos da amada o Se todos fossem iguais a você y el letrista que escribió con Antonio Carlos Jobim, Carlos Lyra, Baden Powell o Toquinho canciones como La chica de Ipanema y A felicidade. Vinicius, el filme documental de Miguel Faria Jr. sobre el poeta carioca, ha sido ya visto en Brasil por más de 100.000 espectadores.
En su casa de la bucólica calle Frederico Eyer, en Río de Janeiro, dejó de latir el corazón del hombre que quiso vivir cada segundo como nunca más. Una calle de Ipanema, por la que hoy pasan muchachas como aquella a la que que él cantó, lleva su nombre.
Una película de dos horas evoca a Vinicius de Morães, "el blanco más negro de Brasil" como se autoproclamaba, el diplomático bohemio que se casó ocho veces. Miguel Faria Jr, que ganó el Premio de la Crítica del Festival de Venecia de 1970 con Pecado mortal y es autor de largometrajes como República dos assassinos (1979) o O Xangô de Baker Street (2001), ya había rodado en 1984 Para viver um grande amor, adaptación del musical de Vinicius de Morães y Carlos Lyra Pobre menina rica. Amigo del poeta, Faria Jr, que estuvo casado con su hija mayor, Susana, admite que nunca le gustó Para viver um grande amor y que se sentía en deuda con Vinicius de Morães. "La única persona a la que yo quisiera que le gustara la película es al propio Vinicius. Aunque sólo fuera para que no viniera de noche a tirarme del pie en la cama", bromeaba recientemente.
Susana de Morães, que había filmado en 1978 un mediometraje sobre su padre en la intimidad, coproduce esta película, en la que ha participado la SGAE y que, según datos de Filme B, ha sido la quinta recaudadora en Brasil la semana pasada -tras Harry Potter y el cáliz de fuego o El exorcismo de Emily Rose, pero por delante de La leyenda de El Zorro y La novia cadáver.
Un recurso de ficción como hilo conductor: el montaje ficticio de un pequeño recital de homenaje al poeta por parte de dos actores. Se le recuerda a través de poemas y canciones, vídeos caseros e imágenes de archivo, entrevistas con el poeta Ferreira Gullar -que asegura que Vinicius de Morães enseñó a Brasil a ser feliz-, la actriz Tônia Carreiro -que afirma que era capaz de cualquier bajeza con tal de conquistar a una mujer- o Chico Buarque -para quien el poeta no tendría un lugar en el Brasil actual-, y confidencias de sus hijas: Georgiana, Luciana, María y la propia Susana.
Vinicius muestra al poeta cantando rodeado de amigos en una fiesta o desvariando con Antonio Carlos Jobim bajo los efectos del alcohol. Otras imágenes dibujan los cambios profundos de una ciudad, Río de Janeiro, que sólo tenía un millón de habitantes cuando nació el poeta en 1913. La banda sonora reúne a sus queridos parceiros o colaboradores: Carlos Lyra (Você e eu), Francis Hime (Sem mais adeus), Chico Buarque (Medo de amar), Edu Lobo (Berimbau) y Toquinho (Tarde em Itapoa). Faltan los fallecidos Jobim y Baden Powell, pero cantan Caetano Veloso (Poema dos olhos da amada ), Gilberto Gil (Formosa), María Bethânia (O que tinha de ser), Adriana Calcanhotto (Eu sei que vou te amar), Mônica Salmaso (Insensatez) o su nieta Mariana de Morães (Coisa mais linda).
Marcus Vinicius da Cruz de Melo Morães -le debía su nombre a la devoción materna por la novela Quo Vadis?- fue poeta, diplomático, crítico de cine, compositor y cantante. También censor -aseguraba no haber cortado ni una escena- y hasta se ocupó del consultorio sentimental de un diario: firmaba Helenice. Llevó la poesía de los libros a las canciones. "Su obra ha permanecido porque veo el interés de los niños con las canciones del Arca de Noé y de los adolescentes por sus sonetos de amor", dice Gilda Mattoso, que fue su última compañera.
"Tenía un desapego absoluto por todo lo material", recuerda Mattoso. "No digo que muriera pobre, pero sí que vivía de forma sencilla. Era generoso en lo material y la persona generosa en lo material suele serlo en los afectos". "Un ser angustiado, que tenía la delicadeza de no compartir su angustia", cuenta Faria Jr. Vivió buscando ser feliz, sin preocuparse de reglas: "No temo a la muerte, lo que añoro es la vida".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.