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LA REFORMA EDUCATIVA

4.800 palabras leídas suave, monótonamente

Había curiosidad por escuchar en su primer plenario al obispo Blázquez, sustituto de Rouco en el liderazgo episcopal. Habló con un discurso de 4.800 palabras, leído suave y monótonamente, arropado por tres cardenales -Rouco, Amigo y Carles, prelados de Madrid, Sevilla y emérito de Barcelona, respectivamente-; por el arzobispo Cañizares, primado de Toledo, y por el nuncio Monteiro de Castro.

Nadie se parece tanto, ideológicamente, a un obispo como otro obispo, pero el actual comité ejecutivo del episcopado -siete prelados- es más que complejo, contradictorio. Si Blázquez y el cardenal Amigo aparecen siempre encuadrados entre los dialogantes y aperturistas, el resto de los prelados sentados ayer en la presidencia están señalados como miembros del sector más conservador.

Otra novedad es el estilo oratorio, complejo el de Rouco, gallego militante; seco y austero el de Blázquez, castellano viejo. Rouco, en seis años de mandato, llenó sus discursos de citas a pie de página, en su mayoría de Juan Pablo II; Blázquez lo hizo ayer sólo una vez, para aludir a una declaración de los obispos en 1999 sobre las visitas del papa polaco a España.

No pasó inadvertido que Blázquez prestase atención especial al Sínodo de Obispos celebrado en Roma el mes pasado, en el que coincidió durante 23 días con Benedicto XVI. Destacó la "confianza y sencillez" del nuevo papa, y su capacidad para impartir profundas lecciones de teología a braccio (sin papeles).

"Un antes y un después"

Sobre lo allí tratado, subrayó Blázquez uno de los debates recurrentes, a causa de la dramática situación de millones de fieles católicos sin sacerdote que les celebre el sacramento de la eucaristía por la crisis de vocaciones. Se discutió mucho si habría que ordenar "a varones casados maduros en la fe", llamados por Roma los viri probati. "Es un camino que no se debe recorrer", dijo Blázquez.

Proclamó en cambio que el revolucionario Concilio Vaticano II, del que se cumplen ahora los 40 años, fue "el mayor acontecimiento religioso del siglo XX". "Ha sido punto de orientación durante los decenios pasados en la manera de afrontar la Iglesia los desafíos que se le vienen planteando, particularmente cuando estamos inmersos en multitud de cambios rápidos y presumiblemente de alcance inusitado. Significó un antes y un después", dijo. No escasean los prelados que dicen lo contrario.

Blázquez saludó de manera especial a los obispos españoles que estuvieron en aquel concilio. Viven sólo cuatro: Francisco Peralta, emérito de Vitoria (93 años); Pablo Barrachina, prelado de Orihuela-Alicante (92); Emilio Benavent, que fue arzobispo castrense (91), y el arzobispo emérito de Pamplona, José María Cirarda (89 años).

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