La bola
Son cuatro las ocasiones en que me he presentado a un sorteo de Emvisesa y en las que he perdido entre las miles de solicitudes (en la última más de 42.000 para 720 viviendas). El sistema elegido no me parece el más adecuado porque deja en inferioridad de condiciones y con cierta sensación de engaño a una ingente legión de peticionarios de lo que se desprende un ligero sentimiento de fraude.
Si ya es triste y desalentador tener que acudir a un sorteo para que te toque una vivienda de protección oficial, dado la inexistente política que se ejerce en este país que ha elevado los precios a límites estratosféricos, lo pernicioso del método escogido lo convierte en malsano.
Un sorteo de este tipo genera una gran cantidad de insatisfechos, ya que no puede tocarle a todos, pero debería establecerse algún tipo de mecanismo que perfeccione el sistema y que vele por la igualdad de oportunidades
Una reflexión final: me hace sonreír el agrio nivel que alcanzan los políticos de turno cuando se enzarzan sobre la conveniencia o no de reformar la Constitución. No se trata de reformar, sino de cumplir lo que ya está recogido, por ejemplo, el artículo 47: "todos los españoles tienen derecho a disfrutar una vivienda digna y adecuada...". Eso sí sería una verdadera revolución. Desde 1978 hasta ahora, haber procurado que ese precepto se lograra. Incontables especuladores no habrían engordado sus faltriqueras, pero miles de ciudadanos tendrían ya su piso, su casa, su hogar. Más revolucionario que reformar todos los estatutos de autonomías. Más extraordinario que encontrar acomodo para los nacionalismos periféricos, mal que les pese a todos los intermediarios que medran a la sombra del suculento negocio de la construcción, que este simple artículo, el 47, se cumpliese de una vez. Por los siglos de los siglos, amén.
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