Soluciones para (todo) el español
Con la edición de este diccionario, la Academia (junto con las demás academias de la lengua española) corta de un solo tajo el nudo gordiano en el que se entrelazaban muy distintos tipos de inseguridades lingüísticas de los hispanohablantes.
En primer lugar están los variados problemas que tratan los "diccionarios de uso" y los libros de estilo de medios de comunicación. Por ejemplo: acentuación (¿gurú o guru?), formación de plural (¿caracteres o carácteres?), género (¿el o la duermevela?, ¿existe cancillera?), proximidad de forma (infringir/infligir), complementos pronominales (¿su padre la pegaba o le pegaba?), verbos irregulares (¿cimentar o cimientar?), construcción preposicional de verbos o sustantivos (gusto por, para, de), etcétera. También están las dudas sobre ciertos nombres de lugar: ¿Fiyi, Fiji o Fidji?, y ¿cómo se llaman sus habitantes?
DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS
Real Academia Española, Asociación de Academias
de la Lengua Española
Madrid. Santillana. 2005
834 páginas. 29,90 euros
Lo novedoso de esta obra no es sólo que nos razona y resuelve un notable conjunto de cuestiones, sino que para ello se ha tenido en cuenta sistemáticamente el español de América Latina. En pronunciación: guión se reconoce monosílabo en México y Centroamérica y bisílabo en el resto; léxico: la w se llama uve doble, doble ve o doble u, según los lugares; o régimen preposicional: informar de que en España e informar que en casi toda América. Aparecen normalizados temas centrales como el seseo -que con su predominio americano y peninsular meridional resulta mayoritario en el español- o el voseo. Así, la pronunciación de íncipit figura como (¡primero la forma con seseo!), y la conjugación de ser comienza: "soy / eres (sos)". Esta última medida es revolucionaria incluso para América, en cuyo sistema educativo y lengua escrita el voseo sólo ha tenido una entrada muy reciente.
Una cuestión siempre abierta son los extranjerismos. Cuando en 1927 la Academia creó, paralelamente al diccionario habitual, un Diccionario manual incluyó en él muchas nuevas palabras comunes y técnicas, de las que no podía presumirse si llegarían a "arraigar en el idioma". El Diccionario manual se discontinuó, como se dice en América, y numerosas voces extranjeras a medio digerir se vieron introducidas en la vigésima segunda edición del diccionario académico. No era ése su sitio, y por fortuna la aparición de este nuevo diccionario permite traerlas a él.
La obra registra los extranjerismos arraigados, con su pronunciación (blues), aunque no siempre (hardware). Por lo general se intentan pasar a la grafía española: yóquey para jockey; flas para flash. (El problema es que esta solución tiene consecuencias disgregadoras: "quien pronuncie [jerséi] escriba jersey, quien pronuncie [yérsey] escriba yérsey y quien pronuncie [yérsi] escriba yersi"). Cuando hay alternativas, se proponen (patrocinador en vez de espónsor). Si las mejores opciones pertenecen al español de América, se recomienda su uso también en España (aerobismo para footing o jogging). Se busca siempre un consenso dentro de la norma culta hispánica (de ahí la labor conjunta de todas las academias), a sabiendas de que en muchos casos está aún haciéndose. Ante cualquier uso se aporta primero un abanico de variantes (ilustradas con citas de fuentes de los países hispanohablantes, incluido Estados Unidos) y tras su discusión razonada aparecen fórmulas como "se desaconseja", "deben evitarse", o bien "debe preferirse", "se recomienda", que recuerdan que estamos ante un terreno en constante movimiento... Esta encomiable cautela privará, por fortuna, de argumentos a los talibanes de la lengua, siempre dispuestos a ser más papistas que el Papa.
Las reglas de acentuación, división de palabras, etcétera, que estaban en la Ortografía de 1999, se han incorporado asimismo a la obra. También figuran aspectos ortotipográficos (como la colocación de los signos de puntuación cuando hay comillas), expuestos de forma taxativa, a pesar de ser materia opinable.
El diccionario da acceso alfabético a las palabras dudosas, pero también presenta artículos temáticos (laísmo o puntos suspensivos). Éstos, ligados a un útil "Glosario de términos lingüísticos", constituyen pequeños tratados, que en algunos casos adelantan contenidos de la futura Gramática. El lenguaje del diccionario es llano y adecuado, salvo algún tecnicismo no explicado ("resalte tipográfico").
El adjetivo panhispánico en el título resulta altisonante y con resonancias de predominio poco gratas. Habría sido mejor Diccionario hispánico de dudas, pues ¿no es hispánico lo "perteneciente o relativo a la lengua y la cultura españolas"? La edición es impecable, y sólo hay que lamentar que la nómina de autores y obras, a cuerpo mayor que el del diccionario, ocupe más de sesenta de sus páginas. Ojalá que pronto esté en línea la prometida versión íntegra -con algún sistema que permita enlazar, vincular o ligar directamente a cada entrada-, como forma de llegar con sus utilísimos servicios al último hispanohablante conectado a la red.
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