Prensa, poder y corrupción
Todavía pueden recordarse del escritor mexicano Héctor Aguilar Camín (1946) novelas como La guerra de Galio y El resplandor de la madera. Eran novelas muy interesantes que acreditaban una tradición en la literatura latinoamericana: el cruce entre ficción y problemas sociales y políticos. O eso que José Miguel Oviedo denomina "las diversas formas de preocupaciones históricas". Pero además, Aguilar Camín suma a aquellas preocupaciones su diagnóstico moral de la actividad periodística, tema que aborda precisamente en La guerra de Galio. En la novela que ahora se comenta, La conspiración de la fortuna, el escritor retoma la agilidad, el casi gozoso sentido de la acción y el ritmo que imprimió a sus novelas anteriores. Incluso en El error de la luna, novela publicada en 1995, podría hallarse ese dibujo de sus perfiles femeninos, de sus tragedias familiares, materias que en su nueva novela tanta relevancia pretenden.
LA CONSPIRACIÓN DE LA FORTUNA
Héctor Aguilar Camín
Planeta. Barcelona, 2005
262 páginas. 20 euros
La conspiración de la fortuna desarrolla su trama en una república innominada, que nada hace sospechar que no sea México. En ello podría hallarse cierta voluntad de parábola sobre el México actual o cualquier otra república donde el clima de corrupción se le parezca, donde la indolencia moral acampe en contra siempre de unas tímidas esperanzas de regeneración política. La novela está narrada por alguien que ocupa una posición privilegiada en las esferas del poder. La trama que urde Aguilar Camín nos muestra una familia inmersa en ambiciosos horizontes políticos y dinásticos. El nepotismo está a la orden del día. Y como no podía ser de otro modo, no tarda en aparecer en la novela el narcotráfico y la claudicación de la familia periodística, o por lo menos de una parte importante de ella. Al margen de la novela como buen artefacto novelístico, como muestrario de las capacidades de Aguilar Camín para insuflar a sus historias capacidad de audiencia, hay que señalar que el autor mexicano ha diseñado una especie de texto de bolsillo sobre ética política y periodística. Tal vez ese empeño por casar atractivo literario (con unas historias de amor que nunca tienen esa pulpa sensual y espiritual de las historias de amor auténticas) y verdad contemporánea no salen todo lo bien parado que hubiera deseado el autor. Y eso ocurre porque uno tiene la sensación de que las exigencias morales que se propone no alcanzan nunca a hacerse carne, entre otras razones, porque los personajes en los que se encarnan apenas son siluetas, sombras que nos recuerdan sólo en algunos momentos que tienen alguna relación con lo que vemos y leemos en la actualidad. Las situaciones de favoritismo endogámico que se describen tienen esa fluidez narrativa de los que dominan el oficio, ese don para que el lector las procese rápidamente; igualmente hay que decir de las componendas entre poder político y prensa y de esa facultad distorsionadora de cierto periodismo, tan actual y cercano incluso en nuestro país, una parcela que ocupa buena parte de la novela, aunque nunca se llegue a la profundidad analítica de un Karl Kraus, por citar al fundador de la crítica de la mercantilización a ultranza y prostitución de la industria periodística. La conspiración de la fortuna es una novela que se deja leer muy bien. Ahora bien, no digo que Héctor Aguilar Camín haya escrito esta novela con los problemas apuntados porque sea un novelista limitado. Pero sí que la ha escrito porque se ha puesto límites. Son dos cuestiones muy diferentes. Pero a veces los resultados se le parecen.
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