Imagen fija, Obra en marcha
Dos aparatosos volúmenes y casi seis mil páginas: he aquí la Obra poética del Andaluz Universal, que ha padecido una confusión editorial imputable a la incuria con que tratamos las cosas de leer, pero también a su afán de corregir, como una Penélope insomne, textos ya publicados, prosificar versos, metrificar prosas, modificar títulos, reordenar materiales. Algo habrá influido también el desdén de quienes, en la posguerra, lo convirtieron en contraejemplo evasionista y torremarfileño de Antonio Machado.
Los poetas realistas del interior no fueron los únicos: "Dejamos a la mujer honrada", escribía Guillén a Salinas en 1941 refiriéndose a Machado, "y perdimos quince años con la hetaira". Salinas, por su parte, confiaba que el Cántico guilleniano de 1945 contrarrestara "la influencia mefítica del barbado Juan Ramón". Envés espiritual de hombres admirables y muestra invertida del mito de Saturno: los hijos devorando al padre. Pero la gran poesía moderna se asienta sobre la obra inmarcesible de este "Hijo de la Gran Violeta", como también lo llamaban sus herederos y otrora adoradores. ¿Qué hubiera sido de ellos sin la Segunda antolojía? Así que editar a Juan Ramón, además de irrenunciable tarea filológica, es un acto de restitución moral, al que han concurrido prestigiosos especialistas coordinados por Javier Blasco y Teresa Gómez Trueba.
OBRA POÉTICA Obra en verso. Obra en prosa
Juan Ramón Jiménez
Edición de Javier Blasco y Teresa
Gómez Trueba. Prólogo de Víctor
García de la Concha
Espasa Calpe. Madrid, 2005
Volumen I: 3.004 páginas
Volumen II: 2.854 páginas
150 euros
Cada uno de los dos volúmenes, dedicados al verso y a la prosa respectivamente, consta de dos tomos, separados por un Rubicón estético: el que, en verso, deja en orillas opuestas Sonetos espirituales y Diario de un poeta recién casado. La envergadura de ambos volúmenes habría aconsejado desdoblarlos en cuatro, uno por tomo, para convertir el (imprescindible) depósito de textos en instrumento de lectura. Abre el primero un prólogo de García de la Concha, iluminador aunque demasiado escueto, si se tiene en cuenta que es la única presentación abarcadora del poeta. Tras él, los libros publicados en vida del autor, salvo sus títulos de 1900, Ninfeas y Almas de violeta, desautorizados por Juan Ramón (ni sombra de pintorescos esbozos adolescentes, como los Primeros poemas editados por Jorge Urrutia en 2002). La metamorfosis compositiva se hace difícil de seguir en las colecciones no publicadas durante su vida, como La realidad invisible y Lírica de una Atlántida, no incluidas aquí, cuya reconstrucción han emprendido editores recientes en lucha desigual con la organicidad de una Obra sometida por su autor a distintos intentos de estructuración. La situación de dilatada provisionalidad, más las cortapisas de inespecificados contratos editoriales vigentes, lleva a los editores a aclarar que ésta no es "ni una edición crítica, ni una edición de obras completas".
Pero si las ediciones de Fran-
cisco Garfias y Agustín Caballero, la del centenario coordinada por Ricardo Gullón, junto a abordajes más recientes (Sánchez Romeralo, Alegre Heitzmann), ofrecían una idea comprensiva de su poesía en verso, es en el volumen de prosas donde este libro se hace insustituible. Juan Ramón sólo publicó en vida dos volúmenes de prosas, Platero y yo y Españoles de tres mundos, de modo que estamos ante la reconstrucción de un proceso de escritura en que lo ya publicado, lo publicado parcialmente y lo mucho inédito se engranan en un sistema para cuya plasmación editorial ni sirve la secuencia cronológica, por la simultaneidad y alternancia de varios proyectos juanramonianos, ni valen otras orientaciones que las fluctuantes del poeta. A la imposibilidad de afrontar una revisión solvente se debe la exclusión de los aforismos (Ideolojía I y II), y a los requisitos del género poesía la de ensayos teórico críticos como El modernismo (Notas de un curso), conferencias, libros misceláneos y prosas autobiográficas. La delgadísima sutura entre sus prosas creativas y las que, al menos a priori, no lo son, hace muy difícil lidiar con tales problemas de género.
Blasco y Gómez Trueba han habilitado precisos criterios de edición para todos los libros (estudio introductorio, apéndices textuales, notas ecdóticas e interpretativas), que garantizan la homogeneidad del conjunto sin detrimento de las visiones de cada editor, a gran altura en general. No procedía tumbar a los especialistas en el lecho de Procusto para cortarlos (o estirarlos) a todos con el mismo patrón, lo que ha facilitado que alguno haya ido a triscar y lucir palmito artístico por las verdes praderas de su interés. Anécdotas al margen, ya podemos ufanarnos de tener, como Juan Ramón, encerrada en nuestra casa la poesía. Quien hizo de la escritura una tarea de "abrir y no cerrar nunca" difícilmente encaja en la idea de una edición definitiva. Ésta no lo es, pero supone un avance decidido y riguroso en la prosecución de ese empeño que acaso no pueda coronarse nunca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.