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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El guardaespaldas

El dolor de espalda, como las almorranas, se sufre en silencio. Primero no le das importancia y te inventas extraños y ridículos estiramientos para aliviar tus penas. Como tiendes a creer que no es lo bastante grave para justificar una visita al especialista, aguantas y, si te queda tiempo, dedicas unos minutos a hacer ejercicio o a prometer perder peso. A los pocos días, si el dolor remite, incumples tus promesas y vuelves a las andadas sedentarias, dos conceptos teóricamente antagónicos. El círculo vicioso se reactiva cada vez que, después de muchas horas de estar sentado ante el ordenador, las cervicales o las lumbares te recuerdan que no es bueno que el hombre esté quieto. En eso pensaba el otro día mientras, tumbado en el suelo, probaba un aparato con aspecto de esqueleto de animal prehistórico llamado backstretcher. Como ya habrán adivinado, se trata de una denominación compuesta por back (espalda) y stretcher (estiramiento). Descripción: una banqueta de madera de 60 x 25 x 11 centímetros con 20 rodillos de goma posicionados siguiendo un diseño que, según la retórica publicitaria, "surte el mismo efecto que un masaje shiatsu".

No es bueno que el hombre esté quieto, te recuerdan las cervicales y las lumbares, después de muchas horas trabajando con el ordenador

No les voy a engañar: ignoro en qué consiste el masaje shiatsu pero, por principios, estoy a favor de todo lo que tenga que ver con la palabra masaje. Si te tumbas encima del backstretcher con la serenidad metódica de un faquir (en sesiones de 15 a 20 minutos), entiendes por qué sus creadores afirman que el aparato está pensado para "ejercer presión en los músculos de la espalda y contribuir a reencontrar la tensión muscular normal". Otra cosa es que nos pongamos de acuerdo sobre qué se entiende por tensión muscular normal. Éste es un asunto más filosófico que fisiológico. Por suerte, el invento está ideado por personas pragmáticas, poco dadas a las eculubraciones metafísicas de algunos de sus potenciales pacientes. Aviso: el hecho de tener que mirar al cielo o al techo mientras estás tumbado aumenta la propensión a divagar. Si te relajas demasiado y llevas sueño retrasado, incluso puedes quedarte dormido y soñar con vértebras torácicas y lumbares indoloras, o con músculos de nombres tan sugerentes como trapecio, romboides, iliocostales o multífidos. Una de las instrucciones de uso recomienda: "Intente relajarse bien durante las sesiones, por ejemplo, escuchando música". Es un buen consejo. Como no especifica qué clase de música, elegí el primer movimiento (lento, sostenuto tranquillo ma cantabile) de la Sinfonía número 3 de Henryk Górecki, aunque me temo que, por la infinita tristeza que transmite, no es la más apropiada. Por estos lares, la mayor autoridad en backstretcher es el licenciado en Fisioterapia Maarten van Peursem, un holandés nacido en 1969. Desde su clínica de Sitges, Van Peursem se dedica a mejorar la salud de las espaldas de los bípedos de su entorno. Es especialista en fisioterapia del deporte y en los problemas de columna vertebral que, por lo visto, aquejan a buena parte de la población y provocan unos índices crecientes de absentismo laboral. Ha trabajado con deportistas de élite y, si quedas con él para, pongamos, tomar un café, enseguida aprecias una clara diferencia entre la posición de su cuerpo (erguida, con los hombros hacia delante) y la tuya (encorvada, hundida, creando el territorio adecuado para el nacimiento de una esplendorosa y literaria joroba). Por fortuna, no se trata de uno de esos inventos milagrosos que, a altas horas de la madrugada, ilustran la programación de las teletiendas y amenizan nuestro insomnio. Si no lo entendí mal, aquí se trata más de prevenir y aliviar que de curar. Mis relaciones con el concepto prevención no son buenas. Es más: le tengo bastante tirria a la prevención por lo que tiene de certeza con efectos retroactivos y de recordatorio de lo que habría podido ser y no fue. Lo que más rabia me da es que la prevención siempre tiene razón: si hubiera andado media hora cada día, si no me hubiera alimentado durante tanto tiempo sólo a base de donuts y patatas onduladas...

Una vez tumbado sobre la banqueta (puede cubrirse con una toalla para que la posición sea más comoda), notas que, en efecto, se modifica tu posición habitual. Tras dos sesiones de 20 minutos puedo afirmar que mi espalda no ha empeorado, lo cual, dada mi tendencia a empeorar, no es poco. Esos minutos son, además, una deliciosa oportunidad para pensar en las cosas más diversas. A mi me dio por aprender de memoria la historia del inventor del aparato en cuestión. Se trata de Neil Summers, un fisioterapeuta con un aspecto tan saludable como el de Van Peursem. Summers era un miembro activo de los Royal Marines del ejército de Su Majestad la Reina, pero tuvo que dejarlo por culpa de unos terribles problemas de espalda. Eso le llevó a diferentes estados de ánimo y, al final, se recuperó y decidió dedicarse a aliviar dolores ajenos. Entre otras muchas cosas, diseñó, patentó y comercializó este aparato, que cuesta, incluyendo los gastos de envío, 125,95 euros (para ampliar información, puede consultarse la web www.elbackstretcher.com).

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