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Reportaje:

Humos, fuera

Restaurantes y bares se adaptan, algunos a regañadientes, a la prohibición del tabaco, que entra en vigor el 1 de enero

Ana Pantaleoni

No quiere encerrarlos en una habitación, y buscará otras opciones. Josep Lluís Jiménez es el propietario de La Bodega, un restaurante en la plaza de Molina de Barcelona con una peculiaridad: el espacio no es una gran sala, sino que está dividido en habitaciones.

A pocas semanas para que entre en vigor la ley contra el tabaco, Jiménez busca su propia fórmula porque no quiere dejar una sala a fumadores que le condicione las reservas. La Bodega proyecta acondicionar su terraza, con mamparas y lámparas alógenas de calor, para que quien lo desee pueda tomar el café, la copa, fumar el cigarrillo o el puro. Dentro, sin embargo, no se fumará. La terraza ya fue el recurso empleado por los restauradores irlandeses cuando se implantó la prohibición en su país, y eso que el clima no favorecía la iniciativa.

"Era evidente que llegaría el día, lo habían anunciado y es una tendencia mundial (Italia, Irlanda, Nueva York)" "Temo perder muchos clientes. Lo que no puede ser es que me conviertan en juez y tenga que decidir si se fuma o no"

"Hace ya un año que preguntamos a nuestros clientes, con una nota en el menú, qué les parece la idea. A la mayoría dejar de fumar no les molesta, pero hay alrededor del 5% que asegura que si no puede fumar, no vendrá", explica Jiménez. Y añade: "Espero no perder clientela".

Como La Bodega, miles de restaurantes y bares, grandes y pequeños, se enfrentan a la nueva ley contra el tabaco, que prohíbe fumar en los centros de trabajo y limita su consumo en bares, restaurantes y discotecas de más de 100 metros cuadrados de superficie. A los más pequeños, la ley estatal les da la libertad de elegir: con o sin humo. No obstante, Cataluña quiere ir más allá y prohibir el tabaco, tras una época de transición, en los locales de menos de 100 metros, la gran mayoría. En Cataluña hay 47.000 locales de restauración, entre bares, cafeterías y restaurantes.

La Carassa, restaurante de Ciutat Vella, tiene menos de 100 metros cuadrados. Su dueño, David Gibert, está dispuesto a permitir que sus clientes sigan fumando mientras la Generalitat no imponga la nueva normativa. Gibert alza su voz contra esta medida y asegura que se siente desinformado. "Sé que me pueden poner una sanción si no cuelgo un cartel, de un tamaño DIN A 3, a partir del 1 de enero que diga que es un local con humo", añade.

No todos se muestran contrariados. Jordi Vidal es propietario de dos restaurantes de cocina japonesa en la ciudad llamados Udon. El primero lo abrió en marzo del año pasado y desde el principio decidió no dejar fumar. "Tomamos esta decisión porque era evidente que llegaría el día, lo habían anunciado y es una tendencia mundial (Italia, Irlanda, Nueva York)", afirma Vidal.

El propietario de Udon dice, además, que el estilo de su restaurante, "comida sana y mesas compartidas", no liga con el humo. "Desde el primer día colgamos un gran cartel y ha sido un trabajo de educación continuado", explica. Vidal es una de las voces que clama contra el tabaco. Pero también hay muchos preocupados con la medida.

"Si quieren prohibir fumar deberían poner un guardia en la puerta. Nosotros no podemos obligar a nuestros clientes a dejar de fumar. ¿A quién sancionarán? Al amo o al cliente", se pregunta Joan Guardia, propietario de El Tossal. Guardia plantea otro problema: "Y si no prohíbes fumar, entonces ¿no podrán entrar los menores a comer con sus padres?". El Senado aprobó a principios de mes que los menores puedan entrar en los bares donde se fuma, pero sólo en la zona de no fumadores.

A pocos metros de El Tossal, Jordi Valls, dueño del bar de Gràcia Cafés Nelson, prepara los desayunos mientras en su barra dos de las seis personas que desayunan su café con leche también fuman. Ante el debate abierto, una de las clientas comenta: "Si tenemos que fumar en la calle, saldremos y lo haremos. Pero creo que la norma no se acabará cumpliendo".

Valls dejará que en su pequeño local, una barra amplia y dos mesas, fumen con libertad. Él puede, de momento. El tamaño de su bar es inferior a 100 metros cuadrados. Además, el 65% de la clientela es fumadora.

"Poder escoger es el problema. Soy fumador y de la época del prohibido prohibir. Pero ya que lo tienen que hacer, que lo hagan bien", subraya Valls.

"Los que mandan nunca han tenido un negocio", asegura Rosa Maria Esteva, dueña del Grupo Tragaluz con una decena de restaurantes en Barcelona. "Un local que por estética ha ganado un premio de diseño, como es el caso del OMM, no se puede partir por la mitad. El 60% de mi clientela es fumadora", dice Esteva, quien explica que no tiene decidido qué hará.

De momento, en su nuevo local, en el mercado de Santa Caterina, sólo se puede fumar en el bar. "Temo perder muchos clientes. Lo que no puede ser es que me conviertan en juez y tenga que decidir si se fuma o no", protesta Esteva.

Otros ya se han adelantado. El restaurante Botafumeiro, un clásico de Barcelona, hace cinco años que se adelantó a la normativa creando un espacio para fumadores y otro para no fumadores. Delimitaron una amplia zona de humo y reservaron alrededor del 30% de su espacio para los no fumadores.

"Las estadísticas lo indican: en una mesa de cinco o seis, uno fuma. Ahora la ley va por el camino contrario. Creo que hemos de dejar un máximo del 30% para los fumadores", explica Aurelio Vázquez, director del restaurante en Gran de Gràcia. Botafumeiro tiene seis salones y capacidad para unos 300 comensales, así que no tendrá problemas para asumir la nueva ley.

El Gremio de Restauración de Barcelona calcula que alrededor del 80% de los bares y restaurantes pequeños en Cataluña optará por ser un espacio para fumadores. Eso será en una primera etapa, pues el gremio también confía en que una vez la normativa se estabilice el porcentaje de locales para no fumadores, de menos de 100 metros cuadrados, vaya en aumento.

"Lo que nos preocuparía es que todo el mundo apostara por locales de fumadores", afirma Gaietà Farràs, presidente del Gremio de Restauración de Barcelona.

Farràs asegura que una de las preocupaciones de los responsables de estos locales es el hecho de que a partir del 1 de enero tendrán que hacer de policías de sus propios clientes. También están las pérdidas. "Se espera que se pierdan consumiciones; en una primera etapa según el último estudio las pérdidas están cifradas en el 15% de la facturación", añade el presidente del Gremio de Restauración.

Guste o no, lo que es inevitable es que la noche del 31 de diciembre, tras las uvas y campanadas, la normativa contra el tabaco entrará en vigor.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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