_
_
_
_
ANÁLISIS | NACIONAL
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cambios de la marea

DURANTE CASI AÑO Y MEDIO los sondeos de opinión anunciaron la consolidación o la ampliación de la ventaja sobre el PP (un millón cuatrocientos mil sufragios) obtenida por el PSOE tres días después del atentado del 11-M; la capacidad de los socialistas para seguir movilizando a su electorado y la torpeza de los populares para recuperar a los votantes centristas perdidos el 14-M explicaban ese cuadro. Otras encuestas más recientes, sin embargo, muestran que el PP ha conseguido acortar distancias, empatar o superar al PSOE en intención de voto, al tiempo que los índices de valoración y credibilidad del presidente del Gobierno -seguramente el dato más significativo en ese contexto- sufren una caída; el desestimiento de potenciales electores socialistas parece tener mayor influencia sobre ese reflujo que la conquista por el PP de nuevos votantes.

Varias encuestas sobre intención de voto realizadas después de la aprobación por el Parlamento catalán de la propuesta de nuevo Estatuto acortan las distancias entre socialistas y populares

Si bien el papel desempeñado por otros factores (desde las manifestaciones callejeras de junio respaldadas por el PP hasta los incidentes de septiembre en Ceuta y Melilla, pasando por el incendio de Guadalajara) como coautores del cambio de humor de los encuestados resulte de estimación difícil, no hay duda de que la propuesta del nuevo Estatuto de Cataluña -aprobado por el Parlamento autónomo y promovido por la Generalitat bajo la presidencia del socialista Maragall- ha sido el fulminante de esa inversión de las expectativas. El aventurero padrinazgo inicial del presidente Zapatero -por planteamientos ideológicos o por cálculos pragmáticos- ha vuelto contra el PSOE el movimiento de rechazo al Estatuto en el resto de España.

El propósito de aclarar las causas de este viraje del carro de la fortuna exigiría analizar los aciertos de los beneficiados y los errores de los perjudicados por la alteración del rumbo. Pero la distribución de los méritos y los defectos entre PP y PSOE no llevaría demasiado lejos: el resultado de un partido o de unas elecciones puede ser achacado indistintamente a las virtudes del ganador y a los pecados del derrotado. ¿Es inevitable concluir que los populares han sido premiados por el estilo bronco, crispado y maximalista de su desestabilizadora oposición, cuya partida de nacimiento fue imputar la autoría intelectual del 11-M a una asociación secreta forjada entre ETA, el Reino de Marruecos y algunos policías al servicio del PSOE para echarles del poder? Mayor interés ofrece otra interrogante referida no al pasado sino al futuro: ¿los sondeos de las últimas semanas marcan una tendencia irreversible o coyuntural?

A diferencia de los movimientos de las mareas gobernadas por los astros, los cambios registrados por las encuestas a mediados de una legislatura no adelantan un final ya descontado: hay mucho partido de aquí a las municipales de 2007 y legislativas de 2008. Abstracción hecha de los sucesos imprevisibles que el futuro esconde, la consolidación o la quiebra de esa incoada tendencia dependerá del acierto de los partidos para leer correctamente los sondeos y de su capacidad para modificar alianzas y rectificar estrategias en función de las lecciones extraídas. Ese juego no se librará sólo entre el PSOE y el PP: la negociación sobre el nuevo Estatuto entrega a los nacionalistas catalanes muchas cartas de triunfo. Y la evolución vasca puede condicionar las expectativas electorales en toda España.

Los dirigentes populares sentirán la tentación de interpretar el resultado de los sondeos como una invitación a continuar la estrategia robinsoniana de estrépito, dureza y sectarismo que ha caracterizado durante año y medio su política de oposición. Es cierto que los lazos de complicidad y dependencia del PP con la jerarquía eclesiástica, puestos de relieve por sus manifestaciones conjuntas contra la ley del matrimonio homosexual del pasado junio y el proyecto de ley de educación de la pasada semana, le permiten consolidar la fidelidad electoral del sector conservador y de la ultraderecha. Pero a menos que varios millones de potenciales votantes socialistas decidieran -como ocurrió el año 2000- abstenerse el 2008 en las urnas, es dudoso que los populares pudieran recuperar el poder con mayoría absoluta sin ampliar su electorado por el centro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_