Los sentidos y el alma de Woolf
Este libro contiene una bien escogida selección de textos ensayísticos de la gran escritora inglesa. El conjunto es muy variado, aunque son mayoría los textos dedicados a biografías de personajes y escritores célebres. El libro se abre con el ensayo que le da título y que bien puede oficiar de prólogo: está dedicado al lector, a la exaltación de la lectura en los tiempos jóvenes, al peso de la tradición literaria y al gusto por la actualidad, a la firmeza de los clásicos y al interés por nuestros contemporáneos. Si lo apartamos como prólogo, veremos que la selección se abre y se cierra con dos esbozos narrativos. El primero, In the orchard, que el editor ha preferido traducir por Bajo el manzano, es particularmente emocionante porque en él está ya tocando con los dedos la nueva colocación de la voz narradora que había empezado a asomar en Lunes o martes y a la que pronto dará forma en el relato titulado La señora Dalloway en Bond Street para fijarlo en La señora Dalloway y desarrollarlo de manera esplendorosa en Las olas. Y el libro se cierra con el texto La muerte de la polilla, escrito al tiempo que redactaba su obra maestra, Las olas, que durante buena parte del trabajo de escritura se tituló provisionalmente Las polillas.
HORAS EN UNA BIBLIOTECA
Virginia Woolf
Traducción de Miguel Martínez-Lage
El Aleph. Barcelona, 2005
288 páginas. 19,50 euros
Entre estos dos movimientos narrativos se encuentran los ensayos, textos aparecidos en revistas a propósito, generalmente, de otros libros. Los ocho primeros, sin embargo, son generales, ejercicios en prosa. Después, entra en Coleridge y de ahí se dirige derechamente a Pepys, Ruskin, Kipling, Conrad, Emerson, Thoreau, Melville, Turguénev, Dostoievski, Jane Austen, Elizabeth Gaskell, Katherine Mansfield y, en fin, otros autores no menos importantes. Lo verdaderamente importante de estos trabajos no es tanto lo que llamaríamos un análisis de la obra de todos estos autores, sino la descripción de ellos mismos y de sus libros. Me explicaré.
Dice Virginia Woolf: "Apren-
der de los libros es una ocupación caprichosa en el mejor de los casos, y la enseñanza es tan difusa y tan cambiable que, al final, lejos de llamar a los libros románticos o realistas, uno tiene mayor inclinación a pensar en ellos tal como piensa en las personas, es decir, en calidad de algo muy entreverado, híbrido y diferenciado, muy disímil lo uno de lo otro". Así es exactamente como los considera ella y de resultas, encontramos unos comentarios en los cuales se mezclan sin dificultad y aun armónicamente su propio pensamiento literario, el del autor de que se trata y la descripción tanto de su escritura como de él mismo. Esto dota a los textos de este libro de un interés y una variedad sumamente atractivos. Nada mejor que poner un ejemplo para apreciar la singularidad de su manera, a propósito de La estepa, de Chéjov: "Sin embargo, a medida que los viajeros se desplazan lentamente por la inmensidad del espacio, deteniéndose en una posada, rebasando a un pastor, a un carromato, parece que fuera un viaje por el alma rusa, y el espacio desierto, tan triste, tan apasionado, pasa a ser el trasfondo de su propio pensamiento". Como se puede ver, es un caso de empleo de la descripción para sugerir el sentido de la novela, lo cual, naturalmente, convierte lo que sería una crítica al uso en un comentario fascinante. Ella lo utiliza no sólo para abrir, mostrar y comentar la novela o la obra de la que habla sino también para hacer aparecer al autor.
Pero ello no quiere decir que se trate a su vez de esa crítica que mezcla vida y obra del autor. Woolf es una gran escritora y su arte es, en esta ocasión, una manifestación de su capacidad de contar no una historia sino un libro ajeno; en realidad, lo que describe muy bien es la escritura del autor de que se trate y al dejarnos ver la mano del autor, nos deja tocarlo. Otro ejemplo, esta vez a propósito de Dostoievski, nos deslumbra: "La intuición es el término que mejor conviene al genio de Dostoievski cuando da lo mejor de sí. Cuando se halla plenamente imbuido de ese genio, es capaz de leer la escritura más inescrutable en las mayores honduras del alma oscura, y cuando le abandona es como si toda su asombrosa maquinaria siguiera girando infructuosamente, sin engranarse, en el aire". Hay una visión del autor implícita en este juicio, pero de lo que habla es de su escritura.
No todas las opiniones o lec
turas de Woolf tienen el mismo poder de convicción; el tiempo ha demostrado que su visión de la obra de Conrad no es muy atinada, del mismo modo que con Gaskell es injustamente justa; en cambio, su admiración por Katherine Mansfield, su retrato de Christina Rossetti o de Lady Holland y sus apreciaciones sobre los novelistas rusos son piezas soberbias. Hay muchos comentarios a autores a propósito de biografías de éstos: ahí opera a la inversa; el retrato de autor es excelente y el paso a opiniones sobre su obra entra y fluye con toda naturalidad y con notable ingenio. El resultado es un libro para muy lectores, con especial referencia al mundo intelectual británico, que se lee con verdadero placer. No son menos sugerentes los ensayos que analizan el género de la biografía y el fundamento de la ficción, que se recogen al final, casi a título de recopilación de lo leído, lo que habla en favor del buen sentido y la buena organización de esta selección.
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